Me esperé tres días para escribir esta columna a ver si se me pasaba la rabia ¡no se me quitó! Desde enero de 1999, cuando como director del ICBF entendí la magnitud de la monstruosidad, inicié con un equipo de lujo, funcionarios que ya estaban en el instituto y que me ilustraron, una campaña que nunca paré de denuncia del reclutamiento de menores de edad por los grupos alzados en armas y especialmente por las FARC.
A lo largo de cuatro años, habiendo sido amablemente declarado “objetivo militar” por el mono Jojoy, dirigí con empeño un esfuerzo interinstitucional para lograr la desmovilización del mayor número posible de ellos. Con apoyo de la OIM y de USAID se logró desarrollar un programa que acogió y apoyó en su reinserción a miles de niños y niñas excombatientes, provenientes de las guerrillas y de los grupos paramilitares. Se conocen sus testimonios, sus temores, sus sueños; nunca ninguno de ellos soñaba con ser una “máquina de guerra”
En ese tiempo, para enfrentar a los ejércitos irregulares africanos que habían organizado ejércitos infantiles para cometer toda clase de atrocidades, los dictadores y tiranos que combatían esos ejércitos mataban niños y niñas con sevicia y utilizaban un argumento que la comunidad internacional rechazó. El artículo 77 numeral 2 de la convención de Ginebra que dice: “Todo menor de 15 años armado y en zona de conflicto será considerado combatiente. El delito y la responsabilidad recae sobre el grupo que lo use en sus filas únicamente”. Apoyados en ese artículo sostenían, como sostiene el ministro Molano, que los niños reclutados por los ejércitos irregulares son legítimos objetivos militares.
Entre 1999 y 2002 estuve en estrecho contacto Unicef y la Comisión de Naciones Unidas sobre el Impacto de los Conflictos Armados en la Infancia, que presidía Graca Machel, la esposa de Nelson Mandela. Los trabajos de esa comisión y el empeño de la señora Machel y de muchos líderes, llevaron a la comunidad internacional a reconocer que:
El reclutamiento de niños y niñas es un delito de lesa humanidad,
Si el niño se vincula voluntariamente quien lo vincula sigue cometiendo el delito de reclutamiento de menores de edad,
Todo niño reclutado por los grupos que participan en un conflicto es una VICTIMA del conflicto y debe ser tratado como tal.
Desde 1999 el ICBF, con el apoyo irrestricto de la Defensoría del pueblo cuya delegada para temas de infancia era un ser humano de luz, la doctora Beatriz Linares (qepd), se sostuvieron intensas conversaciones con la cúpula militar para que se llegara a un acuerdo en el que en la doctrina militar se aceptara que los niños combatientes son siempre víctimas del conflicto. La aplicación del artículo 77 se discutió y acordamos que tiene sentido, pero debe ser aplicado con una visión humanista.
Explico. Si una columna del ejército regular de cualquier Estado está combatiendo una columna de un ejército irregular, es obvio que en el lugar de las hostilidades no se le puede pedir a ninguno de los combatientes que se asegure que su enemigo es mayor de 15 años para disparar, en ese caso los muertos en combate menores de 15 años si son responsabilidad de quien los reclutó. Pero una aplicación humanitaria del artículo 77 invita a discriminar siempre que sea posible. Insisto una cosa es pedirle a un soldado que está en medio de un hostigamiento que mire bien a ver si el que lo quiere matar es menor de edad y en ese caso se abstenga de disparar, porque eso equivale a pedirle al soldado que se deje matar. Otra cosa es aplicar el principio de precaución y el principio de distinción cuando el comando de una brigada o de un escuadrón está planeando una operación de bombardeo, cuyo objetivo es agarrar al enemigo descuidado y no darle oportunidad de que se defienda para “neutralizar” (eufemismo utilizado para no decir matar) al mayor número de miembros del grupo objetivo del bombardeo.
Por años en Colombia había primado esa visión humanista. Los menores de dieciocho años reclutados y explotados por los grupos armados organizados son todos víctimas del conflicto y ante todo el Estado debe tratar de restablecer sus derechos. Por eso se le exigió al gobierno de Uribe que en el proceso de desmovilización de los paramilitares se pusiera sobre la mesa el tema del reclutamiento de menores de edad, lastimosamente no se hizo así. Luego durante las negociaciones de La Habana se cometió el mismo error, solamente al final de las conversaciones el reclutamiento de menores de edad fue reconocido, más no en su magnitud. Yo sigo esperando que la JEP investigue y juzgue con el mismo rigor el delito de lesa humanidad que es el reclutamiento de menores de 18 años con el que ha investigado el secuestro y los falsos positivos.
Creo en los niños, creo en su capacidad de reinventar el mundo cuantas veces sea necesario, creo en su resiliencia. Creo entonces que coartar el ejercicio pleno de sus derechos es criminal y creo que el Estado colombiano nunca ha hecho suficientes esfuerzos para atender esa obligación.
En Calamar en el Guaviare se han producido varios crímenes. El primero el más grave, es obviamente el reclutamiento de un grupo de niños y niñas por parte del grupo armado comandado por el narco asesino alias Gentil Duarte. El segundo es el cometido por el Estado colombiano al negarle a los niños y niñas de la región el ejercicio de derechos fundamentales como la salud y la educación, a eso se le dice falta de oportunidades, no querido lector eso es un crimen de Estado. El tercero es el bombardeo de un campamento a sabiendas de que había una muy alta probabilidad que ahí se encontraran menores de edad.
No señor ministro por mucho que Usted y los generales que lo rodean lo quieran justificar aduciendo el artículo 77, Ustedes cometieron un crimen de guerra, Ustedes se saltaron el derecho humanitario. Los niños pertenecientes a los grupos armados son víctimas del conflicto, no son máquinas de guerra, son carne de cañón, son escudos humanos que usan criminales como Gentil Duarte para protegerse y criminales como Usted y su cúpula militar para justificar resultados operacionales en medio del fracaso de su gestión. Es indignante que unas fuerzas militares sumidas en acusaciones de abuso sexual, de corrupción, de desviar recursos de inteligencia para espiar a los opositores del régimen, de ser incapaces de proteger la vida y la honra de los ciudadanos, pretendan cantar victoria asesinando niños y niñas mientras duermen en el campamento en que un criminal los tiene contra su voluntad.
Señor ministro Molano el bombardeo de Calamar fue un fracaso, iban por Gentil Duarte y se les escapó y Ustedes dejaron un reguero de menores de edad muertos y heridos y nos quieren hacer creer que fue esa una operación justificada. Usted señor ministro Molano si que ha resultado ser una máquina de guerra pero no por eso merece la suerte a la que Usted está sentenciando a los niños y niñas víctimas de reclutamiento.