DuqueMientras el presidente Duque estaba en China vendiendo aguacate, la revista The Economist Intelligence Unit,edición del 25 de julio publicó un artículo titulado “El primer año improductivo de Duque” en el que básicamente le dicen a Duque que perdió el año.  Rápidamente, el patrón, léase mister president, léase Álvaro Uribe Vélez salió en defensa del pupilo en el tuiter, ¿defensa? No.

Para defender a Duque el patrón se dedicó a cuestionar la credibilidad de la prestigiosa publicación aduciendo que “mientras se dedican a maltratar a Duque, tapan el nefasto gobierno de Santos y los sobornos que lo reeligieron”.  ¿Say what mister president?  O ¿Qué qué patrón?

¿Es esa la mejor defensa que puede hacer de la gestión de su pupilo?

¿Se le olvidaron los honorarios del publicista?

No mames diría el lado mexicano de mi hija.

La verdad el artículo no es de lo más inteligente que ha producido le unidad de inteligencia del Economist.  A mi me parecen las críticas algo superficiales pues se centran en la falta de acción legislativa que ha sido más culpa del centro democrático y de las jugaditas de los presidentes de senado y cámara que de Duque.

Y para seguir con el tono mexicano; luego luego, la opinión de The Economist fue ratificada ampliamente por el 68% de los colombianos que consideran que “las cosas van por mal camino.  La imagen positiva del presidente llegó a un nivel muy bajo 27% y el pesimismo de los colombianos al más alto nivel de los últimos tiempos 73.8%.

Estos datos provienen de la encuesta de Invamer Gallup contratada por le revista Semana, Blu Radio y Caracol Televisión y que se realiza periódicamente.  En todas las categorías el presidente Duque se rajó

¿Qué dirá el Patrón?

El desempleo sube.  Las proyecciones de crecimiento económico disminuyen.  Siguen matando líderes sociales a diestra y siniestra.  Los escándalos de corrupción aparecen como mosquitos en un charco después un aguacero.  La justicia ya no cojea, se arrastra.

Entre la gente con que interactúo la percepción de inseguridad es generalizada, hace un par de días un amigo me decía ¿qué pasa en Colombia que nos estamos matando?

El ministro de defensa anda como el pato, un paso, una cagada.  Le mintió al país en el caso del asesinato del excombatiente Dimar Torres.  Se hizo el pendejo cuando empezaron a estallar los escándalos de corrupción que le han costado la cabeza a uno que otro general y que tienen seriamente cuestionados a excomandante y al actual comandante de las Fuerzas Armadas y para rematar se apresuró a dar una versión confusa de los hechos en que un adolescente llamado Rafael Antonio Caro murió por heridas de bala cuando intentaba penetrar a las instalaciones de la Quinta Brigada del ejército en Barrancabermeja.

Y así la mayoría del gabinete.  Hay excepciones claro, no más faltaba.

La carátula de Semana este domingo es una foto de Duque con el titular Año de Aprendizaje.

Me gusta. Me genera tres preguntas:

¿Cómo carajos se nos ocurrió elegir un presidente que llegaba a “aprender”?

Bueno se entiende porque la alternativa era Petro que sabe tanto que sabe a lo que sabemos.

¿Habrá aprendido?

“Inch Allah” porque si no aprendió, nos llevó el mismísimo demonio.

¿Qué necesitamos que haya aprendido?

Que gobernar no es tocar guitarra y jugar futbol y pasearse por el país cual presentador de televisión.

Que gobernar no es escoger las prioridades que le dicta el patrón.  Por ejemplo, que él no fue elegido para que tumbara a Maduro y que Colombia perdió el tiempo, y la cara, en la intentona de la ayuda humanitaria y del concierto de Cúcuta.

Que gobernar no es pegarse 19 paseos al exterior en un año de gobierno.

Que un acuerdo de representación política en un gabinete no es necesariamente repartición de mermelada.  Claro que la mermelada facilita, pero corrompe.  Es mucho más difícil una concertación programática, sobre todo cuando el partido de gobierno es intolerante y extremista.

Que gobernar no es hablar bonito.  Que hay que hacer y liderar.  Hasta la fecha de eso le hemos visto poco al aprendiz de presidente.  Ojalá que no le suceda lo del músico que se pasó el concierto afinando el instrumento y no llegó a tocar una sola pieza.

Imagen cortesía The Economist

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