A lo largo de la historia, o del tiempo en el que hemos estado destruyendo el planeta, pandemias han habido muchas. Algunas registradas, documentadas, analizadas; otras sobre las cuales no tenemos muchos detalles. A diferencia de las pandemias anteriores, pestes negras, plagas bubónicas, influenza — es ésta la primera vez en que la tecnología nos permite trabajar, estudiar, mantenernos informados. A la distancia. Y, también nos hace posible compartir nuestro encierro con amigos y conocidos.

Zoom. Twitter. Facebook. Wassap. Skype. Estos son algunas de las plataformas gracias a las cuales podemos ver rostros, escuchar voces, dando una dimensión tétrica y fantasmagórica a nuestras relaciones: juntos pero más separados que nunca. Lo que nos une nos separa. 

En algunas partes del mundo ya están comenzando a relajar un poco las restricciones del confinamiento. ¿Decisión acertada, o errada? Pronto lo sabremos.

Mientras tanto, hemos formulado una serie de preguntas muy elementales a algunos lectores y lectoras del Molino Online. Estas preguntas básicamente son referentes a la información sobre cómo ocupan las horas, y en conclusión solicitan una reflexión sobre qué han aprendido del encierro. 

Publicamos en el orden que recibimos respuesta. Si tienes algo qué compartir, esta página seguirá abierta y actualizaremos conforme recibamos tus comentarios. 

Por correo

Harold Alvarado Tenorio. Poeta, Crítico literario, Autor, Comentarista sobre la tragedia humana. Colombia. 

Poetas colombianos: Harold Alvarado Tenorio
Harold Alvarado Tenorio

Cuando compré la novela de Camus, en mi adolescencia, traté de leerla varias veces, pero el asunto me aburría. No sé de dónde sacaba yo que ese texto era un invento metafórico, que debe serlo, de algo que yo tampoco entendía ni percibía. No recuerdo si llegué a leerla completa, a pesar de que la escritura y las reflexiones de Camus, y en especial, en aquellos años, su teatro, me fascinaron. Debió ser porque desde el comienzo del libro aparecían cientos de ratas y eso me repugnaba. Tanto las ratas reales como las de cuello blanco.

Pero como en mi caso, en La Peste los oranitas se creían eternos, exentos, de la caída. No aceptaban que la peste es real y les rodea. Y mueren por cientos.

Al comienzo de la peste que nos arrasa ahora, yo tampoco caí en cuenta que podía afectarme, que podía hacernos daño, porque eso quizás era un asunto del otro mundo, porque quizás en Wuhan la gente es muy sucia y por ello enfermaron. Luego me he dado cuenta de que la peste es como el mal, que nos acecha, pero no lo vemos. Remotamente recordaba la peste negra porque había enseñado literatura medieval y el asunto aparece por todas partes. Pero nunca oí hablar de la gripe española y cuando apareció el sida y vivía yo en NY, pensé que era un problema de gente depravada y hambrienta de sexo.

Que cosa más rara esta peste que nos toca ver por la tele y de la cual todo el mundo habla. Tengo setenta y cuatro años y casi nunca he sentido miedo a morir, ni siquiera cuando me he visto con una pistola en la cabeza. Pero ahora he sentido miedo. Qué raro. Me da miedo de morir de la peste, yo que he estado muerto casi tres veces por culpa del páncreas, la vesícula, la obesidad, etc.

La peste entonces es la conciencia al fin de que vamos a morir.

Olga Behar. Politóloga. Autora. Docente. www.utopicos.com.co Cali, Colombia.

Toda mi vida profesional he estado en las calles. Adoro la reportería y difícilmente la abandono. Por estas razones, la gente puede pensar que estar confinada, desde hace 44 días, debería ser tortuoso. Pero no. Adoro mi casa y también forma parte de mí esa característica de escritora solitaria, que me hace disfrutar cada momento dentro de estas cuatro paredes.  

Los días transcurren entre el trabajo intenso, uno que otro libro, series de Netflix que tenía en fila, por física falta de tiempo para verlas, la cocina, que es otra de mis debilidades y la compañía maravillosa de mi hijo y su novia.

