CorrupciónCapturado fiscal jefe de la unidad anti corrupción. ¡Por actos de corrupción!

Reflexiones de Juan Manuel UrrutiaCapturados 17 funcionarios judiciales en el Departamento del Meta, entre ellos 4 magistrados del Tribunal Superior. ¡Por actos de corrupción!

Los “ejecutivos” de la multinacional del crimen disfrazada de contratista de obras públicas van denunciando como ensuciaron campañas presidenciales, congresistas y funcionarios.

Hemos perdido la cuenta del número de funcionarios de la Fiscalía General de la Nación, de la Procuraduría y de la Contraloría vinculados a casos de corrupción.

Ni qué decir de alcaldes y gobernadores y de ex alcaldes y exgobernadores, y de ministros y exministros, prófugos, escondidos, detenidos, condenados.

¡Cuando la sal se corrompe!

¿Qué nos ha pasado?

Un punto de referencia, o más bien un lugar bastante común es la tristemente famosa frase del expresidente Turbay, que no cito de memoria pero que en esencia sostenía que la corrupción había que mantenerla en sus justas proporciones. Era ese un pensamiento típico de una forma de hacer política “clientelista”, la corrupción era considerada un mal necesario para hacer funcionar la maquinaria.

La corrupción es un mal generalizado del sistema económico imperante, de todo sistema dirán algunos. No es extraño oír en boca de mamerto que la corrupción es un mal del capitalismo, basta con escuchar a Jorge Robledo.

Sin embargo, nada más corrupto que los regímenes socialistas de los tiempos de la cortina de hierro, o el régimen cubano o la porquería que tienen montada los asesinos Maduro y Cabello que llevan a Venezuela al holocausto.

Mal de muchos, consuelo de tontos.

La Colombia de finales de los años setenta del siglo pasado, era un país pobre, una economía pequeña, apenas se empezaban a ver los efectos económicos de la bonanza de la marihuana, era entonces una economía “cafetera”. La minería, el petróleo y el carbón apenas eran una visión.

Vino la bonanza de la cocaína, con la capacidad corruptora de los millones de dólares de los carteles. En la Colombia de los años noventa la gente se hacía rica, rápido.

Se le sumaron el petróleo y el carbón. Aparecieron las regalías, bocado de cardenal para gobernantes locales, provenientes de las clientelas políticas de las regiones, estrenando elección.

El cartel de Cali eligió un presidente que se quedó, sin poder gobernar, cuatro años defendiéndose.

No se sabe a ciencia cierta cuántos alcaldes, gobernadores, diputados, representantes a la cámara y senadores, se eligieron con la combinación de los narco-dólares, y los fusiles, y las motosierras de los paramilitares.

Ese sistema encochinado por recursos financieros de dudosa procedencia debía ser protegido por un sistema de justicia, mal financiado, compuesto por jueces escogidos entre las clientelas corruptas de la clase política.

Los gobernantes y la clase política miraban para el otro lado, la sociedad anonadada veía como el alcalde que se robó, con su hermano a Bucaramanga era elegido para ser el alcalde de Bogotá.

Todo era posible, todo era permitido y los corruptos hicieron su agosto.

Hijos de presidente enriquecidos exponencialmente durante el mandato de su padre. “Muchachos trabajadores, emprendedores, desde pequeños”, los defiende su padre mientras aún hoy en día se niegan a mostrar sus declaraciones de renta”.

Los ricos de turno, llámense Nule, o Pacific Rubiales, o Interbolsa, se codeaban con lo “más granado de nuestra sociedad”, empresarios, hijos de papi, modelos, presentadoras de televisión, en fin el Jeep Set.

Ha sido tanta la porquería que se tapó la cañería y los excrementos brotan por todas partes. Eso es lo que nos ha pasado. Es tal el nivel de corrupción en que está sumida la sociedad colombiana, que semanalmente, si no a diario, brota un escándalo, por el escusado, por el sifón de la ducha, por el lavamanos, por el bidé.

Hay quienes sostienen que la multiplicación de los escándalos es el resultado de una lucha más frontal y más decidida.

Yo en esto soy pesimista. Estoy convencido que la multiplicación de los escándalos es tan sólo la cabeza del iceberg de una sociedad envilecida por el dinero fácil, la impunidad y la perdida de los valores éticos fundamentales.

Hace dos días, respetuosamente, lo que no se me da fácil, le dije a una señora en la calle 90 “señora se da Usted cuenta del trancón que está armando por estar estacionada en donde es prohibido”, “no estoy estacionada viejo huevón, estoy esperando a mi marido y a Usted gran hijueputa que le importa”, me contestó. Manejaba una camioneta Porche que yo, después de trabajar honestamente durante 50 años, no me puedo comprar.

¡Ahí está retratada nuestra sociedad!