Protejamos a las niñasHe dejado pasar unos días a ver si se me quita la inmensa rabia, pero no, las niñas colombianas siguen siendo Ignoradas, maltratadas, violadas y asesinadas. Sigo con rabia, entonces escribo con rabia, lo que no es buena idea, pero no hay remedio.

Reflexiones de Juan Manuel UrrutiaNo son diez, no son cien, son miles. Los medios de comunicación y el liderazgo nacional se rasgan las vestiduras, acusan, denuncian claman, ¡venden!

Luego viene un escándalo, una declaración de algún político o una tragedia anunciada y chau pescau, otra vez al olvido, a la tiniebla de sus casas en donde son asediadas, deseadas tocadas, abusadas y asesinadas por quienes deberían garantizar sus derechos bajo la mirada cómplice y tolerante de sus familiares.

Son el testimonio mudo de una sociedad enferma, de un Estado inoperante, gobernado por líderes corruptos e incapaces.

En noviembre del año pasado, un desadaptado sociópata violó y asesinó a Juliana Samboní. Los colombianos nos indignamos ¡no hicimos nada!

O si hicimos. Lo mismo que hacemos cada vez que nos revienta en la cara una noticia de estas. No rasgamos las vestiduras, pedimos justicia, llenamos el fasebuc y el tuiter de mensajes exigiendo justicia, pidiendo la guillotina para el confeso asesino y su familia. Y no hicimos nada más.

Las cifras no mienten, el fin de semana pasado dos niñitas menores de un año fueron violadas. Otra, una gestora de paz de once añitos fue violada en Barranquilla y una adolescente de quince años, asesinada en Medellín.

Son 48 casos diarios

En coro de tragedia griega la directora del ICBF y los congresistas piden cadena perpetua. Asumen que la única política pública es el castigo.

En un país en donde reina la impunidad, en donde delincuentes de cuello blanco asaltan el erario público, y el privado, para luego terminar pagando condenitas irrisorias en condiciones de detención con mayores privilegios que el socio de club social de la élite, la amenaza de mayores penas es una gran falacia. El abusador, el violador, imagina que tampoco le va a pasar nada.

¿Y la prevención?

¿Se puede prevenir la violencia contra niños y niñas?

Hay quienes creen, o creemos, que sí.

En Colombia los niños y las niñas están en riesgo. Declaremos la alerta roja. Hay que rodearlos con un sistema que los proteja. En necesario desarrollar e implementar un sistema de alertas tempranas. Los vecinos, quienes cuidan de ellos en hogares de bienestar y jardines y más adelante sus maestros, deben conocer los signos que muestran que “algo no anda bien”. Los niños y niñas retraídos, temerosos deben ser monitoreados, sus hogares visitados. Los cambios notorios en el carácter o en el comportamiento de un niño o una niña deben producir una alerta inmediata, hay que ir a ver qué pasa.

Las estadísticas de las denuncias de abuso sexual y violación de niños y niñas, muestran que, en la mayoría de los casos, estos ocurren en el hogar, y son perpetrados por miembros del grupo familiar. Es allá a donde hay que ir a buscar a esos monstruos.

No podemos confundir las conductas de sociópatas como Rafael Uribe Noguera con la de los padrastros, tíos, hermanastros de cualquier género, que sienten que tienen derechos especiales sobre el cuerpo y el alma de los niños y niñas.

Al asesino de Juliana lo agarraron en 24 horas porque la comunidad denunció inmediatamente. El de Sarita en Armero Guayabal, presumiblemente miembro de la “familia” que estaba encargada de su cuidado, no lo han pescado.

En el caso de Juliana no se conocen antecedentes que hubieran permitido prevenir este monstruoso episodio, no queda más acción que el castigo ejemplar, que de paso no fue ejemplar, a Rafael Uribe no le han debido rebajar ni un minuto de la máxima condena de 60 años.

En el caso de Sarita hemos conocido por lo menos dos informaciones que indican que ese monstruoso episodio se hubiera podido evitar. Sarita pasó por el Sistema Nacional de Bienestar Familiar, más precisamente por la Comisaría de Familia, porque su madre la abandonó. Luego Sarita presentó un cuadro de desnutrición que fue tratado en el Sistema Nacional de Bienestar Familiar, esta vez en un centro de salud. Y nadie preguntó nada. Finalmente, la “madrina” lleva a Sarita al hospital y dice que está golpeada porque se cayó de la cama, y a esa miserable que permitió que la niña que estaba bajo su cuidado fuese maltratada continuamente, la dejaron largarse.

Si en una de esas dos instancias hubiese existido una articulación del sistema de bienestar, orientada a PROTEGER a los niños y niñas, se hubiera de pronto podido tomar una medida de protección.

El enfoque garantista de los derechos de niños, niñas y adolescentes elimina el concepto de PROTECCIÓN. Ahora se habla de RESTITUCIÓN DE DERECHOS. Si mi diccionario está correcto no se puede restituir algo que no ha sido perdido o usurpado. O sea que cambiamos la protección de niños y niñas, la prevención, por la restitución de sus derechos una vez que estos han sido violados.

Ha llegado la hora de dejar de hablar con léxicos políticamente correctos. Ha llegado la hora de eliminar las ideologías. Ha llegado la hora de pasar del discurso a la acción.

No se requiere de una legislación adicional para lavarnos las manos. La legislación vigente crea las condiciones para actuar. Dejemos de lado la carreta y protejamos a niños y niñas. Quienes no son capaces de proteger los derechos de los niños y niñas no pueden esperar que se les garantice derecho alguno.

En cuanto se sospeche que un menor de edad está siendo víctima de alguna violación de sus derechos, el sistema de bienestar debe actuar. Es tiempo de exigir un compromiso de las autoridades para disminuir el número y la frecuencia de los casos, lo demás es pura carreta.