Para los cocaleros del valle del Yungas, en Bolivia, la vida no es fácil. Pero con enorme ingenio y un valor como el de pocos han logrado superar un desafío impuesto por la naturaleza: la distancia.
En el empinado terreno, cruzar de un pico a otro podría requerir más de una hora, por no decir el cansancio físico que causaría.
Pero ahora han encontrado una solución: desplazarse de una manera parecida a la del hombre araña en New York.
Sólo que aquí lo hacen mediante una tecnología simple.
Un cable de acero y una polea, colgados a unos 200 metros de altura sobre el río, les permite cruzarse en línea recta unos 400 metros en solo 30 segundos.
Con tela y un buen nudo crean una especie de arnés y sin más se lanzan.
Agarran impulso y se valen de ramas y hojas como frenos rudimentarios, para no estrellarse al otro lado.
Por años vienen usando estos cables a diario, con un récord de seguridad bastante elevado, si se tiene en cuenta que solo tres personas han perdido la vida (porque quien cae no sobrevive) en más de dos décadas de uso.
Antes de que instalaran estos cables, la gente tenía que bajar, cruzar el río, llevándolo todo a cuestas como bestias de carga.
Ahora, estos hombres y mujeres del valle del Yungas vuelan.
Además, para los que disfrutan de ese tipo de actividades, una salida al mercado de la región para comprar el mercado viene acompañada de una dosis de adrenalina como pocas.
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