Juan Tena, corresponsal MADRID – Dice un colega, con mucha razón y conocimiento, que para ganar unas elecciones es necesario que el candidato llegue “ al corazón” de los votantes; y “lo toque”, añado yo. Y eso es exactamente lo que Mariano Rajoy ha logrado en esta campaña electoral: llegar al corazón del votante. ¿Y cómo ha logrado eso que no siempre resulta tan fácil? Rajoy dio forma y cuerpo al enemigo que tiene España, que es el mismo que tiene los ciudadanos, y que no es el partido político de su principal opositor: Alfredo Péres Rubalcaba y el PSOE. Esos no son los enemigos, sino, como dijo, en su primera elocución después de saber que había ganado las elecciones: “Nadie tiene que sentir inquietud alguna. No habrá para mi otros enemigos que el paro, el déficit, la deuda excesiva; el estancamiento económico y todo aquello que mantiene a nuestro país en estas críticas circunstancias”.

Cuando al poco de iniciarse la campaña electoral, Rajoy dijo por primera vez que su único enemigo era el paro y la crisis, en ese preciso momento el candidato, hoy futuro presidente del Gobierno, había llegado y tocado el corazón del electorado.

En lugar de esto, Rubalcaba atacó al PP, a Rajoy, es decir, al electorado, acusándolo de tener un programa oculto que de aplicarse traería las mayores desgracias al ciudadano, en definitiva lo que hizo fue buscar la confrontación ideológica. Y fue ahí, en ese preciso instante, no cuando perdió las elecciones, que eso ya era un hecho, sino donde desangró al partido.

Se sabía que si el PSOE no lograba al menos 125 escaños, el comienzo de las pugnas internas por hacerse con el control del partido sería cuestión de horas. Sin embargo con 110 diputados poco quedaba para controlar. Han perdido todo su poder: nacional, regional y local. Ahora son necesarias medidas más drásticas y profundas. En otras palabras, están abocados a emprender una regeneración o mas bien refundación del partido.

Días atrás la prensa internacional apuntaba igualmente a una derrota del PSOE en toda regla, a un hundimiento sin paragón en los 30 años de democracia. El Washington Post vaticinaba una derrota “histórica”. “Los desanimados votantes de España no tienen otra opción que más austeridad”, lo cual no tiene necesariamente que suponer recorte sociales. The New York Times también vaticinaba una “clamorosa derrota socialista”. The Wall Street Journal hablaba de una “aplastante victoria del Partido Popular”. Y la CNN calificaba a España ”como el último país en perder un Gobierno por la crisis monetaria”.

El endiosamiento que siempre ha caracterizado a la socialdemocracia española encarnada en el PSOE impide a sus militantes comprender la verdadera magnitud de la tragedia que les acaba de ocurrir, y como solución, paliativo, el secretario general del partido y presidente en funciones del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, convoca un congreso ordinario para el mes de febrero de 2012. A todas luces es una medida provisional, para salir del paso, en tanto deciden qué decidir para después, como han hecho siempre, no decidir nada o hacerlo a destiempo y cuando ya no hay solución. Y esto es muy grave para el país, especialmente para dos comunidades autónomas donde se requiere la fuerza conjunta PSOE-PP, que son Cataluña y el País Vasco, para no dejar el campo libre a los nacionalistas, que a la larga es el mayor peligro que corren los españoles y el Estado.

El triunfo del PP en las elecciones del 20 de noviembre han metido de lleno al partido en un atolladero del que es enormemente complejo salir. Pero no nos engañemos, 10.673.043 españoles han dejado sus vidas y hacienda en manos del Rajoy y de su equipo de gobierno, que en estos momentos son los únicos que ofrecen confianza, seguridad y certidumbre de que es posible salir de la encrucijada. Por eso es por lo que el PP ha cosechado el mayor triunfo desde que se implanto en España la democracia.

El votante, a diferencia de lo que llegó a pensar y demostrar con su actitud Rubalcaba, no es imbécil y conoce de sobra que para cambiar el rumbo de la nación son necesarios grandes sacrificios y estos hay que hacerlos en el orden de la reforma laboral y del empleo a fondo; emprender una concentración bancaria mayor (menos bancos y más fuertes); llevar a término medidas fiscales e impositivas (elevación del IVA, del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF); cambiar radicalmente el actual modelo educativo, modificar la política exterior, volcada en Europa y EUA, y no tanto en los regímenes (pequeñas tiranías) populistas latinoamericanos; solventar las cuentas públicas (el déficit); acometerunareordenación institucional para evitar despilfarro; mejorar la justicia y, sobre todo despolitizarla; resolver el fin de ETA y su su desmantelamiento, con vencidos y vencedores; y restablecer la autoestima del país, sobre todo de los jóvenes.

La tarea que se presenta no es desde luego ningún regalo de la urnas, sino más bien un mandato que obliga y que es preciso principiar sin demora, cueste lo que cueste y caiga quien caiga, pero no es posible vivir en un país, en una sociedad democrática, donde cinco millones de compatriotas están pasando las de Caín para poder llegar a la noche con algo en el estómago y sabiendo que a la mañana siguiente todo seguirá igual. Así que, como popularmente se dice: ¡al tajo!.