BOGOTA. Por Luis Fernando Parra. Especial para El Molino. La nueva aunque reincidente ruptura de relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia, que tuviera lugar el pasado 24 de julio a partir de la documentada denuncia presentada ante una comisión de la Organización de Estados Americanos por el el embajador colombiano, relacionada con el abrigo que al parecer ofrece el gobierno del presidente Chávez a la guerrilla de las FARC, marca, a partir del silencio que guardó sobre la delicada situación el recién electo presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, la que al parecer va ser la nueva estrategia colombiana en asuntos externos: la diplomacia.

Y mientras que para algunos la documentación presentada ante la OEA es irrefutable y justifica el proceder del gobierno colombiano, aún ad portas de un cambio de gobierno este 7 de agosto, para otros ha sido éste un capítulo más de la estrategia gubernamental de distraer la atención pública de las investigaciones que sobre serias irregularidades tocan al alto gobierno, como las que recientemente ha iniciado la Fiscalía General a funcionarios de toda la confianza del presidente Uribe, relacionadas con intervenciones e interceptaciones ilegales a las Altas Cortes, periodistas y personajes de la política nacional.

De cualquier forma, el nuevo gobierno colombiano y por cuenta del saliente presidente Álvaro Uribe, tendrá que realizar esfuerzos adicionales a los que seguramente debía realizar para reestablecer unas ya muy deterioradas relaciones con Venezuela, y garantizar al menos su neutralidad en el conflicto interno colombiano.

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