Unos 28,000 judíos no tuvieron la oportunidad de morir en su cama como John Demjanjuk, carcelero del campo de exterminio Sobibord, en Polonia, que falleció ayer en Alemania en una residencia de ancianos.
Ellos murieron torturados, humillados, aterrorizados, incinerados con la crueldad y sevicia sistemáticas de unos asesinos que consideraban que su raza era superior a las otras.
Las víctimas de Demjanjuk le llamaban “Iván el terrible”.
Porque era un salvaje total.
Nacido en Ucrania, Iván Mikoláiovich Demjanjuk formó parte de la infraestructura de la muerte creada por los nazis e implementada en Europa central por media década.
Derrotado el llamado Tercer Reich, Demjanjuk escapó la justicia e, igual que bastantes criminales nazis, emigró a EUA, donde adquirió la ciudadanía estadounidense.
Cambió su nombre a John.
Vivió en Ohio, donde trabajó en la industria automotriz.
En 1983, agentes del gobierno israelí le ubicaron, identificaron y lograron su extradición a Israel donde fue juzgado y condenado a morir en la horca.
Sin embargo, su sentencia fue anulada por el tribunal supremo y regresó a EUA en 1993, donde le fue regresada su ciudadanía.
En el 2002, nuevamente tuvo que enfrentar los tribunales, siendo desprovisto de su ciudadanía otra vez y deportado a Alemania.
Durante el proceso en Múnich hace año y medio, se suspendieron numerosas vistas por culpa de su mala salud, que le obligaba a ser tratado dos veces al día durante 90 minutos.
Ante las acusaciones, su única respuesta fue un silencio constante.
Fue condenado a cinco años de prisión, que nunca cumplió debido a su avanzada edad y su estado de salud.
Durante ambos juicios, por despreciable le consideraron, sus carceleros le trataron con el respeto básico que merece un ser humano, fue juzgado y tuvo el derecho a defenderse: algo que él jamás hizo con los reos de Sobibord.
Así, se ha ido para el infierno otro nazi asesino.
Fuentes diversas