Aunque hay días como hoy, que puedo llegar a detestar: dos horas de una junta directiva, seguidas de una hora y media de una sustentación de trabajo de grado; un almuerzo rápido, reunión de profesores (otra hora completa) y un salto rápido a otro enlace, para una conferencia sobre propiedad intelectual y derechos de autor. Entre una cosa y otra, he editado cinco textos periodísticos y he dado instrucciones sobre charlas académicas para mis cursos de la semana entrante. Por días como hoy, no entiendo a quienes dicen que el teletrabajo es más fácil y menos demandante que el presencial. 

Antes de terminar estas líneas, reviso la franja interior de mi pantalla y redescubro la tercera temporada de La Casa de las Flores. Está abierto el primer capítulo desde las 8.31 a.m. y solo alcancé a ver el primer minuto, cuando Paulina De la Mora entraba a la prisión.

Bueno, como se duerme poco en estas noches, este será mi distractor, para no soñar con las cuatro palabras que nos rondan todo el tiempo… Zoom.

Javier Castaño, Director Queens Latino, Queens NY.

En este encierro mundial me acompañan mi esposa Luisa, mi hija Laura y mi nieto Jeremiah de seis años. Nuestro apartamento de Jackson Heights, Queens, tiene dos dormitorios y la sala es inmensa.

Es en la sala donde tenemos los computadores y pasamos la mayor parte del tiempo. Mi esposa diseña y ayuda con las labores administrativas de nuestra plataforma Queenslatino. Mi hija atiende sus estudiantes de escuela pública y mi nieto juega a aprender de manera remota con su profesora de primer grado.

A veces nos entra el desespero por la prolongada proximidad. A veces quiere salir corriendo, pero recuerdo que hay órdenes de quedarse en el hogar para reducir el número de contagiados.

Yo escribo, edito videos y me conecto con periodistas y amigos. Son encuentros virtuales que se están convirtiendo en la norma de trabajo con esta pandemia Coronavirus.Estoy comiendo más de la cuenta y hago ejercicios de vez en cuando, usando videos de ejercicios aeróbicos.

Salgo de vez en cuando a comprar comida o entrevistar latinos que están siendo impactados por esta enfermedad.Lo único que he aprendido de este encierro es que nada volverá a ser lo mismo de antes y que el llamado ‘Information Divide’ se ha incrementado con el Coronavirus y dejará a millones de latinos rezagados a nivel social y económico.

Lo que más quiero es salir a practicar kayaking en el East River de Nueva York.

 

Iván Acosta, Cineasta, Dramaturgo, IvanMAcosta.com, New York, NY

En donde nosotros vivímos se nota mas el encierro/cuarentena. Estamos en el centro del epicentro. A dos cuadras de Times Square.

Lo más impresionante es ver al barrio, nuestro barrio, Hell’s Kitchen, apagado, silencioso, tranquilo, triste y hasta temeroso.

Los 200 restaurantes que nos rodean han cerrado sus puertas, y lo peor del caso es, que algunos nunca volverán a abrir. Desde nuestro balcón en el piso 42, se pueden divisar las luces de Times Square, pero no se ven las miles de personas que a diario salían visitar la zona.

Los barcos ferris y los Cruise Lines, llevan tres semanas anclados, permitiendo que hasta las gaviotas se atrevan a fabricar sus improvisados nidos.

En fin, el COVID-19 nos ha hecho reflejar, pensar, cuestionar y darle riendas sueltas a la imaginación.

Yo personalmente, continuo escuchando música, leyendo, viendo buenas películas, y tratando de escribir algunas ideas para la posteridad.

El coronavirus me ha demostrado que todo lo que está sobre este planeta es más frágil y vulnerable que lo que nosotros, los humanos, pretendemos saber.

Luis Fernando Parra París, Bogotá, Colombia. 

Me encuentro en Bogotá. No es fácil habitar un país dominado por narcotráfico y paramilitares, en donde aún en pandemia se siguen asesinado lideres y opositores.

Colombia, un barco en un eterno naufragio.

El silencio del vecindario donde vivimos, donde hace más de un mes nadie sale a la calle, nos deja oír el canto de los pájaros, nuevos sonidos en el barrio. La vista, aunque todavía contaminada hacia el occidente de la ciudad, nos ha permitido tomar algunas fotos de atardeceres.

Las tareas domésticas, repartidas oportuna y equitativamente, no nos toman por sorpresa: la cocina, con innovaciones permanentes, y el ahora inacabado lavado de utensilios.

