Juan-Manuel-26-300x270Hoy iba a escribir sobre lo que ara mí es la noticia del siglo, la firma del acuerdo temporal entre los Estados Unidos, algunos países europeos y la República Islámica de Irán.

El pacto es tal vez uno de los mayores triunfos de la perseverancia de la acción diplomática y obviamente la gran prueba de que hablando se entiende la gente.

Ya ha corrido mucha tinta sobre el tema y estoy seguro que en los próximos días podré volver a tratarlo, muy posiblemente con informaciones adicionales que permitan entender la importancia que puede tener ese cambio de rumbo en las relaciones entre uno y otros sobre el equilibrio del mundo musulmán y sobre el fin de la guerra civil en Siria.

Resulta que el ex presidente Pastrana me cambió los planes.

Había anunciado el lanzamiento de un libro con sus memorias para ayer. Se sabía que el libro iba a producir ampolla entre el samperismo, especie que se consideraba extinta y que ha comprobado que en política nadie muere y el que muere resucita.

Lo que no se sabía era que la ampolla iba a reventar en el gavirismo.

Entre muchas revelaciones muy juiciosas y muy detalladas, el ex presidente Pastrana dejó caer una bomba con una frase muy del corte de los titulares de La Prensa, el periódico que dirigía su hermano Juan Carlos.

Dice Pastrana que “Gaviria es el eslabón perdido del proceso ocho mil”.

Sostiene que Gaviria, entonces presidente conocía la existencia de los “narco casetes” antes de que él se los hiciera escuchar en la Casa de Nariño en la tarde del jueves 16 de Junio de 1994; y que no hizo nada.

Almas querer misas.

Se armó la “grossatota bronca en el bestiaplañete” como dirían los marcianos de las historietas de Mafalda.

Todas las cadenas radiales, encabezadas por la W y por Bluradio que compiten por la sintonía con programas muy similares, entrevistaron a Pastrana y al ministro de Defensa de Gaviria, el hoy ministro del trabajo, Rafael Pardo a quien Pastrana acusa de haberle propuesto un pacto de silencio entre caballeros.

Pardo dice tranquilamente que Pastrana miente y cuenta su versión de la reunión del jueves 16 de Junio.

El expresidente Gaviria responde airadamente desde Cartagena, en donde se realizará la convención del  Partido Liberal que según se ha sabido confirmará a Horacio Serpa, la mano derecha de Ernesto Samper, como cabeza de su lista para el Senado  de la República.  Gaviria dice que Pastrana miente.

Además, para mostrar su gana de pelear, le recuerda que las grabaciones se referían no solo a apoyo del cartel de Cali a la campaña de Samper sino a la de Pastrana también.

Como dicen en La Luciérnaga el programa de Caracol Radio, “arriba rating”, quién dijo miedo.

El más lanzado comentarista de la radio, Felipe Zuleta Lleras de Bluradio, a quien poco le importa romper esquemas y paradigmas comentó, “Pastrana no se midió el corozo”.  Dicho que  yo desconocía y que tiene, según parece, orígenes biológicos.

Según reporta Zuleta, en la Amazonía, hay un mico muy pequeño, el tití, que se alimenta de corozos y que por lo pequeño corre el riesgo de atorarse con la pepa.

Dice Zuleta que el mico “antes de comerse el corozo se lo mete en el culo para medírselo,  si le cabe se lo come pues sabe que no se va a atorar”.

No tengo como confirmar tal historia pero me pareció buenísima.

Y el significado me parece interesante pero discutible en el caso que nos ocupa.

Si bien entiendo el dicho significa que Pastrana no midió las consecuencias de sus intervenciones.

No creo.

Estoy absolutamente seguro que Andrés Pastrana sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Estuve cerca de Andrés Pastrana en la campaña que lo llevó a la presidencia en 1998 cuando derrotó en la segunda vuelta a Horacio Serpa, el reencauchado líder liberal.

En esa campaña había un grupo importante e influyente de liberales que encabezaban Alfonso Valdivieso y Rafael Pardo.

Si antes de ayer a mí me hubieran preguntado, yo hubiera respondido que Andrés Pastrana era amigo y aliado de Gaviria.

Es más recuerdo un enfrentamiento de Andrés con su hermano Juan Carlos, siempre mucho más radical y vehemente, quien le reprochaba su cercanía con Gaviria.

No me cabe la menor duda que para que Andrés Pastrana haya resuelto echar por la borda una relación que en su tiempo fue cercana tiene que haber conocido información que en esos tiempos desconocía.

¿Se sintió traicionado?

Pastrana pasó muy malos ratos por cuenta de los famosos narco casetes.

Primero sintió, que le habían robado la elección. Luego sufrió el ostracismo y la animadversión de muchos de sus compatriotas que le reprochaban haber divulgado la existencia de las grabaciones  cuando ya había perdido la elección, lo tildaron de “mal perdedor”.

El proceso ocho mil y la comprobación del ingreso de importantes recursos provenientes del cartel de Cali a la campaña de Samper, en algo le devolvió la imagen y la esperanza.

Pero Andrés Pastrana sigue pensando, como muchos colombianos, que Samper la sacó barata.

Y lo que es un hecho es que a Pastrana y a muchos otros más, nos mortifica que el presidente Santos y ahora César Gaviria hayan resuelto reencauchar a Ernesto Samper con ministerios y otras dádivas.

Y que los Gaviria, Simón el lector y su papá, le vayan a entregar el partido liberal a Horacio Serpa.

Imagino y supongo que la pelea va para largo y que las acusaciones irán y vendrán.

Mientras los colombianos nos preparamos para escoger con quien renovar la nuestra clase política entre Horacio Serpa, Álvaro Uribe, Roberto Gerlein quien encabezará la renovación en el glorioso partido de la lenteja, y Aurelio Iragorri que no lleva sino como 25 años en el congreso.

A todas estas, el que debe estar muerto de la risa es Álvaro Uribe.   Antes del escándalo levantado por las revelaciones de Pastrana, el tema político eran las acusaciones de Pachito Santos y de María Angélica Cuellar, una Uribista de las duras, sobre “fraude y corrupción” en la convención.

Ahora va a mirar desde la barrera como se destrozan los ex presidentes mientras él se consolida como la consciencia moral de la Nación.

Ay jijos, dirían los mexicanos, ese corozo si nos lo vamos a tener que tragar sin medírnoslo.