Es la atracción central de la temporada del New York City Ballet y es en muchos aspectos un ballet tradicional –una obra melódica, orquestal tonal, en cuatro movimientos, que acompaña una historia sencilla de amor, con una princesa.
Pero ahí cesa lo común, para entrar en un mundo de innovación y creatividad dinámicos, donde se vuelca la enorme energía creativa de uno de los genios compositores que revolucionó el mundo de la musica: Paul McCartney.
El ex Beatle, dice Jon Pareles en el New York Times ha estado embebido en la producción, colaborando actividamente en cada detalle de lo grande a lo pequeño con una intensidad que no es la del compositor de ballet típico.
McCartney, agrega el Times, escribió la historia escena por escena.
Pintó cuadros que serán proyectados como telones de fondo de cada acto, igual que la escena final.
Colaboró con su hija, la diseñadora Stella, en el vestuario — hasta el punto de pedir a su hija que los villanos tengan tatuajes.
“Como novicio a la composición de ballet, abordó el proyecto a su propia manera a la vez ingenua y fructífera. ‘Lo mejor para mí fue que nunca trabajó como esto antes’, dijo McCartney después. ‘Una de las razones por las que hacer esto es tener nuevas experiencias en mi vida'”.
Y experiencias es lo que ha tenido McCartney en su vida, señala. Además de su legado de rock, ha publicado cuatro álbumes de música clásica desde 1991 entre ellos dos oratorios.
Apunta que McCartney no sabe leer o escribir notación musical estándar y trabaja con un programa de computador que simula los instrumentos de una orquestra.
Honorata, la hija de King Ocean, encontrará gente de la tierra reyes y príncipes, a medida que la música se desarrolla a través de motivos y episodios que se remontan, según el Times, a Tchaikovsky, Elgard, Holst y Vaughan Williams, incluso hasta Gershwin.
No sabemos qué dirá la crítica: poco importa. Su genialidad se ve desde ya.
Abre el 22 de septiembre. Boletos aquí.
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