Leo, adelanto mis modestas investigaciones y nos enteramos de las noticias que llegan por las redes.

Todas me confirman que, mientras mi mujer trabaja incansable como docente de colegio público de la ciudad (familias con problemas de supervivencia, niños sin internet y computador para seguir las clases), esta crisis mundial evidencia el fracaso de un modelo económico que se niega a desaparecer, y en su defensa aún quiere llevarse todo por delante.

Acá en casa albergamos la esperanza que esta crisis llegue bien al fondo.

Sólo así habrá un cambio en la forma de administrar, de habitar la Tierra. De no ser así, lo que se haga solo servirá como abono para el modelo, y todo seguirá mal….pero aún tiene cabida la esperanza.

 

Nelson Ortega Vallejo, Trabajador del Departamento de Educacion de Nueva York desde 1987, en el programa para estudiantes que viven en refugios. Vino desde Cali, Colombia, en 1971. Escribe prosa y poesia, lee en público pero no ha publicado ningún libro. Hay muchos de ellos esperando dormidos y silenciosos en cajas y anaqueles. New York, NY.    

Hermano, que bueno comunicarnos de nuevo. Las situaciones catastróficas, como la que vivimos hoy, tienen en medio de su oscuridad un poco de luz. El aislamiento y la soledad nos hacen recordar las epocas vividas y pensar nuevamente en la familia y los amigos, en los proyectos que iniciamos algún tiempo y dejamos a un lado, olvidados en algún lugar del alma y la vivienda.

De alguna manera, estas situaciones no muy frecuentes a nivel tan masivo, nos hacen pensar en la fragilidad de la  existencia, en lo real de la muerte. En el hoy  que respiramos y en el mañana que no sabemos si veremos la luz. Nos acordamos entonces de todo aquello que hemos tenido en terminos de afectos y volvemos a aferrarnos a esos seres que alguna vez llevabamos diariamente en los adentros y, por esas cosas de la vida,  se fueron quedando atras en la memoria.

Una voz, un recuerdo, una misiva electronica, vueltos  a renacer por causa de esta crisis, ubican de nuevo a nuestro ser en ese lugar de los afectos de donde nunca debimos  ausentarnos. El confinamiento es angustioso, dificil de afrontar. Trabajar desde donde uno vive, sin haberlo hecho nunca, es un gran reto a la autodisciplina.

Pero si hay algo positivo en esta situacion, pienso que deberia ser permitirnos hacer un alto en el camino de esta vida acelerada que siempre hemos llevado, sobre todo en esta ciudad hiperactiva,  y poder pensar, por un momento breve, en las cosas que tienen un verdadero valor para nuestras existencias.

 

CIUDAD DESOLADA
( A Nueva York) Ciudad mia,
siempre he deseado
tenerte solo para mi.
Estrecharte
con un abrazo
interminable
en medio
de tus calles desiertas,
sin testigos.
Hoy, en este
dia de desolacion
y tantas muertes,
quise tocar tu piel,
escuchar el sonido
de mis pasos en tus calles.
Ese deseo
de tenerte solo para mi,
se cumplió hoy.
Sali a caminar
por las  calles
de la soledad
y las ausencias,
y me invadió
una profunda tristeza.
No te quiero asi:
una ciudad vacia
no está viva.
Hace falta el bullicio
de las gentes,
el ruido de la existencia,
el eco de los pasos tarareando
sus notas monotonas
sobre los andenes y las calles.
Ciudad mía abrázame
muy fuerte en medio
del silencio y de la nada.
Solo tu y yo
seguimos caminando
por tus calles
tristes y vacías.

 

 

Cynthia Mejías, San Juan Puerto Rico:

Lo primero que te molesta es sentir hambre.

No quieres preparar nada.

Qué pesadez, y ahora qué me invento, ¿otro sandwich?

Ya todo se está volviendo muy repetitivo: tortilla española con papas y cebollas.

O un `stir-fry’ con la salsa china de ajonjolí. No está mal para ser embotellada. Camarones congelados, puede ser, otra vez con cebolla o mejor cebollines. Y pimientos rojos. Arroz. Por ahora solo jazmín. Pero cómo rinde el jazmín.

