
Magnífica columna publica esta semana Olga Behar en The Washington Post (en español), en la cual captura dos aspectos de la esencia profundamente democrática del estado colombiano: la transmisión casi hereditaria del poder político y los asesinatos de la oposición.
La detención el pasado 4 de agosto del expresidente Álvaro Uribe Vélez, investigado por la Corte Suprema de Justicia en un proceso por falsos testigos, creó un vacío de poder, el cual intentó llenar uno de los hijos del polémico expresidente, explica Olga Behar.
El desconcierto y la lucha por el poder dentro de su partido, Centro Democrático, apenas comienza. Pero un nombre ha saltado a la escena, el de Tomás Uribe Moreno, su primogénito. Durante los días siguientes a la orden de detención domiciliaria contra el patriarca, Tomás —un empresario sobre quien se han tejido críticas y denuncias por supuestas irregularidades en sus negocios— insinuó en entrevistas y redes sociales que tomaría las banderas de su padre. Sin embargo, después aclaró en su cuenta de Twitter que su rol es como consultor, y que no aspira a cargos ni curules.
Tomás Uribe Moreno es solo uno en una larga lista de la actual generación de líderes políticos del país cuyos nombres llenan los titulares de la prensa colombiana. En esa nación se les conoce como “delfines”, como en Francia monárquica al hijo del rey se le llamó “le dauphin”.
Sin embargo, aclara Olga Behar, no todos los políticos hijos de políticos clasifican como “delfines” — especialmente aquellos y aquellas cuyos padres fueron asesinados. Uno de ellos es el Senador Ivan Cepeda Castro.
“Su padre, Manuel Cepeda Vargas, senador por la izquierdista Unión Patriótica, fue asesinado dentro del llamado “Golpe de Gracia”, un plan para terminar con los pocos dirigentes que quedaban de ese partido en los años 90, luego de una acción sistemática de paramilitares y agentes del Estado colombiano, denominada “Baile Rojo”, que dejó miles de muertos la década anterior.
“No es automático poder abrirse paso cuando se proviene de un hogar en el cual padre y madre han sido objeto de persecuciones intensas, que incluso han llevado al asesinato”, dice el senador. Por lo tanto, explica, la figura del delfín no es la adecuada. “Aquí lo que hay son hijos e hijas de procesos de resistencia y de lucha, por vencer la impunidad y construir una alternativa”.
Colombia ha comenzado a decidir su próxima generación de líderes políticos para la elección 2022, concluye Olga Behar, y el país seguirá viendo y escuchando estos nombres, ya sean delfines, o víctimas de la violencia política.
Plus ça change plus ça reste la même chose.