Imagen cortesía Reuters

A medida que las cifras del Covid-19 nos embisten, cada vez con mayor agresividad, analistas serios, culebreros audaces, políticos corruptos y políticos inescrupulosos, gremios de unos y gremios de otros proponen un debate que creo imposible.  ¿Economía o salud?

Después de revisar varias publicaciones que me parecen serias y de revisar los indicadores que se usan en la discusión, se me ocurre que el debate entre salud y economía es imposible.  ¿Puede uno preguntarse, por ejemplo, si a la hora de tomar decisiones sobre cuarentenas o días sin IVA, es mejor mirar la tasa de desempleo y olvidarse del número de nuevos casos por día, o viceversa? O ¿A qué nivel de descenso del PIB hay que abrir la economía, pase lo que pase? 

Juan Manuel UrrutiaDesde una posición puramente economicista, podría uno plantear que el daño resultante de la pérdida de millones de empleos y de la quiebra de muchas empresas es mucho mayor que el efecto de la pandemia.  En la extrema derecha norteamericana ha surgido con mucha fuerza una posición es ese sentido que ha llegado a proponer que la pandemia es poca cosa y que todas las medidas restrictivas son producto del deseo de controlar a la sociedad por parte de epidemiólogos histéricos aliados con el partido demócrata para derrotar a Trump en noviembre.

A ello responderán quienes defienden las medidas restrictivas extremas que la prioridad es y debe ser salvar vidas y que los costos económicos se deben atender con los recursos del Estado.  De todo lo que he oído en esta materia. 

La segunda posición fue la que esgrimió la alcaldesa de Bogotá en abril cuando el gobierno nacional empezó a anunciar su famosa apertura gradual con confinamiento obligatorio responsable, frase que parecía de Cantinflas.  Una posición radical que tiene unas bases concretas planteadas por los epidemiólogos y que resultó derrotada. 

Una frase me caló: “como equipo de gobierno lo que tenemos que evitar es que se muera gente en las calles y en las urgencias de los hospitales, que nos toque abrir fosas comunes porque no alcanzamos a enterrar a los muertos, que se empiecen a suicidar quienes están en la primera línea de atención por el estrés que les produce la situación de caos en un sistema colapsado”. Ni salud, ni economía, simple pragmatismo.  Al drama de la pandemia los gobernantes tratan de evitar situaciones catastróficas que minan la moral de la población.  “para que me cuido si igual nos estamos muriendo como moscas fumigadas”

En un trabajo de la BBC hace una semana se planteaba que, para ordenar la reapertura gradual, los gobernantes deberían tener en cuenta cuatro indicadores epidemiológicos, a saber,

  1. Un descenso continuo de 5 días, por lo menos, en el promedio ponderado de nuevos casos de los siete días anteriores.
  2. Una capacidad de procesar 150 pruebas por cada 100,000 habitantes, lo que en Colombia significaría estar procesando 75,000 pruebas diarias cuando estamos procesando 30,000 
  3. Una tasa de positivo en máximo 5% de las pruebas realizadas cuando hoy tenemos el 25% en el promedio nacional, con índices mayores en algunas ciudades como Bogotá.
  4. Una tasa de ocupación de las UCIs inferior al 70%.  En Colombia están casi todas las ciudades en más del 80%, Bogotá en 90%

Si se aplican estos indicadores casi toda Colombia, pero sobre todo Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali deberían seguir en estricta cuarentena obligatoria. ¿Y el desastre económico y social?

The Economist publica desde el comienzo un boletín semanal con muy buenos artículos sobre toda esta pandemia.  El número de esta semana trae un artículo que me ayuda a resolver el dilema.  La conclusión del artículo es sencilla, cuando hay un número importante de personas contagiadas pequeños cambios en el comportamiento de las personas pueden disparar los contagios ya que la progresión es geométrica.

El artículo plantea que la “apertura gradual o un evento como el día sin IVA del 19 de junio, si pudieron haber disparado la tasa de contagios en Colombia.  Es cierto que el artículo se refiere a los Estados Unidos, pero se refiere es al contagio. Es decir, en momentos en que todos los indicadores decían que había que cerrar más y abrir menos, el gobierno nacional optó por preferir la economía.

Estamos completando 120 días de restricciones, unas más duras unas más blandas.  Estamos completando 120 días con el presidente en calidad de presentador de televisión gobernando por la vía de decretos y descargando toda responsabilidad en las autoridades territoriales.  Estamos completando 120 días de quejas por parte del presentador de televisión de que gente no ha sido responsable, como si quisieran echarle la culpa de este desastre a la gente. 

 Yo gobierno bien, pero ustedes no obedecen, parece ser el mantra del presentador.

Nos encerraron en marzo para tener tiempo de preparar mejor el sistema de salud.  Luego nos propusieron una apertura gradual, en un momento en el que las cifras no daban.  La alcaldesa Claudia López recibió muchas críticas por su oposición a esa apertura gradual.   Si lo que dice el artículo de The Economist es cierto, esa gradualidad puede ser la causante del crecimiento actual de las cifras de contagio que nos tiene tan abrumados.  

Para rematar parece que el efecto da la “gradualidad” no ha sido tan positivo como nos quieren hacer creer, la economía sigue postrada.

En su talk show de las seis el presidente Duque ha explicado mucho pero no ha explicado nada.  La alcaldesa Claudia López ha gritado mucho, ha regañado mucho y hay áreas en que está desbordada y parece no quererlo admitir.  El alcalde de Medellín, que hasta el Economist alababa hace tan sólo unas semanas, está también desbordado, igual sucede en Cali, en Cartagena y en Barranquilla.

Cuando se ordenó la cuarentena estricta en marzo, se dijo que lo hacían porque los modelos de sus expertos epidemiólogos mostraban que había que prepararse para un pico que llegaría en algún momento a mitad de año, pregunto: 

¿Por qué tras cuatro meses de “prevención y acción” no hay la capacidad de procesamiento de pruebas para controlar la epidemia?  

¿Porqué, pese a que se consiguieron los respiradores, la capacidad de UCIs no ha aumentado lo suficiente, por falta de recursos humanos?

¿Tenía sentido promover y ordenar la apertura a la medida de lo indicado por los gremios cuando ninguno de los indicadores epidemiológicos estaba en el nivel deseable?