Limbo para salvadoreñosInforman Frances Robles y Kirk Semple para el New York Times. Verónica recogió la plastilina y se puso a crear figurillas humanas. A una le hizo varios hoyos pequeños en la cara antes de mostrarle la creación a su tía.

“Mira”, dijo la niña de 9 años, “así terminó Mamá”.

Verónica y su hermana viven escondidas desde febrero del año pasado después de ser testigos del asesinato de sus abuelos. Estaban haciendo sus deberes en la mesa del comedor cuando hombres enmascarados entraron a su hogar en Joya de Cerén, afuera de la capital salvadoreña, y dispararon contra Ana Díaz y José Marroquín –los únicos dos trabajadores de salud de la comunidad–. La pareja supuestamente daba información sobre actividad pandillera en su vecindario a la policía.

Poco después del homicidio de sus parientes, las niñas solicitaron junto con su padre el estatus de refugiados en Estados Unidos, una de las miles familias afectadas por la violencia en Centroamérica que ha buscado emigrar hacia ese país con un programa del gobierno de Obama.
Pero el lunes, el gobierno de Trump anunció una suspensión por cuatro meses de las solicitudes de asilo a Estados Unidos y redujo a la mitad el número de personas que podrán ser admitidas, de 110.000 a 50.000 para el año fiscal que empezó en octubre.

La mayoría de esos espacios ya no están disponibles: más de 37.000 refugiados han sido admitidos desde entonces y, a siete meses antes de que termine este año fiscal, solo hay un cupo para 12.700 personas.

El año pasado, las Naciones Unidas refirió hasta 100.000 solicitantes de asilo de todo el mundo para su reasentamiento en Estados Unidos. La nueva orden de Trump significa que todos ellos quedan en un limbo, a la espera de recibir uno de los pocos espacios todavía disponibles.

Verónica, su hermana y su padre se encuentran en esa situación. Han sido entrevistados cuatro veces desde que llenaron la solicitud de asilo, pero no han recibido información sobre el proceso desde hace meses.

Miembros de la MS-13 han hecho llamadas telefónicas amenazadoras a la familia, aseguran. Junto con sus tíos, dejaron sus hogares y pertenencias para huir. Pero solo hay ciertos lugares para esconderse en un país con un programa de protección de testigos que hasta los fiscales reconocen no puede ofrecer identidades nuevas o absorber a familias enteras. Ya se mudaron en dos ocasiones.

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