Para Sri Lanka, nación que se recupera de una guerra civil de 25 años, el turismo de amantes de la ballena azul es una importante fuente de divisas, pero la falta de regulación de los barcos observadores de estos mamíferos marítimos está causando problemas para ellos, escribe Erik Olsen en el New York Times.

Debido a la falta de monitoreo, no se han podido establecer a ciencia cierto los efectos de este aumento en el tráfico de barcos de turistas, en una de las zonas de mayor tráfico naval comercial en el mundo.

Pero mucho indica que las ballenas llevan las de perder, dice.

Este año han muerto a raíz de impactos con embarcaciones seis de ellas, dice.

El año pasado, se encontraron 20 cadáveres de ballenas — no todas azules — cerca de Colombo, apunta.

La población de ballenas azules podría alcanzar los miles de ejemplares, dice.

Según el Times, en una época llegó a haber unas 300,000 ballenas azules en el planeta; hoy día solo quedan unas 15,000. Pueden alcanzar los 30 metros de largo y las 180 toneladas métricas de peso.

Las ballenas azules de allí, a diferencia de otras especies migratorias, permanecen en el área a lo largo del año, apunta.

Dice que cuando una ballena se estrella contra un barco, el animal se hunde en el mar, con lo cual se dificulta la labor de medir la frecuencia de este tipo de incidentes.

El Times habló con Asha de Vos, investigadora local, quien lleva algún tiempo tomando fotos de los animales, intentando crear algún tipo de mecanismo de protección.

Pero su tarea enfrenta una serie de retos, dice: desde la ausencia casi total de recursos hasta el machismo de funcionarios.

En EUA y otras naciones se exige una distancia de al menos 33 metros entre el barco y el animal, pero nada por el estilo existe en en aguas de Sri Lanka.

Allí es a la loca.

Foto: Wikipedia

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