NEW YORK — Mientras que los unos lloran y respetuosamente recuerdan en silencio, los otros se relamen esperando ver cómo la conmemoración del décimo aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 les llena las arcas.
Los primeros son los sobrevivientes de la tragedia, que perdieron un ser querido, o ellos mismos sufrieron lesiones físicas y psicológicas de un día cuyos efectos se sienten diez años después y seguirán sintiendo por años venideros. Los que vimos a nuestra ciudad cobardemente atacada.
Los segundos son los vivos de la tragedia, que ganaron un negocio, enriqueciéndose con lo que parece ser un negocio redondo por años venideros. Los que han visto en este ataque una oportunidad dorada.
En los días que siguieron la tragedia, los muros de las calles de la ciudad estaban llenos de carteles con fotos con la esperanza de encontrar algún desaparecido.
Diez años después, en las áreas turísticas, las tiendas están llenas de los llamados “souvenirs” o “memorabilia”.
Y no solo en la Gran Manzana.
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¿Espíritu emprendedor?
¿Capitalismo?
¿Rebusque?
O simplemente oportunismo.
Mal gusto.
Ordinariez.
Falta de escrúpulos.
La conciencia de cual decide.