Siempre en espera de lo que se cuece en la otra olla. Luego tenemos la pasta. Aquí hay opciones. Una salsa roja con anchoas y mucho ajo. O los casi instantáneos Cacio e Pepe.

Me falta perfeccionarlos. Pero el Pecorino Romano es un santo queso. Garbanzos: mi otra salvación. Al curry, fritos, o guisados con berenjena.

Qué remedio, el hambre no entiende esto de no poder salir. Me ordena, cual déspota, ¡a la cocina!

María Teresa Viecco, Pintora, Arquitecta.  ‘CUARENTENA DE SAINT DENIS’

Desde el 16 de marzo estoy encerrada en mi apartamento con mi gato llamado Leonardo. Leonardo llegó el 30 de diciembre, después de la desaparición inesperada de mi gatico Picasso. Esto ha permitido acercarnos y conocernos.

Mi apartamento es espacioso y puedo cambiar de ambiente.

Estoy en teletrabajo lo cual me ha permitido estar ocupada durante el día. 

Pero todo ha cambiado se ha vuelto tenso y estresante. Con los colegas solo comunico por whatsapp pero no hablamos sino de lo que hay que hacer, nada personal.

Lo que pesa no es la soledad sino el tipo de relación que ésta genera.

Hay un aislamiento sicológico y una cuarentena emotiva; no es lo mismo estar en un contexto de vida colectiva, amigos, colegas, familia, a una comunicación que va a lo esencial sin dejar parecer tu estado de ánimo, pues hay que estar fuerte y bien.

¡He hecho sesiones con mi sicoanalista !

Salir a tomar el aire también se transformó en cómo evitar al otro: no cruzarme con nadie, no compartir el mismo andén, si hay que hacer alguna compra, hacerlo rápidamente con aprensión.

Llamar a las personas próximas esperando que las noticias no sean malas….

Volver a la vida anterior parece un sueño irrealista, una vida casi irresponsable, pues pesa en nuestras espaldas el reto de cambiar, de salir reforzados de esta etapa de ciencia ficción, y con la pregunta y ¿si todo vuelve a ser como antes cómo hacemos?

 

 

 

Juan Manuel Urrutia, en una finca cerca a Bogotá.

Estoy en una finca que tenemos con mi esposa Mónica.

Tengo una rutina bastante concreta.  De seis a ocho desayuno con un batido de frutas y leo generalmente el Economist, el Guardian, y cosas que mandan amigos y colegas por las redes sociales. Soy bastante selectivo y elimino lo que me huele a noticias falsas o a comentarios extremos.

De ocho a ocho treinta tenemos clase de Yoga via Zoom.

De ocho treinta a 10:30 superviso el home school de mi nieto Joaquín de 5 años usando un aplicativo de los liceos francese que es muy completo.  De 10:30 a 12:30 me encargo del de mi nieta Julia que tiene 7.

Cocino con Mónica mi esposa, almorzamos y regreso al home school de Julia hasta las tres.  Salgo a caminar una media hora en el campo.  Acompaño a Mónica a ver los animales y a alimentar los siete perros que viven con nostoros.

Hacia las 4:30 me siento a leer  un libro — tengo dos cosas nuevas y mucho por releer.  Estamos haciendo con Mónica un ejercicio que ha resultado muy interesante para mi que no he sido religioso nunca, leemos la Biblia, dos o tres capitulos diarios,  empezamos con Genésis e iremos hasta donde lleguemos.

A las siete de la noche veo con Mónica los titulares de las noticias en la tele y me tomo un aperitivo variable, ginebra o mezcal que es lo que tengo, o una copa de vino, tal vez dos.

Mantenemos un chat muy activo con las familias, yo mantengo un chat muy activo con un grupo de compañeros de clase en el Liceo Francés, y dos o tres veces por semana hacemos reuniones familiares virtuales.

La pensadera está en el texto que te mando:

“Lo único verdaderamente incómodo que tiene esta pinche cuarentena es que los privilegios que tenemos los privilegiados se vuelven super privilegios.  Pienso en el africano americano de Nueva York al que el partido republicano y el señor Trump le quitaron el seguro de salud al acabar con el Obama Care y que sufre de diabetes o de hipertensión o de ambas y sobre peso y que muy seguramente perdió su empleo y pienso en su familia.  Pienso en la madre cabeza de familia que trabaja de por días en varias casas de familias pudientes a quien la mandan a cuarentena y ninguna de las familias le vuelve a pagar y ella se queda sin con qué pagar el alquiler de la piecita que ocupa en Ciudad Bolívar con sus dos hijitos, a los que mandaba a un hogar comunitario que cerraron y con los que se tiene que quedar encerrada en la pieza, rodeada de gente”.

