Pasaron las elecciones, ganó Santos.
Sobre fútbol escribo poco, confieso que me apasiona y que hasta hoy me he visto todos los partidos del mundial. Que me muero de ganas de comentar goles y jugadas y penalties que son o no son.
Que he tenido la tentación de gritarle al mundo que James Rodríguez es mucho mejor que Messi o que Cristiano Ronaldo.
Me callo.
Trato de imaginar el tamaño del negocio que es el mundial para la FIFA y para Blatter y sus cómplices, mis sospechas se confirman cuando veo estadios con asientos vacíos, la venta de boletas es lo de menos.

Colombia está en octavos de final y tenemos un nuevo peor enemigo Luis “mordisquito” Suárez.
Toca volver a la realidad.
Amanezco sorprendido con la noticia que parece que lo único que hacía a Gustavo Petro menos detestable que era su supuestamente coherente posición en contra de la corrupción, no era.
El Tiempo nos cuenta que el concuñado de Petro parece haber realizado unas reuniones no muy santas con empresarios de Transmilenio para la prórroga de sus contratos.
Me leo cuidadosamente el comunicado del santista alcalde Petro, en el que recuerda su posición en contra de la corrupción y explica que la ha pedido a sus familiares que no intervengan en los negocios de la alcaldía.
El comunicado suena a confesión más que a explicación.
En la misma página aparece la explicación del abogado Abelardo de La Espriella contratado por el concuñado de Petro, que dice que el señor Gutiérrez, no incurrió en actos de corrupción porque tiene su situación económica resuelta y no necesita más plata, magra explicación.
Me quedan dos dudas. ¿Por qué inmediatamente se contrata a un penalista de alto perfil?
¿Por qué no explican en lugar de recurrir a la confusión?
A los periodistas de Blu Radio, que sigo escuchando pese a que la final de la campaña electoral se descaró en su apoyo a la reelección, les surge una duda de mayor talante. ¿Por qué la fiscalía que se ha mostrado tan diligente en el caso de hacker, no ha actuado en ninguna de las 14 investigaciones del nuevo santista?
Surge así una nueva definición para nuestra gramática.

El Petro Grado es el grado de sinvergüencería al que puede llegar Gustavo Petro con la protección de Santos, del santista fiscal y de una justicia corrupta.
¿Qué pasó con la revocatoria?
La otra realidad que me tiene anonadado: Anuncia Semana en su Confidencial de su última edición que “Por ahora no va a haber reforma a la justicia. No entiendo. Van a hacer una súper reforma que se llamará el “acto legislativo para el equilibrio de los poderes”.
Y la justicia, que es la que nos tiene hundidos en la cloaca de la corrupción y de la impunidad, quietica. Lástima