Tuve cancerYo también tuve cáncer.

En enero de 1998, estaba yo en Yakarta, en donde íbamos a hacer una serie de grupos focales y de entrevistas en profundidad con trabajadoras sexuales y con sus clientes para determinar las bases de una campaña de promoción del uso de condones.  Yo estaba radicado en Rabat de donde volé de Rabat a Paris y de ahí a Yakarta, llegando un domingo en la tarde.  Me instalé en el hotel Sheraton, me reporté con mi colega Anton, quedamos en que me recogería a las 8 am en el hotel.  Un rato de televisión, una pasada por el bar que estaba vacío por ser domingo y me senté a comerme un Nasi Goreng con pollo, plato típico indonesio.  En una de esas se me atoró un pedazo de pollo y me dio un espasmo en el esófago.  No podía tragar, traté de tomar agua y eso se devolvió ahogándome.

Juan Manuel UrrutiaComo podía respirar mientras no tratara de tragar, me salió una extraña calma, tranquilamente me subí a mi cuarto y llamé al teléfono de emergencias de Medex la empresa con la que teníamos el seguro médico de viaje.  Me contestó una mujer muy bien preparada que me hizo describir mis síntomas detalladamente y me dijo que ese tipo de situación la recomendación era una endoscopia.  Me indicó que me quedara despierto para no ir a bronco aspirar y que pronto me estaría llamando para darme la referencia.  Pasaría media hora y me llamó.  Sorpresivamente me informó que Medex no aconsejaba el uso de instalaciones hospitalarias públicas ni privadas en Yakarta.  Que ellos tenían un contrato con un grupo de médicos australianos que tenían un centro de cuidado de urgencias a donde me iban a trasladar esa noche y que a la mañana siguiente me evacuaban a Singapur a un hospital de primer nivel en donde me harían la endoscopia.  Que no me afanara que en dos días estaría de vuelta en Yakarta.

No había desempacado completamente, metí una sudadera y un par de mudas en el maletín de mano que era amplio, la computadora portátil y un par de libros.  Le avisé a mi colega, a quién si le di los detalles de lo que me estaba pasando, pero al que hice jurar que esperaría nuevas informaciones antes de avisar a la oficina en Washington o en Marruecos.  Bajé a la recepción, le dije a la recepcionista que tenía que salir de urgencia, que me guardaran la maleta y que regresaba en dos días para que me mantuvieran la reserva.  Muy amablemente me dijo que me cobrarían solo el 50% de la noche.  Me senté a esperar en el lobby del hotel.  Cuál sería la sorpresa del personal del hotel cuando llega una ambulancia, se baja un médico grandote australiano, con traje de cirugía, me recibe el maletín, me agarra del brazo y me sube a la ambulancia.

En el centro de urgencias había tres cubículos muy bien equipados.  Me hicieron una batería de exámenes y me pusieron hidratación intravenosa para evitar que me diera sed ya que seguía sin poder tragar, me tocaba escupir la saliva que obviamente por la situación se producía a baldados.  Me conectaron a un monitor que tomaba mis signos vitales.  Tuit… tuit… tuit.

Me recosté de medio lado en la camilla, ya muy asustado. Ya eran la tres de la mañana.  A las siete salía a tomar el primer vuelo de Singapur Airlines.  Me quedé dormido.  En medio de mis sueños, tuit…tuit…tuit…silencio. Juepucha ¡me morí!  Falsa alarma el australiano había desconectado la máquina, ya me tenía que despertar para irme para el aeropuerto.  Seguía produciendo saliva a baldados y escupiendo constantemente.  Me llevaron al aeropuerto, hasta la puerta del avión en ambulancia, asiento adelante sin vecino, y yo escupiendo como descocido.  No recuerdo cuánto tiempo dura el vuelo de Yakarta a Singapur, pero obviamente me pareció eterno.  En el avión para distraerme me puse a leer en la revista de Singapur Airlines unas precisiones sobre la vida en la isla.  Pucha, prohibido escupir, so pena de multa o cárcel.  Y yo que no podía para de escupir.  Aterrizamos, me bajé del avión con una bolsita de esas para el mareo ante la atónita mirada de la gente.  Ahí ya no había ambulancia ni nada de nada.  Migración, escupiendo en la bolsa, aduana escupiendo en la bolsa, taxi, escupiendo en la bolsa.  Llegué al hospital y me estaba esperando un doctor Yiang, gastroenterólogo, amable, con un inglés de excelente vocabulario, pero con un acento muy marcado.  Tenía el informe de los australianos que estaba muy completo.  Derecho a una sala de cirugía ambulatoria, sedación y endoscopia, destaparon la cañería y me mandaron a mi cuarto.