 

Patricia Aponte, Pennsylvania

Me enfoco en el televisor y no veo nada. Todo es nublado, aún si el aparato está a todo volumen. Solo que no oigo al presentador anunciando el número de casos confirmados de CoronaVirus. Un día parecería mezclarse con el otro, y otro más.

En más de una ocasión desde que comenzó el encierro he perdido conciencia del día de la semana.

Busco cosas para hacer para pasar el día. Ya he limpiado casi todas las paredes de mi casa. Lavo la ropa cada otro día en vez de dos veces a la semana.

Mi pobre perrita Luna (12 años) me corre porque ya no le emocionan las salidas. La tengo exhausta sacándola cuatro y cinco veces diarias. Sacarla significa el jardín trasero no nuestras caminatas por el vecindario.

He comenzado a leer dos libros por mis autores favoritos, Dan Brown y Anne Rice. Al cabo de 15 minutos, pierdo concentración y paciencia con lo que leo. Vivo con mis padres mayores, pero en vez de sentarnos a desayunar juntos, nos turnamos la mesa del comedor, para respetar la distancia de 6 pies.

Me hace falta sentarnos como familia. Cada viernes nos reunimos por Zoom para compartir cómo nos sentimos y qué estamos haciendo. Paciencia y tolerancia es lo que he aprendido de este “encierro”.

Extraño mi “libertad”, es decir poder salir de mi casa sin temor. Porque temor es lo que siento cada vez que tengo que ir a la tienda o al mercado.

A veces me pregunto, cómo será la normalidad en el futuro. La pregunta es ¿qué es la normalidad?

 

Otavio Whateli Pacheco São Paulo Brasil

Un día más es un día menos, pero no lo sabemos cuando se va a terminar esto. Hoy creo que ya hace unos 40 días que estoy encerrado solo en mi departamento, que casi todos mis trabajos han sido cancelados o pasados para un futuro sin una fecha concreta.

Yo vivo en San Pablo, Brasil, una de las ciudades más grandes del mundo, y acá también es uno de los epicentros de la contaminación del Coronavirus en Brasil. Con aproximadamente 12 millones de habitantes es más o menos similar con la Ciudad de Mexico o Tokio.

Mi novia vive bastante lejos de acá. Ella vive en el norte del país, en Manaus, la región amazónica, con 3 mil kilómetros lejos de San Pablo. Ella iba venir cuando empezó la pandemia y creemos ser más seguros que cada uno se quede en su ciudad, así que me quedo solo en mi casa.

En el comienzo me daba un poco de ansiedad por estar solo, pero después de algunos días me acostumbré con la situación.

Tengo mi hermano y mi madre que viven cerca, pero mi madre esta en el grupo de riesgo, y mi hermano acaba de tener un hijo, estaban en hospitales y situaciones más delicadas, entonces también no los veo estos días. Tengo también una hermana en Rio de Janeiro, que como San Pablo y Manaus, también es una ciudad muy afectada por la pandemia, y mi padre está en el campo con mi abuela.

En estos días para mantenerme sano estoy haciendo ejercicios físicos adentro del departamento, y también estoy escribiendo unos proyectos para el futuro. Cocinando mucho y tocando música con la guitarra. Pero lo que siento es que no he logrado tener mucha evolución en mis objetivos, ha pasado mucho tiempo y no llego en donde me gustaría estar con los proyectos que me propuse hacer.

Creo que esta ansiedad de no saber el futuro, de saber que una hora la plata se va agotar, de no saber como voy a seguir adelante, me deja un poco sin saber cómo seguir. La soledad también es algo incómodo, nunca he estado tanto tiempo solo y encerrado en mi departamento.

Otra cosa que me ha dejado bastante triste estos días es la situación politica de Brasil.

