Rostro del tiranosaurioInforma Nicholas St. Fleur para el New York Times. Con sus dientes afilados y estructura temible, el tiranosaurio rex fue una de las bestias más aterradoras que alguna vez asolaron al planeta. Sin embargo, a pesar de su esqueleto, la apariencia del tiranosaurio seguía siendo un misterio.

Ahora, después de estudiar un fósil en buen estado de conservación de uno de sus parientes, los paleontólogos creen haber descubierto algunos rasgos importantes de la imponente cara del predador.

“Hemos desenmascarado al tiranosaurio”, dijo Thomas Carr, paleontólogo de la Universidad Carthage en Wisconsin, y autor principal de un estudio que se publicó el jueves en la revista Scientific Reports.

Él y su equipo descubrieron que la familia del dinosaurio no tenía labios y su rostro estaba cubierto de pequeños parches de piel acorazada y escamas grandes y planas, más parecidas a las de un cocodrilo que a las de una lagartija. Detrás de sus ojos, a cada lado de la cabeza, había un enorme cuerno que podría haber estado cubierto de queratina, el material del que se componen las uñas de los humanos y el pico de las aves.

El equipo también descubrió que la quijada del tiranosaurio seguramente estaba unida al hocico mediante nervios que hacían que su piel fuera hipersensible, parecido a las huellas dactilares de los humanos. La sensibilidad adicional podría haber ayudado al tiranosaurio a cazar y tal vez ayudó a hacer de esta variedad específica una eficiente máquina para matar.

“Nos da una imagen muy terrorífica no solo de esta nueva especie, sino también de otros tiranosaurios, como el T. rex, que tendría las mismas características”, dijo Stephen Brusatte, un paleontólogo de la Universidad de Edimburgo que revisó el artículo.

“Eran predadores que trituraban huesos, más grandes que un autobús; sus rostros estaban cubiertos de escamas desgastadas, y además de usar su nariz para oler, también usaban sus hocicos para literalmente percibirnos de una forma que nunca podremos entender debido a que no tenemos ese mismo tipo de sistema sensorial”.

Carr y sus colegas llegaron a estas conclusiones con base en un espécimen de tiranosaurio que se encontró hace 25 años, al que recientemente se le acaba de dar un nombre. Es una nueva especie conocida como Daspletosaurus horneri, o “Lagartija temible de Horner”, cuyo nombre hace honor a Jack Horner, un importante paleontólogo.

La bestia recorría el territorio que ahora conocemos como Montana, hace unos 74,4 millones de años y se alimentaba de dinosaurios pico de pato con cresta. El espécimen que analizaron tenía texturas específicas que cubrían su cráneo; formaban una suerte de máscara veneciana que revelaba las manchas que cubrían casi todo su rostro, a excepción de los ojos y la nariz. De las marcas en el cráneo, pudieron reconstruir los tipos de tejido blando que cubrían su rostro.

En la actualidad, los paleontólogos no tienen buenas muestras de piel facial fosilizada de los dinosaurios carnívoros, principalmente porque el rostro es una de las primeras partes de un dinosaurio que era devorada o se erosionaba al morir, según Thomas Richard Holtz, paleontólogo de la Universidad de Maryland que no participó en el estudio.

Dijo estar de acuerdo con los hallazgos de la investigación, en cuanto a que la textura ósea en la quijada del fósil parecía inflada y áspera, lo cual indicaba que el rostro del dinosaurio tirano era más parecido al de los cocodrilos que al de las lagartijas.

El equipo también concluyó que el hocico y la mandíbula eran especialmente sensibles con base en pequeños orificios diseminados en estas partes. Los orificios, conocidos como foramina, también se han encontrado en cocodrilos y se piensa que pudieron contener cientos de nervios trigéminos.

En los animales de la actualidad, se piensa que los nervios especiales le permiten a las aves navegar grandes distancias, así como a los crótalos, una subfamilia de serpientes venenosas, detectar la radiación infrarroja del calor de los cuerpos; ademas, les permite a los caimanes, que acechan en aguas turbias, sentir vibraciones ligeras para atrapar a sus presas.

Al comparar los orificios nerviosos del tiranosaurio con los de los cocodrilos actuales, el equipo especula que los tiranosaurios podrían haber usado sus sentidos aumentados para detectar las temperaturas de sus nidos, cuidar de sus huevos y tal vez habrían usado sus hocicos sensibles para acariciar a sus contrapartes.

“Nadie habría podido predecir que un animal terrestre como un tiranosaurio pudiera convertir su rostro en un órgano sensorial tan refinado”, comentó en un correo Lawrence M. Witmer, paleontólogo de la Facultad Heritage de Medicina Osteopática de la Universidad de Ohio, quien no participó en el estudio.

“¡Tal vez si eres una bestia con una cabeza enorme, manos diminutas y cerebro pequeño, necesitas algo especial!”.

The New York Times en español