Cuando sus compañeros de trabajo le preguntaron si esa semana iba a participar en la lotería , uno de los de siempre se negó porque, “hoy no me siento con suerte”. Tenía razón: los otros ganaron US$319 millones del premio gordo y hoy se debe estar dando golpes contra las paredes.

Escriben Perry Chiaramento y Bob Fredericks en el New York Post, que la dueña de un restaurante donde los ganadores siempre almorzaban comentó, que como era uno de los de siempre y le preguntaron dos veces y el nuevamente dijo que no.

“Me siento muy mal por él”. Su parte, si hubiera optado por una suma en vez de cuotas, habría sido US$16 millones, dice el Post.

Los trabajadores del departamente de tecnología de la agencia estatal Homes and Community Renewal jugaban todas las semanas lotería; el número de participantes variaba.

Aquel día, que quedará grabado en la memoria de todos por el resto de sus vidas, jugaron solo siete. El octavo se lamentará.

Agrega el Post que ninguno de los ganadores se ha presentado en su empleo, aunque el supervisor dijo que no ha recibido cartas de renuncia. Igualmente, se han mantenido anónimos, aunque eso suele suceder: lo primero que hacen es conseguir abogados, contables y expertos financieros.

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