Creo que ya se habla por todo el mundo del presidente que tenemos, que sigue negando la gravedad de la pandemia, y también generando una crisis politica muy seria frente al momento. Recién ha despedido el ministro de la salud porque éste estaba basando sus decisiones en las recomendaciones científicas y en lo que ha hecho todo el mundo para contener el virus, pero muy diferente de Bolsonaro, que quiere que la gente vuelva al trabajo e intente un aislamiento que llaman de “vertical’, donde se separa la gente mayor y el grupo de riesgo del resto de la gente, y vuelven las escuelas, el mercado, los restaurantes y todo.

Pero Brasil es uno de los países que menos ha hecho testes en la población, así que no tenemos la menor idea de lo que pasa, lo que hace inviable este tipo de aislamiento y encima no hay ningún plan concreto de cómo separar esta gente, de como identificar y llevar los de riesgo a otro sitio. Los números oficiales son casi una fantasia, y todos los fines de semana en San Pablo hay manifestaciones de una parte de la población que quiere que la gente vuelva al trabajo. Ayer abrieron un mail en el sur de país, y había mucha gente reunida para sus compras y su lázer.

Así que vamos a ver lo que va a pasar luego. En fin es una situación que incomoda la gente como yo, que sabe lo que ha pasado en el mundo y que imagina lo peor que puede pasar.

María Serna, Activista Comunitaria, Philadelphia, PA

Hola Carlos como estas?

Si mira; te diré que me encuentro con mi familia y una sobrina en donde todos son de alto riesgo por edad y porque tienen problemas de salud y ante esto pues soy la persona encargada de hacer las diligencias necesarias para la familia.

Trato de salir lo menos posible pero lo hago conservando las debidas precauciones y protocolos al salir y regresar a mi casa he tratado de pasar el tiempo en la casa limpiando y organizando y leyendo.

¿Qué he aprendido de mí que no sabia antes?

Pues que la vida la podemos vivir sin tanto estress y disfrutar las cosas mas simples con la familia hablar compartir cocinar y ver peliculas o documentales que me gustan mucho..

Bueno saludos

Vladimir Cuartas Ochoa, Bogotá, Colombia.

Cuando todo empezó tuve una serie de sensaciones raras, entre felicidad, incertidumbre y angustia, porque acababa de llegar a Bogotá, en un vuelo que casi no puedo tomar, corriendo y perdido en mis propias angustias respecto al trabajo, a mi familia, a lo que iba a ser el transcurrir de los días encerrado y a la cantidad de información que llegaba a chorros por todos los medios y dispositivos al alcance. Pero así partió esta aventura en la que llevamos ya un mes y medio en lo que se ha denominado el distanciamiento social pero que no es otra cosa mas que el terror a ser infectado o llegar a infectar a alguno de los miembros de la familia con quienes mantenemos la cuarentena, mi esposa Alyda quien trabaja como docente en una universidad y es part-time en una aerolínea, mi hija mayor María José estudiante de comunicación social que cursa su último semestre, mis 2 hijos varones Tomas Felipe que cursa 8vo y Matías que cursa 4to de educación básica primaria y nuestra mascota llamada “Lápiz” un fiel, inquieto y juguetón criollo adoptado hace cerca de 2 meses y que a estas alturas mas parece un cruce con canguro que un gozque común. Somos 6 en un “crucero” constante, cruce hacia la cocina, cruce al baño, cruce a la sala, cruce al comedor en una imparable rutina tratando de no estrellarnos en ninguna instancia y contexto, porque a veces ya nos miramos raro, contestamos con el genio alterado, los nervios al límite, y sólo buscamos una excusa que nos permita estar solos para bajar a tierra, tomar aire y arrancar nuevamente a rebotar nuestras voces y miradas contra las paredes, por ahora la constante ha sido repartirnos las labores del hogar para mantenernos ocupados pero el orden y la calma no aparecen, seguimos en un círculo vicioso de imprecisiones sobre los deberes del hogar versus las obligaciones del trabajo o el estudio, los turnos para sacar a “Lápiz” a hacer sus necesidades y la insistente pregunta a quién le toca hoy lavar la loza? ¿o qué vamos a hacer de almuerzo o de cena? Y todo para volver a empezar uno y otro día con los mismos parlamentos y el mismo rol de padres, hijos, estudiantes, trabajadores, hermanos, esposos y amigos.

