Un debate fundamental que debe dar nuestra sociedad es el que ha planteado un grupo importante de escritores entre los que figuran JK Rolling y Noam Chomsk.

En efecto exponen estos autores que ha surgido una preocupante tendencia a imponer ciertas ideas mediante una forma de persecución que consiste en la “moda de la humillación pública y el ostracismo” contra quienes no dicen lo que se quiere oír.

 

Juan Manuel UrrutiaEsa costumbre que es la práctica preferida de los regímenes autoritarios, de derecha o de izquierda, y que casi siempre es el arma de discusión de los extremistas ha ido invadiendo el espectro de otras tendencias del pensamiento.

“150 prestigiosos intelectuales firman una carta alertando del auge de la intolerancia en la izquierda”. Titula el diario español ABC, refiriéndose a la carta firmada por 150 escritores, académicos y periodistas.

La gran preocupación que hace ya un buen tiempo, vienen exponiendo algunos pensadores y comentaristas y que recogen en su carta los firmantes, es que se ha desarrollado un comportamiento que sugiere que hay una forma de pensar correcta y que quien disienta de esa forma de pensar debe ser expuesto, humillado, sometido al ostracismo.

El concepto de “políticamente correcto” que en sus inicios se refería a una forma del lenguaje, proponiendo que ciertas palabras tenían implicaciones racistas, sexistas, homofóbicas y otras se ha ido trasladando a un concepto perverso, el del “pensamiento políticamente correcto” que es fundamentalmente excluyente.  

El debate de las ideas es fundamental para el avance del pensamiento.  La discusión de diferentes interpretaciones de la historia, de las tendencias de la sociedad, de la evolución de las ideas políticas es indispensable para el avance del conocimiento.

Decidir que hay unas concepciones de la vida que son “las buenas” y que las concepciones diferentes son malas y deben ser “expuestas”, es excluyente.  Peor aún cuando esas reacciones se hacen en nombre de lo “incluyente”.

Aduciendo una defensa de la equidad entre las razas, de la equidad de género y de la inclusión sexual se ha ido consolidando una “moral correcta enceguecedora” que es fundamentalmente extremista y excluyente.  El pensamiento diferente es atacado, criticado y su autor perseguido.

Desaparecieron las diferencias que quienes profesan esa moral correcta enceguecedora tanto defendieron.

Es bien triste que los colores del arco iris, símbolo de los movimientos que defienden la igualdad, estén desapareciendo en el espectro del pensamiento y de las ideas.  Todo es blanco o negro. El debate y la construcción de conocimiento que se nutren de las diferencias, son cada vez más grises.

Permítanme defender a Cristobal Colón por sus hazañas de navegante osado o a Sir Winston Churchill por haber liderado al mundo libre en su lucha contra el fascismo, sin tildarme de racista.  Permítanme decir que entiendo que el esclavismo fue una de las grandes perversiones de la humanidad pero que no por ello podemos descalificar a importantes personajes de la historia porque siguieron la corriente prevalente en su tiempo sin tildarme de defensor de los negreros.

 Permítanme defender las negociaciones de paz con las FARC sin tildarme de mamerto y permítanme criticar el esperpento que resultó siendo la JEP sin tildarme de paraco.   No soy ni lo uno, ni lo otro.  Ni siquiera incoherente.  Simplemente veo los matices y lo digo.