Desde Nueva Germania, en Paraguay, a unos 300 kilómetros de Asunción, la capital, Simón Romero cuenta en el New York Times la interesante historia de un fracasado experimento en pureza racial por alemanes, antisemitas, que intentaron crear un baluarte de la raza aria desde donde eventualmente podrían tomarse todo el continente.
Comenzó en 1887 cuando un matrimonio alemán, Bernard Förster y su esposa Elisabeth Förster-Nietzche, hermana del filosófo encabezaron a un grupo de colonos, solo para enfrentar una situación sumamente dura de “enfermedades, malas cosechas, pugnas intestinas y la megalomanía de los Förster, que reinaban sobre la colonia desde una elegante mansión llamada Försterhof”.
Algunos regresaron, otros se suicidaron, incluyendo Förseter quien tomó una mezclad e morfina y estrictina en 1889 y dejó de existir.
Su esposa, dice el Times, regresaría a Alemania donde siguió pregonando la doctrina de la pureza racial, colaborando con los nazis, recibiendo incluso en 1935 un funeral de estado.
(Friedrich Nietzche nunca estuvo de acuerdo con el racismo de su hermana).
Detrás quedó el fracaso, que hoy día se traduce en unos 4,300 habitantes con apellidos alemanes, algunos rubios otros no, que hablan, igual que muchos paraguayos, el idioma Guaraní, a veces mezclado con el alemán.
Dice el Times que Josef Mengele, el médico nazi que realizó experimentos con niños pudo haber pasado por Nueva Germania, aunque no hay evidencia de ello. Mengele se refugió en Hohenau, dice, cerca de la frontera con Argentina y Brasil.
La colonia ha sufrido la pobreza y el asilamiento, dice, pero las condiciones están mejorando ahora que se ha construido una carretera que los acerca a la capital.
Queda, un pequeño homenaje a la fundadora, dice el Times. Se trata de la calle “Elizabeth Nigtz Chen”, que debe ser un deletreo en guaraní del nombre de la antisemita alemana.