La renuncia tras varios días de protestas masivas del ministro colombiano promotor de la llamada reforma tributaria en Colombia es una importante victoria por parte de un pueblo que simplemente no da más.
Desde el 28 abril, enormes movilizaciones en las principales ciudades, encabezadas por Cali, siguen no obstante la salvaje represión, con tropas de choque, balas, y el terror generalizado. Por lo menos 7 personas han muerto y esta cifra podría ser más elevada.
Es una brutalidad digna de una dictadura.
Los y las que se han volcado las calles no son ni Castro-Chavistas, ni simpatizantes de la guerrilla, ni delicuentes. Son gente de a pie, gente común y corriente.
Tampoco son colombianos “manipulados” por populistas que aprovechan el resentimiento social, ni gente motivada por la envidia o el deseo constante de que el estado les dé todo regalado.
Es una población que ya no tolera más la trinidad de la corrupción, la ineptitud y la indolencia por parte de sus gobernantes. Abandonados básicamente por sus dirigentes, han visto cómo desde que se inició la pandemia lo han perdido casi todo.
Ven la ineptitud del gobierno ante la pandemia.
Ven cómo los ricos viajan a Miami o EUA a vacunarse.
Para el pueblo, solo más hambre, menos estabilidad, menos opciones.
La calle fue su única opción. Fruto de la desesperación.
Por su parte, el presidente Iván Duque parece totalmente fuera de contacto con el pulso de su país. Sí, retiró la tal reforma — pero demasiado tarde. Desconectado de la realidad cotidiana, gasta recursos y energía en programa de televisión diario desde donde pinta una realidad potemkin.
Las movilizaciones han traído renovado vigor y energía a un pueblo que durante mucho tiempo mantenido la cabeza gacha.
Desde nuestro humilde boletín apoyamos las protestas que se iniciaron con las protestas del 28 de abril.
Nos llena de orgullo ver en las calles a millones de colombianos exigiendo lo más básico: Su derecho a vivir.
Deploramos los actos de vandalismo pero sabemos perfectamente que la violencia va de arriba para abajo.
La corrupción en Colombia es alucinante. Represas que destruyeron el medio ambiente y no generan un KW de electricidad. Expresidentes investigados decenas de veces por actos de lesa humanidad con testigos desaparecidos. Politicos (el mismo presidente) que inventan títulos universitarios. Embajadores que frabrican cocaína en laboratorios en sus fincas. Nexos familiares de políticos con los principales narcos del mundo. Hasta los niños del presidente usan el avión presidencial para llevar a sus amiguitos a fiestas.
Esto en confabulación total con mayoría de los medios, que mienten abiertamente. Peor que Fox News.
Los causantes de la explosión social que estamos viendo en Colombia tienen nombre y apellido.
Merecen la condena del mundo.
La renuncia del ministro Alberto Carrasquilla es una importante victoria para Colombia. Pero el problema principal sigue intacto: Un sistema criminal.