Juan-Manuel-2El jueves se inicia la décimo quinta ronda de conversaciones de paz entre el Gobierno y las FARC en La Habana. Tengo la impresión que la cosa va a estar movida. Mucho ruido.

Las FARC no cesan en sus pretensiones inexplicables.

Primero habían dicho que no volvían a secuestrar y resulta que se les apareció un gringo y como cualquier adicto recayeron. Ahora andan poniendo condiciones para una liberación mediática y responsabilizando al Gobierno de la demora en la liberación del “veterano de guerra”. Papayazo que se quiere dar el lagarto de Jesse Jackson, el Piedad Córdoba gringo

El Gobierno sigue mostrando firmeza lo que ha puesto a las FARC muy incómodas.

La semana pasada hubo un interesante episodio epistolar entre el Gobierno y Timochenko, con acusaciones y todo.

A Timochenko no le gusta que no se haga lo que a él le viene en gana y el Gobierno no le hala.

Arrancó en serio la campaña con miras a las elecciones del año entrante y Uribe obviamente tiene como plataforma la más recia oposición al proceso de paz al que califica de la impunidad terrorista.

Hay escepticismo.

Tiene uno la impresión que las FARC están convirtiendo el proceso en un ejercicio de procrastinación deliberada.  Parecería que en su cinismo creen que la demora les favorece, que entre más enreden la piola más ventaja van a sacar.

La insistencia de Uribe, y la de sus escuderos de la extrema derecha, sobre el tema de la impunidad no deja de tener fundamento. De una forma escueta uno podría decir que el objetivo real de meterse en una negociación de estas para los cabecillas de las FARC, es sin duda la impunidad.

Aspiran a negociar una cesación de hostilidades con regreso a la vida civil y  pública, sin pasar por un juzgado y mucho menos por una celda. Del monte al Capitolio sueñan.

¿Por qué?

A raíz de una serie de columnas de Mauricio Rubio sobre la corta, muy corta memoria de los militantes del M19 y de la bastante probable candidatura de Antonio Navarro a la presidencia de la República se me convirtió casi que en una obsesión el tratar de entender  qué fue lo que se negoció con la gente del “EME”.

El resultado de ese proceso es obvio.

Navarro y su gente fueron claves en la construcción de la colcha de retozos democráticos que hemos dado en llamar la Constitución del Noventayuno. Luego han logrado gestiones relativamente exitosas en alcaldías, gobernaciones, ministerio.

Navarro es hoy en día un respetado senador y comentarista de la realidad nacional

De hecho el partido verde, que acoge hoy en día a gente tan prestigiosa como John Sudarsky y en su momento llevó a Antanas Mockus a disputarle la presidencia a Santos.

Mientras tanto, la única persona condenada por los hechos del Palacio de Justicia es un pobre excoronel del ejército, el coronel Plazas, que cumplía las órdenes que le daban por walkie talkie el Ministro de Defensa y los altos mandos militares desde el despacho,del Secretario General de la Presidencia de la República.

Nadie más.

El “EME” se inventó el secuestro extorsivo y el asesinato político.

No conozco la reparación que recibieron los familiares de José Raquel Mercado, de Nicolás Escobar por parte de Navarro o de Petro, o de Vera.

Lograron que muchos familiares de los magistrados y funcionarios vilmente masacrados en el Palacio de Justicia enfocaran sus reclamos y su ira en contra del Estado.

Periodistas mamertos como María Jimena Dussán todavía le tratan de hechar la culpa de ese holocausto a Belisario Betancur, olvidando, intencionalmente que ese acto terrorista fue un contrato de sicariato ordenado por Pablo Escobar.

¿Impunidad? ¡Noooooo…qué va!

A la gente del EME le perdonaron delitos que hoy en día los tendrían en la CPI.  En cambio Petro inaugura placas en homenaje a los héroes populares caídos en el palacio de justicia.

A eso aspiran Marquez, Fortich y compañía.

A que les perdonen el reclutamiento de menores y la explotación y abuso sexual de las niñas reclutadas, los secuestros, las matanzas, las minas.

Todo proceso de paz pasa por una justicia transicional. En todo proceso de justicia transicional hay perdón, hay olvido. Pero para que haya perdón y olvido debe haber verdad y reparación.

De eso hubo poco con el EME.

Y a los paras les perdonaron lo malo y los acusaron de narcotráfico, la verdad fue la que ensució a una clase política que pactó, por necesidad o por obligación, con ellos y la reparación se la han ido clavando al Estado.

Así se pactaron los dos últimos procesos de paz, con demasiada impunidad.

Uribe lo sabe, tiene en sus listas un desmovilizado del EME y fue el que pactó con los paras.

Por eso grita ¡foul!