De nuestro gran amigo AY, hemos recibido la siguiente observacíon sobre nuestro uso de la palabra fascismo, comentario que compartirmos con los lectores de El Molino Online.

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Qué tal, querido hermano. Se me hace que el encabezado de esta entrega de El Molino, “EUA Marcha contra el fascismo”, es incorrecto.

Entiendo que expresa la idea que algunos, “Sienten que EUA vive bajo el fascismo desde hace 3 años largos.”

Pero… No es cierto que vivimos bajo el fascismo, ni que las movilizaciones que hemos visto son marchas “contra el fascismo”.  Lo que ha movido a miles y miles (por fin!) es el repudio, primero, a la violencia racista de la policía, y hasta cuestionar al racismo institucionalizado y sistémico.

Pero de ahí a decir que las marchas son marchas “contra el fascismo” … ? 

El uso de la palabra “fascismo” para describir la vida en Estados Unidos hoy bajo Trump, si bien expresa un repudio a los desmanes racistas y anti-democráticos de este señor y sus compinches, es un error que nos puede dejar confusos y desarmados a la hora de la hora.

Lo que está pasando en las calles de ciudades grandes y pequeñas y hasta en los suburbios de Estados Unidos, de costa a costa y de norte a sur, es un rechazo masivo al RACISMO, parte fundamental de este país desde sus inicios. Tiene por tanto un significado enorme, y es importante que los hispanoparlantes lo entendamos.

Decir que las marchas son contra el “fascismo” permite a una sector progresista latino hacerse de la vista gorda ante el racismo tan arraigado en nosotros mismos. 

Porque, claro, el racismo es también PARTE FUNDAMENTAL DE LOS PAÍSES DE NUESTRA AMÉRICA desde sus inicios, lo que plantea la necesidad de combatir el racismo (anti-negro, anti-indígena) entre nosotros los latinos y latinoamericanos al mismo tiempo que coreamos, Black Lives Matter, y No Justice, No Peace.

Aquí, no podemos ignorar el racismo y la discriminación por ejemplo de mexicanos contra mixtecos, zapotecos, etc., o de cubanos, dominicanos, o puertorriquenos “blancos” contra cubanos, dominicanos, o puertorriquenos negros. 

Y allende del Río Bravo están los racistas más descarados como Jeanine Áñez en Bolivia o Jair Bolsonaro en Brasil, pero también en México  (“Racismo y falacias antizapatistas“), Colombia (‘Se ha intentado acabar física y culturalmente a pueblos indígenas’), Chile (“Indigenous Mapuche accuse Chile and Argentina of genocide“), etc., etc. 

La lucha actual en las calles contra el racismo en Estados Unidos bien puede ser precursora de una nueva etapa en la política de este país. Y no niego que esté latente el peligro del fascismo vestido de red, white, and blue. Pero por hoy EUA marcha contra el racismo, no contra el fascismo. 

El combate contra el racismo y la solidaridad con sus víctimas son componentes clave de la resistencia a la ofensiva ideológica racista, xenófoba, y nacionalista de la extrema derecha, aquí y en otros lados.

Pero es prematuro atribuírles una conciencia anti-fascista a los que levantan las consignas, Black Lives Matter, y No Justice, No Peace. Eso queda por verse.

(Sobre el tema del fascismo, recomiendo el folleto de León Trotsky, “Fascism: What It Is and How To Fight It.” En su introducción, en 1969,  otra época de gran polarización George Weissman señala que, “Liberals and even most of those who consider themselves Marxists are guilty of using the world fascist very loosely today. They fling it around as an epithet or political swearword against right-wing figures whom they particularly despise, or against reactionaries in general.” Vale la pena leer esta introducción, y también los planteamientos de Trotsky.)