De sterrennacht. Vincent Van gogh, Mayo 1889

Desde mediados de febrero me dediqué a seguir la evolución del Covid-19, el Coronavirus o como le dice un médico amigo el virus de Wuhan. Reflexiones de Juan Manuel Urrutia

Hoy me voy por otro lado, pero por el mismo como hubiera dicho Cantinflas.

Desde el jueves de la semana pasada estoy muy asustado.

Me asusta la actitud de muchas personas cercanas a mí.  Me asusta mi propia actitud.  Teniendo toda la información, sabiendo cuáles eran las medidas, no las apliqué.  Si me lavé las manos un poquito más que antes.  La semana pasada asistí a tres reuniones de más de 10 personas.  Saludé de beso y de mano a más de diez personas.  No me cuidé, pero sobre todo no cuidé a los demás.

Me asusta la gente que no cree.  Los jóvenes que aprovecharon que cerraron sus colegios y universidades para lanzarse a un fin de semana de rumba desenfrenada en Bogotá.  Las personas que asistieron a sitios públicos desconociendo todas las recomendaciones, gente que venía de países de alto riesgo, que podía ser portadora asintomática del pinche virus y a la que le valió huevo la recomendación del aislamiento.

Me asusta la necesidad de echarle la culpa al otro, al vecino, al que no se puso el tapabocas, al gobernante que no tomó la medida que yo quería que tomara en el momento que yo quería que la tomara.  Me asusta lo que les pasó a los italianos a donde la peste esta ha dejado un reguero impresionante de muertos.  Me asustan las cifras de países que se suponen mejor organizados que nosotros

Se me va quitando el susto porque desde el sábado estamos Mónica y yo en aislamiento.  He tomado la más dura decisión que puedo tomar hoy en día.  Durante los próximos catorce días no veré a Julia ni a Joaquín ni a mi Caro del alma ni a Juan Carlos su marido, personas esenciales en mi vida.  Las otras dos niñas y sus parejas están felices en cuarentena en una playa en Sinaloa.

Estoy en el campo con Mónica, leyendo libros que no he leído y libros que quiero releer, entre ellos la biblia.  Vemos películas que ya vimos y que queremos repetir.  La interné de acá no da para el neflís, apenas para mirar una que otra noticia y mantener una comunicación básica por mail.  Tampoco da para transacciones bancarias así que poco gasto y sobre todo la disculpa perfecta para demorar pagos.

Llueve, los pastos que estaban amarillos todavía resentidos de las heladas de febrero amanecieron verdes.  Sentado en mi rincón estudio, veo como un par de aguaceros le devuelven la vida a la naturaleza y pienso en las cosas sencillas de la vida, que el ritmo de la sociedad “moderna” ha vuelto complicadas. La “civilización” de la acumulación, de la tecnología, de la sobrepoblación, de la inequidad; la del calentamiento global, está postrada ante un diminuto animalito, que en los dibujos hasta simpático se ve con su coronita. 

Los medios se preocupan por los billones de dólares que perdió el muti-billonario mengano o sutano.  Les preocupa que a la gente privilegiada que está de paseo en el exterior se les subió el precio de hoteles de lujo y restaurantes porque el peso se devaluó más de 20%.  En cambio, no cuentan la historia de Pedro el vendedor informal que vende comidas en las noches de Facatativá desde hace años y que lleva tres días sin vender un pan y que ahora ni siquiera podrá salir a ensayar de vender. 

Las últimas medidas del gobierno nacional me han parecido acertadas, pero totalmente fuera de timing.  El decreto del miércoles por la tarde dejó a todo mundo perdido.  Claro que el presidente tiene que tomar las riendas del orden público, más no después de que por falta de decisiones claras del gobierno central las autoridades locales empezaron a disparar medidas para todos lados y en todos los sentidos.  El jueves corrigieron la plana, dijeron que era para coordinar y se fueron aprobando o acordando las medias que las autoridades locales querían ejecutar.  Hasta ahí bien.

En la noche del viernes, sás, la gran regada.  Anuncian un conveniente confinamiento total nacional a partir del miércoles a las 0 horas, pero lo anuncian en medio de un simulacro que en realidad era un confinamiento total que se termina el lunes a la media noche.  O sea, los colombianos tienen 24 horas para organizarse para ir a encerrarse por tres semanas.  Noooo, así noooo.

Luego el sábado nos cuentan que no, que el martes tampoco, que todo mundo encerrado desde ya hasta el 13 de abril.  Ahora si me da la impresión de que nuestras autoridades están dando palos de ciego.  Entiendo que la pandemia no da espera, pero me pregunto ¿qué ha cambiado tanto entre el jueves cuando dijeron que todo estaba coordinado y que el simulacro iría de viernes a lunes?  Es la misma pandemia, es el mismo virus con la misma agresividad de contagio.  

No se entiende el por qué no se tomaron medidas coordinadas el jueves y dos días después, el sábado le avisan al país de buenas a primeras que lo que era un ejercicio de ciudadanía responsable se convierte en una confinación forzosa de cuatro semanas para la que la gente no podía estar preparada.  Queda la sensación de encierro a la mala, diferente a lo que nos venían vendiendo.

Yo entiendo que hay que hacer hasta lo imposible para aplanar la curva del contagio.  Sabemos que el sistema de salud pública colombiano no cuenta ni con las camas hospitalarias, ni con las UCIs ni con los ventiladores necesarios para atender a los enfermos si el contagio se dispara como en España.  Allí el 4 de marzo, tan solo hace 14 días tenían 214 casos reportados y hoy tienen 28,572.   

El gobierno se la juega mandándonos a guardar cuando se han registrado menos de 200 casos, cuando el Gobierno de España dictó las medidas ya había 6,391 casos. Este comentario tiene un supuesto que puede ser totalmente errado y es que el subregistro de personas contagiadas en Colombia no es tan alto.  Wishfull thinking?   De pronto, ojalá que no.

De ser así, la media es la que es, pero se hubiera podido coordinar el jueves pasado o desde antes para darle a la gente un tiempo prudencial, digamos 48 horas para organizarse.   Ahora la medida que requiere de un importante esfuerzo de civilidad arranca con mucha gente indispuesta.

Pero como dicen en México, ni modo.  Ayer decía que ya hoy estamos viendo cómo nos vamos a organizar para encerrarnos en la finca otras tres semanas.  No es difícil, decía, tan sólo hay que hacer en un día todas esas cosas que los pensionados como yo planeamos cuidadosamente para que nos mantengan ocupados todos los días pero que en realidad si se pueden hacer en un solo día.  Ahora tocó resignarse lo que se iba a hacer en un día se quedó sin hacer.

A cuidarnos y cuidar a los demás.  Buscar nuevas rutinas, evitar discusiones baladíes, el que tenga la disciplina que aprenda yoga.  Yo soy malo para eso del ejercicio encerrado, pero tengo la suerte que me puedo pegar dos o tres caminadas de tres kilómetros sin salir de la finca, con los perros jodiendo alrededor., a ver si me da la voluntad.  He decidido borrar apenas me llega cualquier video de autoayuda de médicos, sicólogos y curanderos.  Veo un noticiero al día.  Miro una o dos páginas de información internacional en la interné, cuando tengo señal, lo que es esporádico.  Se me ocurre que lo más beneficioso de un encierro como este es que lo obliga a uno a compartir con sus seres queridos mucho más de lo que la vida moderna nos permite.   Ojalá no acabemos como dice una amiga mía “mi esposo y yo llevamos cincuenta años de casados y nunca hemos tenido ni un sí ni un no, puros madrazos”.

A gozar que son 20 días.