Obama en la Convención DemócrataLa nota sobre las convenciones ya estaba escrita. Yo pensaba que el discurso de Barack Obama no cambiaría mucho lo que yo pensaba y quería decir. Estaba muy equivocado.

Reflexiones de Juan Manuel UrrutiaHay momentos en la vida que lo marcan a uno. Uno de esos momentos fue la noche de la elección de Barack Obama como el primer presidente negro de los Estados Unidos. Estaba en Suráfrica, trabajando para una ONG estadunidense, por lo tanto, muy cercano de la política de esa nación.

Trasnochamos, con Mónica, que es gringa, esperando los resultados. Me quedé estupefacto mirando la explosión de júbilo que se tomó a la ciudad de Washington esa misma noche. Era un momento histórico. Vino la posesión, suntuosa, emocionante y ya casi ocho años de gobierno.

Ha tenido altos y bajos, como todo gobierno. Más altos que bajos y también más obstáculos y trabas por parte de una oposición republicana marcada por la agenda del “tea party”. Hubiera podido hacer más, pero también hubiera podido hacer menos. No es tiempo de balances.

El miércoles pasado, viendo el discurso de Obama en la convención de Hillary, y hoy volviéndolo a ver, me he dado cuenta que en mi caso personal ha sido uno ¡de esos momentos!

Contundente, revelador e inspirador.

Mi primera reacción fue definitivamente el tipo es un gran orador. Luego me coloqué, como dicen ahora, analítico. El discurso tuvo todos los elementos de un discurso para la gran audiencia, los millones de televidentes que seguramente lo estaban viendo.

Obama hizo la tarea. Trapeó con el peluquín, es que los peluquines son muy buenos para trapear. Hizo un elogio objetivo y concreto de Hillary. Hay que reconocerlo, la trayectoria de la señora da para los elogios. Yo insisto en qué a mí, me produce desconfianza por lo cercana a la maquinaria, pero la Hillary se las trae, como dicen los españoles.

Y eso fue contundente.

Adicionalmente el discurso de Barack Obama tuvo un momento de grandeza. Ese momento comenzó con una simpática frase que dice mucho. En los Estados Unidos se silba o chifla como parte de los aplausos, la desaprobación se manifiesta con ruidosos “booo”. Cuando mencionó a Trump, la audiencia comenzó con los “boooo”. Y Obama muy tranquilo, dijo “don´t booo, vote” (no rechiflen voten), un muy buen llamado a la acción.

Y de ahí en más, se fue in crescendo.

Con una oratoria maravillosa, con un manejo de los tiempos y los silencios, construyó una maravillosa oda al optimismo, a la fe y a la acción desde la fe y el optimismo. Le dio un profundo sentido, casi filosófico al “Yes we can” que no traduce Si se puede sino “Si PODEMOS”.

Le habló de fe y de esperanza a los padres de los niños afrodescendientes que ven salir a sus hijos a la calle con el corazón en la boca y le habló de esa misma fe y esperanza a las esposas de los policías blancos que ven a su compañero ponerse el uniforme azul para ir a su trabajo, también con el corazón en la boca. Pero también les habló de acción. Les recordó que las leyes de control de armas no van a cambiar sino cuando haya suficientes voces para acallar al lobby de las armas.

La habló de fe y esperanza, y de acción y de compromiso a quienes día a día combaten el terrorismo.

Les propuso a sus conciudadanos reemplazar el miedo, el sectarismo y el temor, por la acción desde la fe y la esperanza.

Inspirador.

Yo me quejo mucho. Me enfurecen la corrupción y el desgobierno. Me indignan los salarios de los congresistas. ¿Y qué?

He ido perdiendo la fe y la esperanza. Y eso está mal. Tengo tres hijas y dos nietos maravillosos. Todos ellos se merecen un futuro mejor. No tengo derecho a perder la fe y la esperanza. De nada me sirve.

Lo inspirador del discurso de Obama, es que nos propone que los cambios se hagan en donde se deben hacer: en la arena política, votando, exigiendo, protestando y actuando.