Ahora les relato lo que es mi día a día, me despierto muy temprano sobre las 6 de la mañana todos los días para decirle a mi esposa que por favor detenga la alarma de su celular que no para de sonar, en ese momento ella se levanta de la cama para abrirle la puerta a “Lápiz” quien sin dudarlo un segundo salta a la cama a mordisquearme entre las cobijas o simplemente a acostarse otro rato sobre mi regazo, inmediatamente hay que levantar a quien le corresponde sacarlo porque para este momento ya empieza a chillar y a pedir que lo saquen para que al regreso le sirvan su desayuno, lo primero además de la infaltable ida al baño para hacer los consabidos menesteres mañaneros y asearse es preparar el café, me encanta cuando la casa se inunda con este aroma porque es la antesala de un nuevo día con sus correspondientes afanes, en seguida vienen las primeras reuniones virtuales con mi equipo, Vladimirsoy el Director Creativo estratégico y audiovisual de uno de los canales regionales del sur occidente colombiano ‘Telepacífico’ en donde dirijo el in-House y tengo a mi cargo un equipo de catorce personas entre diseñadores “motion graphics” o animadores, editores, diseñadores 2D, redactores, productores, community managers,  programadores web y un par de practicantes con quienes a diario nos reunimos para hacer el respectivo tráfico de deberes en progreso o por venir y desde ese momento hasta pasado el medio día no para el teléfono de sonar, las alertas de los mensajes de llegar y las teleconferencias de darse cita, si es que estamos de suerte y no aparece un proyecto que requiera prioridad y urgencia, así se van copando las horas y empiezan a aparecer las dolencias de espalda, las angustias y las tareas inconclusas o hechas a medias por una u otra razón, la mayoría de las veces se siente la falta de tiempo por estar de cabeza en los temas del trabajo que no dan tregua, y es así como la lectura, el ejercicio y las series o películas van siendo sustituidas por los constantes viajes a la nevera o a la cocina para buscar algo, generalmente un bocadillo, una fruta o pasabocas que logren calmar la ansiedad, en medio de esa pausa, siempre hay tiempo para revisar las noticias, ojear algún documento adjunto, planear y escribir sobre los pendientes y buscar la forma de cumplir con las obligaciones o deberes del hogar mientras que la cabeza no para de ir y venir entre este mundo de información y de repente se detiene súbitamente ante la pregunta ¿para donde va esto?, ¿ahora que sigue?, ¿hasta cuándo?. Y una vez más incertidumbre, sobrecarga de información y angustia.

Hasta que llega esta petición de mi querido amigo Carlos Torres quien fue mi jefe hace algunos años en Ogilvy Miami (Agencia de publicidad multinacional) diciendo “oye regálame dos párrafos sobre el encierro. Donde estás, con quién (familia, mascota, etc.) cómo pasas el tiempo. Trabajo, lectura, ejercicio, estudio, teleconferencias, etc. Y, ¿qué has aprendido sobre ti que no sabías antes? Estoy preguntando lo mismo a amistades para El Molino.” Proyecto en el que se ocupa ahora y lo que empezó como una petición simple y sencilla, se transforma en un sinnúmero de dudas en mi cabeza sobre todo en la parte donde dice ¿Y, ¿qué has aprendido sobre ti que no sabías antes? Wow, mierda, ¿qué decir al respecto? ¿qué escribir que sea honesto y resulte una revelación? O por lo menos una verdad que me permita tener otra perspectiva sobre esta cuarentena infinita y cruel que cayó del cielo como un despiadado aguacero en el momento y en lo que menos pensabas era en tener a la mano un impermeable, una sombrilla o un chubasquero.

Pues amigo Carlos acá sigo devanándome los sesos tratando de entender cuál es el aprendizaje, qué es lo que antes no sabía sobre mí y que esta pandemia me ha dejado como lección, pues no lo sé, y en el momento que lo sepa de seguro se los haré saber.

 

Voces del encierroORIELSON SARABIA ASCANIO (CHECHO SARABIA) PUBLICISTA Y MERCADÓLOGO — DIRECTOR CREATIVO Marzo 8 – 2020 — Vuelo Avianca 8392 Quito – Bogotá. Regreso a Colombia después de una semana de trabajo en la ciudad de Quito, en Ecuador ya se reporta el primer caso de COVID-19 y en el avión me confirman también un positivo de la pandemia en Colombia. Junto a mi silla se sentaron dos alemanes que llegaban de Europa y comentaban felices que deseaban llegar pronto a la playa. Yo solo deseaba que no tosieran y menos que me hablaran, como decía mi abuela, ¡como una nunca sabe!. Luego de varias horas de aeropuerto y maletas llegué a mi casa y una semana después empezamos la cuarentena.

