Voluntad no les falta, pero ello no basta para que a los insurgentes libios se les pueda considerar como un ejército, escribe C.J. Chivers en el New York Times, quien pinta un cuadro poco halagador de la fuerza militar a la cual la OTAN le está apostando para tumbar a Moammar Gaddafi.

“El ejército rebelde, como se les llama con frecuencia, no es para nada un ejército”, dice. “Por cualquier medida que se emplee para evaluarlos, no dejan de ser un ejército de harapientos”. No tienen oficiales ni suboficiales. Su armamento es una mezcolanza adquirida rápidamente que pocos saben usar.

Les falta equipo de comunicaciones. No poseen el conocimiento básico del combate ofensivo y defensivo.

Dirigentes rebeldes dicen que pueden tener hasta 10,000 efectivos. Pero en el frente de guerra solo se ven unas centenas, sin armas ni municiones. A diferencia de grupos rebeldes que llevan años entrenando, es una fuerza militar formada en muy poco tiempo. Caen presa del pánico con gran facilidad.

“Los rebeldes libios han comenzado la sombría labor de luchar casi espontáneamente y necesitarían tiempo, entrenamiento, equipo y dirigentes antes de que lleguen a ser una fuerza militar con un grado razonable de capacidad”.

Son un grupo diverso, dice, formado por profesionales, empresarios, ingenieros, estudiantes y jornaleros. Algunos son libios residentes del extranjero que se apresuraron a regresar a Libia para reconstruir su país de una manera menos autocrática, dice.

Inglaterra ha pedido entrenamiento y mayor ayuda militar de las naciones árabes.

Artículo en inglés

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