Juan Tena, corresponsal MADRID – La consigna que encabeza esta crónica viene avalada por la desesperación ante los cataclismos económico-sociales ocurridos en Europa, y luego reproducidos en otros continentes.

Mayo del 68 fue un años prolijo en consignas propias de una sociedad joven, colmada de inquietudes y deseosa de cambiar las cosas. Luego más tarde las clases medias argentinas hicieron suyo el lema. La realidad les supero; sobrepasó con creces su estado anímico: se fracturó, como sucedió en el 68 en la Grande France.

Hoy vuelve a ser de actualidad aquella consigna de ¡Basta de realidades, queremos promesas! en algunos países europeos: Grecia, Portugal, Irlanda, y ahora Italia y España. Si el 68 estuvo a punto de acabar con la V República, y el “corralito” argentino sumió a la población en la más absoluta de las miserias de un día para otro, hoy lo que está en riego, según muchos expertos, es el euro, la zona euro, el equilibrio de la economía europea, la más poderosa después de EUA y China. 

En los últimos tiempo se ha dicho mucho en contra del euro, y recientemente varios expertos han profetizado su desaparición y con ello la vuelta a las monedas nacionales.

Esta profecía ha sido apoyada en todo momento por esas empresas de calificación de riesgo (las tres principalías: Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch) que han estado socavando la credibilidad de la moneda europea coordinada y planificadamente bajando la calificación del crédito (credit rating) de los países de la eurozona, no de acuerdo a los modelos econométricos que dicen emplear, sino de conformidad con los intereses concreto de los grandes inversores. No obstante, es necesario recordar que estas empresas  no fueron capaces en 2008 de anticiparse ni a la crisis ni a la quiebra de grandes industrias y corporaciones financieras. ¿Por qué ahora hay que creer en sus valoraciones?. Su único rédito es el daño que ocasionan a muchas de las economías europeas.

Pese a todo ello, y en contra de lo que algunos agoreros aseguran, el euro no desaparecerá y la zona euro seguirá en pie. No como hasta ahora, ciertamente, porque se habrá aprendido de los errores del pasado, que básicamente han sido olvidarse de que la eurozona no es un único mercado y que los 17 países que la conforman no disponen de un sistema fiscal centralizado, como ha señalado en alguna ocasión Martin Feldstein. A este profesor de la Universidad de Harvard no le falta razón cuando reprocha a los políticos europeos su decisión de crear el euro argumentado que si el dólar funciona en EUA porqué no va a ocurrir lo mismo con el euro en Europa. Y como se ha visto no ha sido así.

Y es ahora cuando las principales economías de la zona euro, Alemania y Francia (Italia ha quedado bastante dañada) comprenden que para – no ya salvar al euro y a las economías de los 17 -, sino para salir de la crisis y cimentar el futuro desarrollo económico de Europa, son imprescindibles algunos cambios profundos. No estaba previsto que este paso fuera cuestión de dos, pero lo cierto es que la UE dejó de ser un proyecto común cuando acabo la etapa Delors. Desde aquel momento el proyecto europeo no ha dejado de diluirse y declinar ni un solo instante y la creación de una presidencia para el Consejo de Europa que cohabita con un presidente de la Comisión Europea no ha hecho otra cosa sino agravar la situación. No obstante ahora es el momento de iniciar ese cambio. Y como suele decirse, “no hay mal que por bien no venga”.

¿Qué podemos esperar entonces de la decisión de los dos líderes europeos: Merkle y Sarkozy? En primer lugar y esencial es impulsar un nuevo tratado de la UE con los 27, y si esto no es posible, con los 17 .

El futuro tratado consagrará el principio de que los estados miembros no superen el 3% del déficit presupuestario, si no quieren ser penalizados. Además, si bien es cierto que 17 estados no pueden en este momento tener un sistema fiscal centralizado, el nuevo organismo de gobierno que surja del futuro tratado se encargará de vigilar cada euro gastado e ingresado por los 17. A cambio de esta supervisión, los estados recibirán apoyo del Banco Central Europeo (BCE).

Un paso más en la búsqueda del necesario equilibrio y fortalecimiento de la estructura del euro es, como quiere el presidente de la República francesa, Sarkozy, que Bruselas revise antes de su aprobación las cuentas públicas de los países y los presupuestes generales del Estado antes de que vayan a los órganos de representación, es decir, en el caso español, al Congreso de los Diputados. Y esto es lo más parecido a un sistema fiscal centralizado que en este momento puede lograrse. Solo falta, como algún alto cargo del BCE manifestó no hace mucho que esta institución desempeñe las mismas funciones que hace el Sistema de Reserva Federal (FED) estadounidense, que se encarga de guardar todos los fondos del sistema bancario de EUA.

Sin llegar tan lejos, Mario Draghi, presidente del BCE, ha manifestado que la institución que preside podría involucrarse más en la solución  de la crisis si los países de la eurozona  se comprometieran más de lo que han hecho hasta ahora en logar una unión fiscal y presupuestaria.

Con el propósito de fortalecer al máximo esta reorganización política y económica de la UE que se avecina, el Fondo Monetario Internacional podría con fondos extras del BCE prestar ayuda a los países de la eurozona necesitados de financiación. De tal manera que no tengan que ver cómo el precio que tienen que pagar por su financiamiento (prima de riesgo) esté sometida a las presiones especulativas.

Sobre estas cuestiones, la Administración Obana ya ha mostrado, primero su preocupación, y segundo su interés en que los mandatarios alemán y francés, junto con el resto de miembros del Consejo de Europa, encuentren una solución a la crisis de endeudamiento. Consciente de la enorme transformación que se avecina Obama ha enviado al secretario del Tesoro de Estados Unidos, Tymothy Geinhner a las principales capitales europeas para tratar con las autoridades monetarias y presidentes y jefes de estado el refuerzo de las instituciones del euro. Esta preocupación por la posible caída del euro de la Administración Obama, hay que subrayarlo, está motivada, entre otras razones, por el hecho de que el 15% de las exportaciones de EUA tienen como destino Europa. Una caída de estas exportaciones podría ser letal para la economía estadounidense en estos momentos.

Por otro lado, en España, el presidente en funciones, José Luis Rodríguez Zapatero, que el próximo viernes estará en la cumbre del jefes de Estado y Gobierno que tendrá lugar en Bruselas, ya ha dicho, de acuerdo con el presidente electo, Mariano Rajoy, que no será proclamado hasta el próximo 19 de diciembre, que España apoya las propuestas de la canciller alemana, Angela Merkle y el presidente francés, Nicolas Sarkozy.

Así pues, la semana ha estado y estará plagada de encuentros, reuniones y deliberaciones hasta el próximo viernes en que, si nada ocurre, la UE se verá abocada a resurgir de sus cenizas y abanderar nuevamente el euro como símbolo de una futura unión política, sin la que -ahora ya lo saben- no es posible afrontar los retos y dificultades que se le plantea a la Vieja Europa en este convulso inicio del siglo XXI. En tanto esto no ocurra, muchos ciudadanos europeos, como hizo la juventud francesa, bastante más formada intelectualmente que el heterogéneo 15M y el movimiento Ocuppy Wall Street, podrán proclamar y exigir a sus gobernantes que ya basta de realidades y que ahora lo que quiere son promesas.