Michael Jackson“A las celebridades no se les permite morir, o por lo menos no en la mente del público. A algunos de ellos ni siquiera se les permite dejar de presentarse, o, en el caso de Jackson, cantar a dúo con Justin Bieber” escribe en Vulture Adam Sternberg.

“Nada tiene de raro que echemos de menos a los artistas que han muerto. Pero si es extraño que con creciente frecuencia esperemos que sigan produciendo arte. El más allá se ha convertido en que otra etapa de una carrera — una que es tan lucrativa y, en algunos casos, tan productiva como lo fue la carrera antes de morir”.

Sternbergh dice que “la inmortalidad con asistencia digital”, un fenómeno cada vez más popular, es lesivo para la cultura moderna.

“Esta nueva marca de la inmortalidad digital sobrevalora y a la vez menosprecia a los artistas cuya memoria pretende honrar. Santifica todos los borradores a medias y presentaciones incompletas que dejó atrás el artista– siendo un filón interminable de futuros lanzamientos — sin tener en cuenta todas las revisiones y ediciones que habría realizado el artista si estuviera vivo.

“Los amantes de David Foster Wallace estaban contentos con la publicación de su novela inconclusa The Pale King. Sin embargo, es casi imposible disfrutarlo como un libro, sobre todo porque uno está constantemente preguntando cómo exactamente lo hubiera mejorado el mismo David Foster Wallace. Y parece que tanto como es un ‘tributo’ al arte de Michael Jackson escarbar en su basurero como lo es encontrar alguna manera de que baile perpetuamente en nuestros televisores”.

Artículo en inglés