Wikipedia: “Apocalíptico I”, obra del artista mexicano Mauricio García Vega.

Inmisericorde, la pandemia avanza a través del planeta con creciente ferocidad, cobrando un desmesurado saldo en muertos y contagiados, en muchos casos erosionando los logros registrados. Unos dicen es la segunda fase; otros que la primera nunca terminó. 

Encerrados durante meses, o con movilidad limitada, se hacen más evidentes que nunca las profundas desigualdades sociales. De manera que las condiciones del aislamiento obligado son brutales para los de abajo, mientras que para los de arriba, los ricos y poderosos, no es más que la molestia de permanecer en su segunda o tercera casa de campo. 

Pero va mucho más allá de las cuatro paredes y las condiciones físicas del encierro. Unos tienen acceso virtual al mundo, otros escasamente. Pocos tienen liquidez económica; muchos ya no dan abasto.

Porque el virus no perdona, ha llegado a las cúpulas de poder. Jefes de estado, empresarios, políticos han sido diagnosticados positivos con Coronavirus. 

Pero como las injusticias sociales y económicas benefician a los ricos y poderosos, éstos tienen acceso a mejores médicos. Mejores hospitales. Se hacen pruebas antes que otros. 

En pocas palabras, en cuestiones de vida o muerte, sus privilegios les protegen de morir solos y abandonados como otros cientos de miles por todo el planeta. 

Este flagelo afecta con mayor furia a las comunidades que, además, de ser pobres son de color: Negros, latinos, asiáticos. El racismo significa que viven menos y en peores condiciones, que son sometidos a constantes humillaciones, que a diario les hacen sentir que son extranjeros no bienvenidos.

Se ha impuesto la ley de la selva: solo sobreviven los poderosos.

Al mismo tiempo, la pandemia ha dado un enorme aventón a una contracción de la economía como no se ha visto en tiempos modernos — una economía que sufría los problemas estructurales del neoliberalismo.

Millones están sin empleo.

Sin acceso a la salud.

Retrasados en pagos de servicios.

Se anticipan los desahucios de millones de inquilinos que se han retrasados en sus pagos porque no tienen con qué. Los bancos ya no prestan. 

La economía nada que mejora. 

La ayuda gubernamental para mantener funcionando la economía cae en las garras de la corrupción. En EUA, los más cercanos al poder han sido quienes han recibido la asistencia del gobierno — para otros cuantos, migajas. Para el resto nada.

En EUA con 134 mil muertos, las imágenes de Trump — quien ha minimizado la pandemia, luego recomendado tratamientos que no resultaron — jugando golf solo muestran el desconecte entre los poderosos y la gente común y corriente. El que lo acompañen políticos y empresarios ilustra lo poco que les preocupamos.

Ni una palabra de compasión ante el sufrimiento humano sale de la Casa Blanca.

Cuando se pase la página de esta horrible noche, para sobrevivir el mundo, se exigen cambios revolucionarios. Cambios que aborden de frente la crisis económica, la desigualdad, la corrupción.

Para lograr que sea fructífera esta discusión, el pueblo debe seguir movilizando. Solo así saldremos bien librados de este Apocalipsis de la era digital. 

Otra semana que pasó en EUA.

CFT
Director El Molino Online
Pennsylvania, EUA,
07/12/2020