Sipote PazEstamos a quince días del D más 180. En 31 de mayo se completan ciento ochenta días de la firma de los acuerdos de Santos y Timochenko, forzada y trampeada, pese a que habían sido derrotados en el plebiscito.

Reflexiones de Juan Manuel UrrutiaEso que el presidente y sus áulicos, han llamado la paz, no llegó. A nadie se le puede ocurrir decir hoy en día que Colombia es un país en paz.

Sipote vaina, sipote premio.

Razón tenían los colombianos cuando no les entusiasmó el premio ese. Aquí sabíamos que anunciar que con una firma se lograba la paz era soñar con pajaritos preñados.

Esta columna viene criticando, desde 2014, la falsa promesa según la cual, firmado el acuerdo de la Habana, “llegaría la paz”. Pues no llegó.
En una entrevista en El Tiempo, el 14 de mayo, bajo el titular “Zonas de la FARC las coparon bandas comprando franquicias”, el sub director de la Fundación Paz y Reconciliación hace un diagnóstico dramático que muestra hasta donde puede estar fracasando la implementación de los acuerdos.

Los cabecillas de las FARC han anunciado que el plazo del 31 de mayo no se va a poder cumplir, que ellos por ahora se quedan en las 26 zonas veredales desde donde se supone se iban a desmovilizar al cumplirse el plazo.

La ONU ha anunciado que en materia de entrega de armas el plazo tampoco se va a cumplir porque todavía falta ubicar la mayoría de las caletas en donde está escondido el grueso de las armas. La entrega de fusiles y pistolas que se lleva a cabo en las 26 zonas verdales es puro tilín tilín, las paletas están en las caletas. Eso sólo se vino a saber cuándo, no sé si por error, o por chiripa, las fuerzas armadas encontraron una caleta.

El cabecilla del ELN, que como lo informa el subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, procedió rápidamente a copar muchas zonas de las que salieron las FARC, anunció que no cree que haya acuerdo durante lo que queda del Gobierno de Santos. O sea, por ahí tampoco.

El Chocó, Urabá, el Catatumbo, Arauca, Caquetá, el Meta no han visto la famosa paz que tanto cacarea el presidente.

Ni hablar de Tumaco que se va volviendo ingobernable ni de Buenaventura, por ejemplo.

Los atentados contra el oleoducto se multiplican. Los secuestros, la extorsión, las vacunas, las famosas declaraciones de “objetivo militar” a quienes no pagan también.

No hay duda que en algunos municipios, en algunas regiones, la desmovilización ha tenido efectos positivos, negarlos sería tapar el sol con las manos.

Pero esa no es la cacareada paz.

La sensación que uno tiene es que el gobierno se ha concentrado en promover una imagen mentirosa de una paz que no surgiría por generación espontánea.

Esa paz que hay que construir y cuyos cimientos los constituye una implementación, planeada, ordenada y eficiente de los acuerdos.

Por ahora mucha foto, mucho fastraqueo y sobre todo mucha improvisación.