Bernie SandersDesde que Bernie Sanders suspendió su campaña por la nominación del partido Demócrata de EUA, ha participado en diversas entrevistas, solicitado ayuda para otros candidatos progresistas y explicado su apoyo Joe Biden, intentando presionar a los demócratas a que adopten algunas de las medidas que él impulsó como candidato,

El 19 de abril 2020 la siguiente columna de opionión en el New York Times, la cual hemos traducido para aquellas personas que prefieren leer en español. Enlace al original en inglés.

Bernie Sanders es un senador por Vermont y ex candidato demócrata a la presidencia.

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Somos el país más rico en la historia del mundo, pero en un momento de desigualdad masiva de ingresos y riqueza, esa realidad significa demasiado poco para la mitad de nuestra gente que vive de un sueldo a otro, los 40 millones que viven en la pobreza, los 87 millones que están sin seguro o con seguro insuficiente, y el medio millón de personas sin techo.

En medio de las crisis gemelas que enfrentamos — la pandemia de coronavirus y el colapso de nuestra economía — es imperativo que reexaminemos algunos de los fundamentos de la sociedad estadounidense, comprendamos por qué nos están fallando, y luchemos por una nación más justa.

La absurdidad y la crueldad de nuestro sistema de seguro médico privado basado en el empleador ahora debería ser evidente para todos. Mientras decenas de millones de estadounidenses están perdiendo sus empleos e ingresos como resultado de la pandemia, muchos de ellos también están perdiendo su seguro de salud. Eso es resultado de una situación en la que la atención médica se considera un beneficio para los empleados, no un derecho garantizado. A medida que avanzamos más allá de la pandemia, necesitamos aprobar una legislación que finalmente garantice la atención médica a cada hombre, mujer y niño — y que esté disponible para personas empleadas o desempleadas, a cualquier edad.

La pandemia también ha dejado en claro la irracionalidad del sistema actual. Increíblemente, en medio de la peor crisis del cuidado de la salud en la historia moderna, miles de trabajadores médicos están siendo despedidos y muchos hospitales y clínicas están a punto de declararse en quiebra y cerrar. La verdad es que no tenemos un “sistema” de atención médica. Tenemos una red bizantina de instituciones médicas dominadas por los intereses lucrativos de las compañías de seguros y farmacéuticas. El objetivo de un nuevo sistema de atención médica, necesario desde hace mucho tiempo, Medicare para todos, debe ser brindar acceso a la salud a todos, en todas las regiones del país — no miles de millones en ganancias para Wall Street y la industria de la atención médica.

Es innegalble que el virus Covid-19 ataca a cualquier persona, en cualquier lugar, independientemente de sus ingresos o posición social. El príncipe Carlos de Gran Bretaña fue diagnosticado con Covid-19, igual que el primer ministro británico, Boris Johnson, quien acaba de salir de un hospital. Gente rica contrae el virus y gente rica muere. Pero también es cierto que las personas pobres y de la clase trabajadora sufren tasas más altas de enfermedad y mueren a tasas mucho más elevadas que las personas ricas.

Esto es especialmente cierto en la comunidad afroamericana. Esta disparidad en los resultados de la exposición al virus es un reflejo directo no solo de un sistema de salud descompuesto e injusto, sino también de una economía que castiga, de una manera terrible, a la clase pobre y trabajadora de este país.

Además de millones de familias de bajos ingresos que carecen del seguro de salud, el virus Covid-19 es inmisericorde e increíblemente oportunista para atacar a personas con afecciones preexistentes y sistemas inmunes debilitados. Por una amplia variedad de razones socioeconómicas, son los pobres y la clase trabajadora en este país quienes se encuentran exactamente en esa posición, ya que sufren tasas más elevadas de diabetes, adicción a las drogas, obesidad, estrés, presión arterial alta, asma y enfermedades cardíacas. y son más vulnerables al virus. Las personas pobres y de clase trabajadora tienen menores expectativas de vida que las personas ricas en general, y esa trágica injusticia sigue siendo aún más cierta con respecto a esta pandemia.

Además, mientras los médicos, gobernadores y alcaldes nos dicen que debemos aislarnos y quedarnos en casa, y que las personas ricas se dirigen a sus segundas residencias en áreas menos pobladas, las personas de clase trabajadora no tienen esas opciones. Cuando se vive de cheque en cheque y no se puede tomar una  licencia médica y familiar pagada, quedarse en casa no es una opción. Para alimentar a la familia y pagar el alquiler, hay que trabajar. Y, para la clase trabajadora, ello significa dejar su hogar y hacer trabajos que interactúen con otras personas, algunas de las cuales están propagando el virus.

¿En realidad, deberíamos continuar por el sendero de la codicia y el capitalismo sin restricciones, en el que tres personas poseen más riqueza que la mitad de la nación con ingresos más bajos, y decenas de millones viven en la desesperación económica, luchando por poner comida en la mesa, pagar la vivienda y la educación y reservar unos pocos dólares para la jubilación? ¿O deberíamos avanzar en una dirección completamente nueva?

En el curso de mi campaña presidencial, traté de seguir los pasos del presidente Franklin Delano Roosevelt, quien, durante la década de los años treinta y cuarenta, entendió que en una sociedad verdaderamente libre, los derechos económicos deben considerarse derechos humanos. Eso fue cierto hace 80 años y sigue siendo cierto hoy.

Ahora haré todo lo que esté en mi poder para unir a este país para ayudar a Joe Biden a derrotar al presidente más peligroso de la historia moderna de Estados Unidos. Y continuaré argumentando enérgicamente que debemos abordar las desigualdades que contribuyeron al ascenso de Donald Trump, cuya crueldad e incompetencia le han costado la vida a los estadounidenses durante esta pandemia.

No bastará con simplemente oponerse a Trump: tendremos que articular una nueva dirección para Estados Unidos.

La nueva América por la que luchamos debe terminar con los salarios de hambre en nuestro país y garantizar un trabajo decente para aquellos que tienen capacidad para trabajar.

No podemos ser competitivos en la economía global o ser una democracia fuerte a menos que garanticemos una educación de calidad, desde el cuidado infantil hasta el posgrado, para todos los estadounidenses.

Debemos emprender un programa de construcción masivo que ponga fin a la carencia de vivienda y permita que toda nuestra gente viva en sitios seguros y de costos asequibles.

Debemos asegurarnos de que nuestras comunidades estén libres de contaminación en nuestro aire y agua, y que lideremos el mundo en la lucha contra la amenaza existencial del cambio climático.

Debemos amar y respetar a nuestros mayores, y asegurarnos de que todos los estadounidenses tengan una jubilación segura y digna.

Me canso mucho de los políticos y expertos que nos dicen lo difícil que es lograr cambios fundamentales en nuestra sociedad. Se ha dicho ampliamente que Nelson Mandela pronunció las palabras siguentes: “Siempre parece imposible hasta que se logra”.

Póngamonos a trabajar hasta lograrlo.