Quienes conocen al Presidente Santos saben que es un muy hábil negociador y un gran jugador de Póker.  Resulta que en el Póker, el secreto de la mano, la habilidad de no mostrar nada, el “poker face”, le dan ventaja al jugador experto.  En el tema de los diálogos de paz el Presidente Santos ha estado jugando una muy difícil mano de póker.

Durante semana rumores iban y venían.  Todos los medios habían oído hablar de posibles acercamientos con las FARC.

El ex presidente Uribe, acorralado por los escándalos de drogas y asesinatos, nombrados por los ex generales Mauricio Santoyo Velasco, condenado el EUA y Rito Alejo del Río, condenado en Colombia, intentó desviar la atención, comenzando a exigir que el Gobierno confirmara o negara si había negociaciones con los terroristas.

EL Presidente  Santos, sin pelear con él, lo desmintió diplomática pero tajantemente.  Dijo “el Gobierno ha iniciado conversaciones exploratorias buscando acuerdos para sentarse a dialogar sobre la paz”.  Explicó que todo diálogo se dará con base en tres premisas fundamentales: “aprender de los errores del pasado para no repetirlos; que cualquier proceso tiene que llevar al fin del conflicto, no a su prolongación, y que se mantendrán las operaciones y la presencia militar en todo el territorio nacional”.

A buen entendedor pocas palabras:  el Gobierno no está ni ha estado negociando.  Para quien sabe lo que es la negociación, conversar no es negociar.

Tratemos pues de entender qué es lo que aquí ha pasado.  ¿Cuáles pueden ser las razones que tuvo el expresidente Uribe para lanzarse a cuestionar al gobierno y a acusarlo de estar negociando con los terroristas?

Se me ocurren dos.  La primera, tender un manto de duda sobre las políticas y estrategias de seguridad del gobierno de Santos.  Manto de duda que, según los cálculos egoístas de Uribe y sus amigos del Puro Cuento Democrático, redundará en un mayor apoyo al proyecto político de extrema derecha que ellos trataron de posicionar como el puro centro.

Desestabilizar al Gobierno de Santos, crear divisiones entre los mandos militares, promover la deslealtad hacia el comandante supremo de las fuerzas armadas, piensan ellos, favorecerá las intenciones de volver al poder del ex presidente que se confesó cuando dijo “me faltó tiempo para agredir a Venezuela”.

La segunda, desviar la atención de un país, que Uribe está recorriendo para promover su Cuento,  y que presencia cómo cada día que pasa aparece un escándalo más en el círculo íntimo del expresidente.

No le salió.

Desde el momento en que Uribe comenzó con sus trinos, y con sus discursos y su arenga guerrera, la gente pensante se fue alineando a favor de la idea de un diálogo para buscar la paz.

La gente pensante, los líderes de opinión, le recordaron a los colombianos que quien se rasgaba las vestiduras acusando al gobierno de negociar con los terroristas delincuentes era el mismo que había desmovilizado a los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) tras un pacto secreto, cuyos único efectos fueron la extradición de los cabecillas para que no tuvieran que responder por sus atroces crímenes ni reparar a sus víctimas.

Ese proceso que se llamó de Justicia y Paz no tuvo un gramo de justicia y la única paz que dejó fue la de Mancuso, Don Berna y sus aliados muertos de la risa en las cárceles gringas mientras su secuaces conformaban las Bandas Criminales, BACRIM que hoy en día siembran el terror en el campo y las ciudades colombianas.

La animadversión y la inquina con las que el expresidente y sus amigos del  puro cuento atacan la probabilidad de un proceso de diálogo para buscar la paz con los actores del conflicto, que desangra a Colombia desde el siglo pasado, no es tan siquiera una posición ideológica, es una táctica para que su sucesor, el Presidente Santos,  no vaya a tener éxito en el terreno del gran fracaso de la Seguridad Democrática.  Prefieren un país desangrándose bajo su mando sanguinario y corrupto a un país buscando la paz.

Mientras eso sucede, el Presidente Santos va destapando sus cartas con firmeza, con discreción.

Está reorganizando su gabinete. Sabe que al anunciar la iniciación de un proceso que buscará crear las condiciones para una terminación negociada del conflicto se la está jugando toda.  Sabe que a partir del discurso de ayer, todos y cada uno de los colombianos tendremos la fórmula mágica para esa negociación y el listado completo de las condiciones que se le deben imponer a los guerrilleros o a los terroristas, eso dependiendo de qué lado nos estemos alineando.

Sabe que al anunciar el inicio de este proceso ha redefinido la agenda política de los próximos años.

Sabe que si aspira a la relección será este proceso el que le dé la victoria o lo derrote.  Como buen jugador de póker, Santos ha resuelto jugársela toda por la paz. ¿Por qué? Porque sabe que tiene una mano ganadora.  El profesor Fernando Cepeda, ex ministro del Gobierno Barco, ex rector de la Universidad de los Andes, reconocido analista de la vida nacional, me decía anoche “maestro no se le olvide que lo que el Presidente sabe es negociar, que su formación al lado de don Arturo Gómez Jaramillo en la Federación de Cafeteros fue la de negociador”.

Yo no soy muy buen jugador de póker.  Pero en este caso apuesto mis restos a que esto le va a salir bien al presidente.  Yo siempre he apostado por lo que quiero que suceda.  Y porque tuve la suerte de vivir la política al lado de dos hombres que se la jugaron toda por la paz, Belisario Betancur y Andrés Pastrana, sigo creyendo que cada vez que haya una posibilidad, por pequeña que sea, la nación se la debe jugar por la paz.

Durante ocho años se la jugaron por la guerra y no lograron nada. Adelante Presidente, hablemos de paz, pero en silencio, sin medios, sin chivas, sin titulares.