Para los habitantes de las aguas donde juegan, tienen mágicos poderes de seducir a las mujeres; los pescadores los ven como una competencia que hay que vencer mientras que los ecologistas del mundo, son otra especie más en peligro de extinción. Se trata de los delfines de agua dulce, aquellos mamíferos rosados que viven en la Amazonia.

Desde Igarapé do Costa en el Brasil escribe Alexei Barrionuevo en el New York Times que cada año cientos, sino miles, de delfines amazónicos mueren en matanzas ilegales que las autoridades son incapaces de controlar debido a la extensión del territorio (1300 agentes en un área de más grande que la India) y a la indiferencia con que los pescadores ven el acto de matar a un delfín.

Hay unos 30,000 delfines en la región, dice. Y han sido parte del folclor local desde antes de que los europeos llegaran a América. Las madres advierten a sus hijas que los eviten ya que pueden transformarse en hombres e impregnarlas; los poetas le cantan al “ojo de delfín”.

Pero ahora enfrentan la muerte y posible extinción.

Aún así, los pescadores no consideran que merezcan ningún tipo de protección como especie.

No nos gustan”, le dijo un pescador al Times. “Maté uno cuando esperaba que picara un pez porque se seguía acercando y asustaba los peces, lo harponeé. No pude tolerarlo”.

A veces los cortan como carnada para el capaz, un pescado muy cotizado en varias partes del interior. (En las ciudades, algunos distribuidores de pescado que proviene de la Amazonia se negarían a vender si supieran que se ha usado el delfín como carnada, señala). En los mercados locales se venden los órganos genitales de los animales muertos como amuletos; su aceite se usa como unguento contra el reumatismo.

Artículo en inglés

Foto cortesía de Devil.Bunny via flickr