Steve BannonEscribe Christopher Caldwell en el New York Times, en español. El presidente Donald Trump se ha convertido en un problema para quienes conciben la política en términos de ideologías sistemáticas. Trump se muestra reacio o es incapaz de establecer su agenda de esa manera. Así que ha sido inevitable que sus oponentes invoquen a su principal estratega, Stephen Bannon, quien sí tiene el don de pensar sistemáticamente. No solo lo necesitan para que sea el blanco de su odio, sino también como heurística. Puede que jamás haya un “trumpismo” y, a menos que surja uno, el punto más cercano al que podríamos llegar para entender esta administración sería acuñar una expresión como “bannonismo”.

Bannon, de 63 años, se ha ganado la reputación de mostrar su corrosiva genialidad en casi todos los cargos de su carrera poco ortodoxa: como oficial naval, especialista de fusiones en Goldman Sachs, financista de la industria del entretenimiento, director y guionista de documentales, empresario de ciberpropaganda en Breitbart News y director ejecutivo de la campaña presidencial de Trump. Uno de sus compañeros en la Escuela de Negocios de Harvard le dijo a The Boston Globe que Bannon era “una de las tres personas más intelectuales de nuestra generación… quizá el más inteligente”.

Benjamin Harnwell, del Instituto para la Dignidad Humana —una organización católica en Roma—, dice que es una “bibliografía andante”. Quizá porque Bannon llegó tarde al conservadurismo, ya que solo se enfocó plenamente en los asuntos políticos después de los ataques del 11 de septiembre, irradia una emoción que la mayoría de sus contemporáneos conservadores perdieron hace años.

Después de un mes de la administración de Trump, Bannon ya ha hecho que se sienta su influencia. Ayudó a redactar el discurso inaugural del presidente, consiguió un lugar en el Consejo de Seguridad Nacional y, según reportes, fue la fuerza principal tras el veto migratorio del presidente contra los ciudadanos de siete países predominantemente musulmanes. Los informes que dicen que el gobierno de Trump ha considerado designar a los Hermanos Musulmanes como una organización terrorista hacen eco de la preocupación que ese grupo le genera a Bannon desde hace tiempo.

Muchas descripciones lo pintan como un villano de caricatura, un troll de internet de carne y hueso, intolerante, antisemita, misógino o criptofascista. La expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosy, y el diputado demócrata de Nueva York, Jerrold Nadler, incluso lo han calificado como un “nacionalista blanco”. Aunque ciertamente es un conservador de línea dura, las evidencias de que sea un extremista problemático por lo general han sido manipuladas, malinterpretadas o exageradas.

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