De nuestro entrañable amigo, Nelson Ortega Vallejo, hemos recibido esta contribución.

Hermano, hace mucho tiempo conocí las palabras de un poeta antiguo y sublime que nacio en el 1207 en territorio de Afghanistán cuando pertenecía al imperio Persa. El gran bardo de la antiguedad, quien murió en 1273, reunía en las colinas  a donde lo llevaban sus pasos, a miles de personas para recitarles sus versos, para regalarles su alma convertida en palabras.

Jalaluddin Rumi es el bardo eterno a quien me refiero en esta pequeña semblanza.

Este maravilloso poeta y místico de la antigüedad, respetó a todos sus semejantes sin importar sus creencias. Una cualidad que nos hace mucha falta hoy. En su mayoría, sus hermosos poemas son extensos.  No sé el idioma antiguo ni el moderno de los persas, quienes no son árabes. Tengo muchos libros de Rumi. Pero hay uno que me cautivo. ”The Soul of Rumi” del poeta estadounidense Coleman Barks. Un libro impreso en un tipo de papel que parece un manuscrito antiguo. Barks, al igual que yo, no sabe el idioma antiguo de los persas esa región donde parece ser que nacieron todas la religiones que hoy existen en el planeta.

Y viene a la memoria Zoroastro, el profeta persa que fundo una de las religiones mas antiguas del mundo. Leyendo las traducciones libres de Coleman Barks, me enamoré de algunos fragmentos escritos por el gran poeta de principios de la Edad Media. Aquí, para tus lectores, mi querido amigo, van algunos de esos humildes intentos de devolverle a ese gran bardo de la antiguedad su voz en español.

 

 

 

Nadie sabe
qué hace
al alma
tan feliz.
Quizás
una brisa
mañanera
le ha quitado
el velo
a la cara
de Dios.

 

 

 

 

Dentro de nosotros,
hay un continuo otoño.
Se nos caen las hojas
y las esparce el viento
sobre el agua.

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El amor
es un río,
bebe
de su agua.

El beso que deseamos

Hay besos
que deseamos
con toda
el alma.
La caricia
del espíritu
en el cuerpo.
El mar
le ruega
a la perla
que abra
su concha.
En las noches
abro mi ventana
y le pido
a la luna
que entre
y me acaricie
la cara
con su cara,
que me respire
en el rostro,
que cierre
la puerta
y abra
la ventana
del amor.
La luna
no entra
por la puerta,
solamente
por la ventana.

 

 

 

 

 

 

Solo
tu voz escucho.
El corazón
le ha robado
toda la elocuencia
a la mente.
El amor
escribe
con su caligrafía
transparente.
Y en las páginas
vacías,
mi alma
puede leer
y recordar.

Viejo Rumi, que privilegio seguir escuchando tu voz como si estuvieras aquí, al lado de nosotros en este aislamiento.

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