Un bufón llamado Donald TrumpDonald Trump ha dejado su huella en Manhattan: el color dorado de los edificios que llevan su nombre, un esplendor y ostentación imperiales que pecan de un gusto ordinario.

Donald Trump dejó a comienzos de año su huella en el movimiento de los “Birthers”, que acusaban al presidente Barack Obama de no haber nacido en EUA.

Donald Trump usó ese tema para coquetear con la idea de presentarse como precandidato. Y fue el hazme reir de la cena de corresponsales en la Casa Blanca, cuando el mismo presidente lo sometió a varios minutos de mofa, humillando públicamente a quien venía despotricando sin cesar sobre el certificado de nacimiento del presidente.

Donald Trump no aprendió su lección y, en vez de retirarse y ocuparse de su programa de televisión y su cabellera (peluquín o no – solo el lo sabe) creyó que podía convertirse en una especie de “Padrino” del partido republicano, dando el visto bueno a los precandidatos.

Donald Trump, sin representar a nadie más que a si mismo, decidió organizar su propio debate de precandidatos. Hasta le dio fecha: 27 de diciembre.

Donald Trump no va a poder dejar su huella en la campaña presidencial: con el “Gracias pero mejor no”, de Michelle Bachmann, son cinco los que no necesitan besarle nada a Trump para seguir sus campañas. Mitt Romney, Rick Perry, Ron Paul, John Hunstman habían rechazado en días anteriores.

Donald Trump tendrá que contentarse con Newt Ginrich, que encabeza la lista según las escuestas, y Rick Santorum, el último.

Donald Trump está siendo nuevamente motivo de burla por su oportunismo político: debería tomar escarmiento.