Todo el proceso desde que salí del centro de urgencias en Yakarta, hasta que me desperté plenamente en mi cuarto en el hospital había tomado unas ocho horas, o sea eran las tres de la tarde tal vez las cuatro.  Yo moría de hambre.  Llegó el doctor Yiang.  Me dijo Usted tiene una malformación genética muy poco frecuente que se llama “anillo de Schatsky” que consiste en que tiene un estrechamiento del esófago.  No es nada grave, sólo tiene que ser cuidadoso cuando come.  Por ahora lo vamos a poner en dieta blanda.  

Pero, me dijo, durante la endoscopia encontré una lesión que no me gustó porque puede ser cancerosa.  Tomamos una biopsia y el resultado sale en 72 horas.  Hemos recomendado a su aseguradora que autoricen su hospitalización por tres a diez días más para esperar el resultado de la biopsia y si se necesita empezar el tratamiento cuanto antes.  Si la lesión es maligna, la detectamos temprano y es posible que podamos parar la evolución.

¡Pucha tengo cáncer!  Toca avisar a Bogotá.  ¿Qué les digo? pensé

Le pregunté a Yiang, ¿qué hago?  Keep calm, watch movies, we have good TV, after tomorrow you can order food, take it easy.  Esta versión es exacta porque en un diario que hice la copié textual.  Me dijo, además, ahora más tarde viene una persona que le va a ayudar.

Seis de la tarde, sentado en un hospital en el c..o del mundo, con ese miedopavor que lo invade a uno en estos casos, incapaz de pensar en positivo.  Antes de llamar a Bogotá con la que la diferencia horaria era infinita, espero la visita de la persona que me va a aconsejar.  Aparece una doctora de mediana edad, con unos lindos rasgos orientales, muy seria.  Me pregunta que como me siento, como puedo le digo en un respetuoso inglés que estoy cagado del susto.  Me dice que Yiang es el as de la gastroenterología en Singapur y que siempre toma todas las precauciones posibles, que de pronto es una lesión menor pero que Yiang consideró que era mejor actuar ya,  que recomendar otra endoscopia para hacerla biopsia más adelante lo único que iba a hacer era aumentar la angustia.  Me insiste en que no debo afanarme y me aconseja, calle lo negativo, avise que le tienen que hacer otra endoscopia en tres días y que se va a quedar en el hospital pero que todo está bien.  Fácil, me quedo pensando, uno que se revienta de gritar mamita ayúdeme que tengo cáncer y esta doctora diciéndole a uno que se calle la jeta.

Pasaron veintidós años de avances exponenciales en la medicina y a Gustavo Petro le pasó algo parecido, le dijeron que le tenían que hacer una endoscopia para hacer una biopsia de una lesión que PODÍA ser maligna.  Pero a él parece que no le tocó la consejera que me ayudó en Singapur ni nada parecido.  Salió a gritar “colombianos y colombianas, soy Gustavo Petro y tengo cáncer, recen por mí porque me van a hacer una cirugía en Cuba a ver que tan grave estoy”.  Se armó la que se arma siempre. Salieron amigos y enemigos políticos a desearle suerte, recuperación, fuerza en su lucha contra la enfermedad.  También salió un doctor que dijo, ¡pura paja!

Y resultó pura paja.  Qué vergüenza.

Termino mi cuento.  Llamé a Bogotá, sin querer queriendo les conté a mis padres lo que estaba pasando, llamé a Patricia la mamá de Carolina que estaba viviendo en Madrid y le dije lo que estaba pasando y en ambos casos les confesé que estaba asustado.  Mi papá muy tranquilamente me dijo, “esas cosas pasan espera los resultados y nos preocupamos después”, supongo que a Petro nadie le dijo eso.

A los tres días apareció Yiang y me dijo all clear.  Usted tiene una úlcera de origen bacterial   que se cura con un tratamiento de antibiótico, lo vamos a dar de alta, cuídese y evite las atoradas porque en una de esas se le puede complicar.  

De vuelta para Yakarta, tomando antibióticos lo que no es mala idea en un país musulmán en donde el trago no es tan fácil de conseguir.  Acabé la misión, regresé a Marruecos, renuncié a mi cargo porque el episodio me dejó rayado.  Regresé a Colombia en marzo de 1998.  

Durante tres días no pude sacarme de la cabeza que tenía cáncer, pero nunca se me ocurrió salir a gritar “mamita tengo cáncer”, la gente seria no hace eso, señor Petro, ni para conseguir votos.

Si, yo también tuve cáncer y a mí también se me quitó a los dos días.  

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