Una cuarentena para hablar por dentro: ¿Cuántas veces en tu trabajo deseaste no volver a ver a muchas personas que realmente te asesinan la energía? pues esta era la oportunidad perfecta para estar solo conmigo mismo y poder pensar en el futuro y de alguna forma procurar salir bien librado de la pandemia para contarlo, entonces arme un plan de trabajo, ocio, capacitación y algo más de ocio, sí, no lo neguemos, no hay nada mejor que casa y más cuando vivís solo. La primera semana como en las etapas del despecho fue de aceptación, empecé la cuarentena y en un segundo me di cuenta que llevaba mirando el mismo rincón por 2 minutos y sorprendido entendí que iba a estar bastante tiempo solo y que debía enfrentar el enemigo más cruel, despiadado y miserable que había evitado por años, yo.  

Entonces, cambié mi plan de semana y agregué a las labores ya mencionadas, meditación, yoga y escritura, una buena mezcla para sacar de lo más profundo todos mis demonios y asesinarlos o más bien negociar con ellos; (secreto) creo que es una buena estrategia tener cerca a los enemigos para luego asesinarlos (en algún libro grueso de historia alguien debió decir eso) bueno, en fin. El asunto es que ya llevo más de un mes de cuarentena y puedo decir que mis demonios y yo la estamos pasando bien, ellos me atormentan los sentidos de vez en cuando y yo gano un poco más de conciencia sin que ellos se den cuenta, y así poco a poco los voy eliminando uno por uno, o mejor dicho amaestrando porque a veces se necesitan; y para no hablar más de los demonios que me atormentan, una noche me desperté a las 3 de la mañana y de un brinco quedé sentado en la cama y no fue ninguna escena de esas películas de terror rancias de NETFLIX no! me acordé que había dejado el pollo sin guardar en la nevera y como no sabemos cuánto va a durar esta pandemia, pues, la comida no se puede dejar perder, obvio, como decía mi abuela, ¡cómo una nunca sabe! 

Entonces en resumen y para no cansarlos, en mi cuarentena he pasado por todos los estados emocionales que según Paul Ekman son 6: tristeza, felicidad, sorpresa, asco, miedo e ira, pero en mi caso al señor Paul se le olvidaron unas emociones más como; incertidumbre (cuando el presidente Duque habla), desespero (cuando el presidente Trump hace comentarios desaliñados), impotencia (cuando dicen que la vacuna se demora 4 meses o más), decepción (cuando veo que los políticos aprovechan la pandemia para robar), euforia ( cuando me piden que escriba para un periódico de un amigo en EEUU)

Un regalo.

Comparto un fragmento de algo que voy escribiendo en cuarentena.

Tu conciencia es un niño llorando en la escalera de un sótano. 

Se nos dio un don y sin saberlo andamos por la vida pensando que somos solo humanos; se nos dio para alimentarlo, hacerlo crecer y perfeccionarlo, si no lo hacemos se irá extinguiendo como una llama de fuego sin aire para vivir. 

Se nos dio un don y está acurrucado como un niño en un rincón de la conciencia, con las manos abraza sus piernas y con su cabeza gacha no quiere mirar en lo que nos hemos convertido. 

Se nos dio un don con el poder de curar las conciencias de las personas, pero lo tenemos olvidado llorando con hambre y frío arrinconado por las estupideces de este mundo que nos seducen. 

Se nos dio un don con el poder de cambiar muchas vidas, pero está triste y decepcionado porque piensa que no lo mereces; porque no te has atrevido a mirarlo a los ojos sin miedo. 

Se nos dio un don y está acurrucado como un niño llorando en la escalera de un sótano triste por haber mordido a su dueño para que despertara y reaccionara; y el dueño ha reaccionado dejándolo abandonado en las escaleras sótano. 

Si quieres cambiar la conciencia de muchas personas; empieza por entender por qué tu conciencia te muerde.