En el año 2000, siendo yo director del ICBF, salió una encuesta sobre la imagen de las instituciones colombianas.  Encabezaba la lista la Iglesia Católica seguida por las Fuerzas Armadas y la Policía y en un honroso cuarto lugar estaba el Instituto.  

Imagino que si esa encuesta la hicieran hoy, el resultado sería bien diferente.

Ha llegado la hora de pedir más que explicaciones e investigaciones exhaustivas.  Ha llegado la hora de exigir.

Juan Manuel UrrutiaEl Presidente de la República es el jefe supremo de las fuerzas armadas.  Él y su ministro de Defensa son el Gobierno en toda materia relacionada con las fuerzas militares y de policía.

Ha llegado la hora para que el presidente de Colombia deje de lado la telenobela de las seis y gobierne.

Colombia no puede tolerar más hechos criminales cometidos en el seno de las fuerzas armadas.  Colombia no debe permitir que continúe la impunidad que se esconde detrás de traslados, investigaciones disciplinarias sin conclusiones y una fiscalía inoperante.

Unos son asesinos, muchos corruptos, otros chuzadores, otros cómplices  de los peores delitos y ahora violadores de menores de edad.

Ante la noticia de la violación de una niña Embera Chami en Risaralda por 7 soldados, el país reaccionó indignado, el presidente salió con la babosada de la cadena perpetua que no se puede aplicar. 

 La fiscalía resolvió que la VIOLACIÓN había sido acceso carnal abusivo en menor de catorce años con agravantes.  ¿Qué se podía esperar del fiscal de pacotilla?  Se fueron por la fácil. 

El delito que cometieron los soldados se llama acceso carnal VIOLENTO y secuestro, la tuvieron 15 horas detenida contra su voluntad.

Ni fue un falso positivo como insinuó la senadora Cabal ni un caso aislado como lo pretende presentar la periodista de derechas, Salud Hernández.

Ahora, por una vez, los culpables están detenidos, aceptaron cargos y recibirán sentencia pronto.  No los han debido trasladar a otro batallón. A una cárcel es a donde han debido ir a parar.  Con escala en el resguardo Embera, para que la comunidad los juzgara y les dieran sus azotes.

Y se vino la reacción en cadena.  En el Guaviare miembros de otro batallón violaron en septiembre de 2019 a otra niña y al parecer a cinco más.  A esos no les pasó nada, como a los curas pederastas los trasladaron.  El ejército explica que ya no están en sus “cargos” sino que desempeñan labores administrativas.  Ahí fallaron todas las instituciones, el ejército, la fiscalía, la procuraduría.  El peor de todos el ICBF, que conociendo el caso decretó medida de “restitución de derechos” (????) y mandó a la pobre víctima a un hogar de paso. 

El ejército acepta los hechos.  Dice que hay una investigación disciplinaria.   La fiscalía dice que hay un proceso ¿aperturado? (eso qués?).  El comandante general de las fuerzas armadas le contesta a una emisora que él no tiene tiempo para ocuparse de esos asuntos que él tiene que mantenerse concentrado en cosas más importantes.  ¿en serio?

El ministro de defensa, en cuarentena.  ¡Ni mú!

Caracol TV denuncia otro caso más, esta vez en un batallón de Infantería en Bogotá.  Esta vez un miembro del ejército abusó de una niña de 4 años.  Lo trasladaron y están “investigando”.  Este sucedió hace poquito, dos años, en 2018.

Ya no pueden seguir diciendo que son casos aislados. Ya no pueden decir que hay una “conspiración” para desacreditar a las fuerzas armadas.  Ese trabajo lo hacen ellas solitas.

La cultura del delito se ha convertido en la cultura imperante en el seno de las fuerzas armadas.

Un ejército que asesina y tapa como en el caso de Dimar Torres.

Un ejército que viola y tapa.

Batallones desordenados, indisciplinados, descontrolados, como el que describe Salud Hernández en su crónica sobre la violación de la niña Embera Chamí y el que muestran las denuncias de Guaviare.

Un ejército que mira para otro lado cuando asesinan líder social tras líder social

Un ejercito que utiliza los recursos de inteligencia para obedecer oscuras instrucciones, que vienen de arriba, y perseguir a quienes disienten o cuestionan.

Un ejercito que se esconde detrás de la “reserva por seguridad” para no explicar casos de flagrante corrupción.

Un presidente al que se le olvidó gobernar por estar ocupado telenoveleando

¿No será que ha llegado la hora de una purga de verdad?