Juan Manuel UrrutiaPor estos días he sido testigo de un caso de medias verdades o de versiones acomodadas de hechos confusos. Un joven que estaba participando en un proceso de admisión a un club social y deportivo fue acusado de hacer trampa en una rifa.

Hace una semana Bogotá amaneció indignada porque supuestamente unos “punkeros” habían quedado libres después de intentar asesinar a un joven. El abogado del joven clamaba justicia, los niños privilegiados compañeros de universidad del joven hicieron plantón de protesta, yo alcancé a cuestionar al fiscal.   La novia del joven salió a los medios a relatar un novelón.

En plena campaña electoral, cuando reventó el escándalo del hacker, Álvaro Uribe señaló que la campaña de 2010 de Juan Manuel Santos se había beneficiado de unos dineros que según Daniel Coronell, el más serio periodista investigador que hay hoy en día en Colombia, unos narcos le habrían entregado al asesor de imagen de Santos, el famoso JJ Rendón. Uribe dijo que presentaría pruebas.

Todos, absolutamente todos los miembros del Centro Democrático, el partido de Uribe, mantienen una posición radical en contra del proceso de paz en La Habana. Una de las premisas es que con las FARC no se puede ni se debe hablar, que en La Habana Santos les está entregando el país a los narco terroristas.

Resulta que Daniel Coronell nos cuenta que Uribe también trató de negociar con las FARC. Eso en sí no tiene nada de malo. Lo que pasa es que muestra cierta forma de doble moral.

Cuatro noticias inconexas, un solo cuento verdadero.

Confrontada la acusadora del joven del club, su versión cambiaba cada vez que se le pedía que la ratificara.   Quienes escuchamos esa versión llegamos a la conclusión que no estaba mintiendo sino que estaba acomodando los hechos para hacer una acusación basada en una interpretación personal de hechos algo confusos. La conclusión es que hubo confusión, más no trampa. El escándalo que pretendió armar la acusadora es pues inaceptable. La verdad a medias es una mentira y la acusación basada en una verdad a medias es una vil calumnia.

La versión del caso de los punkeros desmiente a uno de los penalistas más cotizados que hay en Colombia, el Dr. Jaime Granados abogado de la “víctima”.

¿Estaban mintiendo o apenas omitiendo el comienzo de la pelea para contar un cuento de agresión no provocada y de intento de asesinato?

No justifico la golpiza que le propinaron a la víctima pero tampoco que hayan “creado” una historia que pretende convertir una inaceptable riña callejera en un intento no provocado de asesinato. Verdad a medias, mentira, calumnia. Entendible para una novia asustada, espantoso que un abogado del prestigio del Dr. Granados acuda a tales bajezas.

El mismo doctor Granados, oh sorpresa, es el abogado del expresidente Uribe y ha dado las explicaciones del caso de los dos millones de dólares.

Ante la presión para que el senador Uribe revelara las pruebas que anunció, salió con su abogado a explicar, que tal vez no, que él no había hablado de pruebas sino de “líneas de investigación”. Dijo Granados que a Uribe le había contado el derrotado candidato a la vicepresidencia Carlos Holmes Trujillo que en una reunión política en el Valle se le había acercado alguien que le había dicho que conocía a alguien que decía que los narcos le habían dicho que…Galimatías. Verdad a medias. Mentira. Calumnia del ex presidente y de su abogado.

Cero y van dos del aprestigiado Dr. Granados.

Uribe se hubiera podido contentar con explicar que el sí buscó acercamientos con las FARC porque la Constitución ordena buscar la paz. Y ya. Pero no. El senador se despachó con acusaciones temerarias. Dijo que Santos compró a Coronell. Dijo que Coronelll es un “narco periodista”. Que presente las pruebas y no en el Congreso con discursos amañados como trató de hacerlo.

Los colombianos no tenemos por qué seguir aceptando salidas como la de Uribe hoy que acusa a Santos de comprar a un periodista cuya ética profesional está a toda prueba y a quien Uribe no se ha cansado de perseguir, de chuzar y de calumniar. Eso no tenemos por qué tolerárselo a nadie. Afortunadamente hay columnistas como Ricardo Silva Romero que nos recuerdan la indignación que produce la actitud de Álvaro Uribe entre la gente decente.

Desde el proceso ocho mil y las mentiras de Samper, nos hemos acostumbrado, en Colombia, a aceptar las verdades a medias, las versiones acomodadas.

En el mundo también.

El señor Clinton cuando era presidente del imperio se las arregló para que una interna le diera una felación con manchada de vestido. Eso se llama sexo oral. El sexo oral es un favor sexual. Hacer que una empleada le haga a uno un favor sexual es explotación sexual. Clinton que ya había dicho que había fumado marihuana pero que no había inhalado, dijo que no había habido sexo porque no había habido penetración. Con esa verdad a medias, con esa mentira el señor Clinton redefinió la explotación sexual.

Algo similar la pasó al presidente del Fondo Monetario Internacional Dominique Strauss Khan quien violó a una camarera de un hotel después de perseguirla y acosarla. Dijo que había sido consensual y cuando lo apretaron para que no mintiera le tocó conciliar y se le acabó su carrera de cucaracho internacional y su carrera política en Francia. Verdad a medias. Mentira

No me alcanzan los dedos de las manos para contar las medias verdades de Álvaro Uribe. De hecho esa es la peor herencia que el expresidente les dejó a los colombianos. Mentía y cuando cuestionaban sus mentiras, acusaba a los periodistas de terroristas, los mandaba chuzar y pa fuera.

Ni que hablar de Ernesto Samper que comenzó a mentir cuando negó una reunión con Pablo Escobar en Panamá para conseguir fondos para una campaña presidencial. Después negó el elefante. Deleznable personaje de nuestra historia política al que han reacomodado y que tan sólo hace dos días se apresuró a denigrar contra Colombia para servirle a su amo el maduro.

Todos los seres humanos mentimos.

Lo hacemos constantemente, muchas veces inconscientemente.

No es de extrañarse entonces que la señora del club o la novia de la víctima de la golpiza de los punkeros mientan.

Pero eso no hace esas acciones aceptables. Son inaceptables.

Lo que no podemos seguir aceptando es que la mentira se utilice como arma para hacer daño. Para “tirarse” a un muchacho por envidia. Para vengarse de unos tipos que le dieron una paliza al novio en una pelea que él empezó. Para crear un escándalo y tratar de obtener réditos electorales. Para resolver diferencias.

Mal ejemplo dan los líderes que mienten y calumnian. Peor ejemplo dan las sociedades que toleran la mentira y la calumnia.

 

Imagen: Pinocchio, via Wikipedia

Pinocho