Antonio Lucio recuerda a un buen amigo, ElMolinoonline.comPalabras de nuestro buen amigo Antonio Lucio en homenaje a Phillip Gould, autor y estratega político inglés, muerto en Londres el 7 de noviembre del 2011. Traducción El Molino.

“Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”. Las palabras son del compositor argentino Alberto Cortés. Los sentimientos son hasta el meollo míos.

“Estoy listo. Hasta aquí llego. Ya pueden irse”, esas fueron las últimas palabras de mi amigo Phillip Gould a su esposa y dos hijas. Había librado una valiente batalla contra el cáncer. Al morir, nos mostró a todos cómo vivir. Había sido mi gran amigo y mentor. Lloré su muerte como se llora la muerte de un padre.

Phillip había dedicado su vida al mundo de la política como estratega y encuestador de Tony Blair. Con Blair, fue uno de los padres intelectuales del Nuevo Laborismo. Tanto Blair y Gordon Brown asistieron y pronunciaron unas palabras en su funeral.

Yo no asistí, optando en vez por una visita privada a su esposa, Gail. Para mí, Phillip no era una celebridad política. Nos conocimos por casualidad y nos hicimos amigos. Durante un intenso período de cinco años compartimos innumerables desayunos, almuerzos y cenas en San Francisco, Nueva York y Londres. Siempre hablábamos de los desafíos del liderazgo, el poder de una brújula moral y la necesidad de vivir todos los aspectos de la vida con un propósito. Fieles a nuestras raíces, siempre terminé con café. Él siempre pidió té.

Mi última visita a él fue en julio. Para entonces, ya llevaba cuatro años luchando contra el cáncer y le daban solo tres meses de vida. Mencionó dos cosas que nunca olvidaré.

En primer lugar, el hecho de que vivir con la certeza de morir le había llevado a encontrar un  significado mas profundo en la vida. Fue capaz de organizar su tiempo para desarrollar una relación de mucho mas intimidad con sus seres queridos. Hizo un repaso de a jornada de su vida con Gail.

Hablaron de los buenos tiempos, los malos tiempos, los tiempos terribles y los tiempos extraordinarios. Revisaron lo que habían hecho bien y las cosas que hubieran querido hacer de otra manera: conversaciones primarias sobre el sentido de la vida. En el proceso se atrevió a admitirle que él siempre había temido amarla más de lo que ella lo amaba. En estas largas conversaciones se acercaron más el uno al otro de lo que habían estado jamás. A través de las conversaciones se dieron cuenta la bendición que para ambos había sido casarse con el amor de su vida.

También tuvo largas conversaciones con sus dos hijas, donde surgieron o se anticiparon las grandes cuestiones de la vida. Les escribió largas cartas para el futuro. Encontró la paz con parientes lejanos y pasó tiempo con sus amigos.

Para aquellos de nosotros que hoy día tenemos la fortuna de la salud, Phillip mostró lo que la intimidad solo puede lograrse en la medida que nos atrevamos. Y para aquellos de nosotros que sueñan con morir tranquilamente mientras dormimos, Phillip ha demostrado la virtud de tener una muerte planeada y decidida.

La segunda cosa que me dijo fue que su único pesar fue el tiempo que había gastado en lo superfluo. En su última etapa sólo tenía tiempo para lo trascendental y lo verdaderamente importante. Lo que me sorprendió en sus palabras era que lo que definió como “trascendental e importante” no sólo fue el tiempo que pasó con su familia y amigos.

Dedicó su tiempo a la obra de vida. Escribió prolífica y apasionadamente durante sus últimos meses. Editó nuevamente su Obra Magna, “La revolución inconclusa”. Escribió una serie de cinco partes para The Times de Londres sobre su experiencia con el cáncer. Concedió entrevistas políticas a la BBC sobre sus puntos de vista personales sobre el liderazgo; y discutió el proceso de morir. También escribió notas para un libro que será publicado a título póstumo por el proceso de sus últimos tres meses. Además de la pasión por la familia, era también un apasionado por su trabajo y su legado.

Eligió él mismo pasar sus últimos días de la misma manera que había pasado toda su vida, pero con un mayor sentido de propósito y urgencia. “¿Qué más hay en la vida, pero nuestro trabajo y nuestra familia? Antonio”, me dijo mientras me marchaba. No pude evitar pensar en lo que podría suceder si añadimos más determinación y urgencia a nuestras vidas.

Phillip llevó su pasión por el trabajo y la familia hasta el final. Gail dijo que cuando él apenas podía hablar le pedía que escribiera algunas reflexiones. Muchas de ellas no se podían entender, pero de vez en cuando algo brillante y perspicaz llegaba a través de una voz clara. “El problema no es que Dios nos juzga. Es que nos juzgamos a nosotros mismos ” — palabras  en el libro que se publicará póstumamente.

Al final, él tuvo una muerte pacífica y murió mientras dormía, rodeado de Gail y sus dos hijas. Gail me dijo que no sintió tristeza cuando él pasó. Sintió, en cambio, algo caluroso y poderoso — algo parecido a la felicidad. Esa felicidad la levantó por dos días y le ayudó a pasar por los servicios funerarios.

Tal vez fue un signo de la profundidad de su relación con Pillip. Tal vez fue sólo el poder de su mente ayudándole a sobrellevar la pérdida. Me gustaría pensar que fue Phillip, despidiendose con un beso quien fue el amor de su vida.