Armero
Foto El Espectador, via Utopicos

Con esta entrega concluye la serie Armero 30 años, publicada por el portal colombiano Utópicos, bajo la dirección de la comunicadora y autora colombiana Olga Behar.

Hemos visto en todos los medios del país cómo se recuerda la tragedia de Armero pero ¿Qué clase de conmemoración se está realizando?

Por: Johana Castillo, Coordinadora Utopicos. A diario escuchamos decir a los docentes en la academia que los futuros comunicadores debemos cambiar el paradigma del periodismo actual, realizando nuestro trabajo de manera correcta. Porque cuando accedemos a la información que producen las grandes empresas periodísticas, no podemos dejar de preguntarnos ¿Cuál es el papel de los medios de comunicación frente al cubrimiento de hechos catastróficos?

Desde esta perspectiva se insiste en que hay que tratar de combatir el sensacionalismo en los contenidos. Sin embargo, a diario sigue creciendo al interés comercial por mostrar imágenes que causan incomodidad, pero a los grandes empresarios parecen importarles solamente el rating y los ingresos económicos.

A raíz de la conmemoración de la tragedia de Armero, recordamos casos como el episodio de la adolescente Omaira, explotado hasta el cansancio y hoy convertido en un ‘símbolo’ de la cobertura de medios durante esa fatídica tercera semana de noviembre de 1985.

Sin irnos más lejos, cómo olvidar aquella imagen del niño sirio en la playa. ¿Quizás son los niños una herramienta de enganche para conmover a los receptores?

Utópicos conversó con la codirectora de este medio impreso y digital, Olga Behar, sobre el papel que deberían tomar los periodistas en episodios infortunados.

J.C. ¿Cómo recuerda su experiencia durante la tragedia de Armero?
O.B. Yo trabajaba en el Noticiero 24 horas y junto con un equipo grande había cubierto la tragedia del Palacio de Justicia. Exactamente ocho días después, el miércoles 13 de noviembre de 1985, estalló el volcán del Ruiz, que causó el deshielo que llenó los ríos que salían de allí y ocasionó una avalancha de piedras, lodo y montones de agua.

Los periodistas tuvimos que enfrentarnos a la situación de ver cómo teníamos que ir a cubrir ese evento; no era tan fácil como hoy en día, que hay todos los dispositivos móviles, que hay Internet, redes sociales, aparatos para transmitir información, incluso para transmitir los videos. En esa época era impensable siquiera imaginarse grabar con un celular.

Entonces, había que ir al sitio de los hechos; la reporteria se convirtió en la herramienta fundamental y en el Noticiero 24 Horas, nuestro director, Mauricio Gómez, decidió que íbamos a ir por tandas, un periodista con un camarógrafo, un sonidista y un conductor en cada una de ellas.

Antes de que regresaran se mandaba el otro equipo, hay que entender que estábamos como a ocho horas de Bogotá en carro, no porque Armero quedara tan lejos, sino porque desde determinado sitio era muy difícil entrar.

Entonces yo me encargué, por orden de Mauricio, de la edición periodística de todas las piezas que llegaran y en Bogotá debía realizar diferentes tareas, por ejemplo, investigar y hacer la reporteria sobre quienes habían salido con vida y llegaban a la ciudad.

También fuimos testigos de cómo los cadáveres de Armero llegaban por camionadas, y eran sepultados en la fosa común del Cementerio del Sur, encima de los cuerpos del Palacio de Justicia, lo cual ocasionó un daño muy grave para la investigación, porque se demoraron muchos años en tratar de identificar los muertos de uno y otro lado.

Y para nuestra sorpresa, el gobierno de Belisario Betancur nombró un alcalde militar (el mayor del Ejército Rafael Horacio Ruiz Navarro) para Armero, lo que dificultó aún más las labores periodísticas.

Fue una manera de constatar cuán frágil era el periodismo colombiano y cuántas limitaciones existían para corroborar la verdad. Prueba de ello es que años después no existe, por ejemplo, un listado fidedigno, sobre quiénes murieron, no existe tampoco un rastreo confiable sobre quiénes quedaron con vida y ya se creó incluso una fundación en Bogotá, ‘Armando Armero’, que tiene como finalidad tratar de encontrar a más de 200 niños que fueron adoptados por parejas del extranjero, sin que hubiera una mínima indagación, sobre si existían o no familiares de ellos con vida, que pudieran asumir su crianza.

J.C. ¿Cuál fue el desafío de los medios de comunicación y los periodistas al enfrentarse a una situación como la de Omaira, la niña que finalmente murió en medio del barro?
O.B. Lo de Omaira fue algo muy sensible, porque ella se ha convertido en uno de los símbolos de la tragedia y de lo que sufrieron los niños como consecuencia de esa triste situación.

Pero es lamentable el abuso que hicieron los medios de comunicación con ella; yo considero que no hay momentos más íntimos que el nacimiento y la muerte de un ser humano, y así como me parece terrible filmar la salida de un bebé -por más moderna que sea yo-, me parece que eso es algo muy íntimo de la madre y del bebé, creo que el momento de la muerte es también un instante muy íntimo, que no le corresponde sino a los seres queridos y a la soledad de ser humano que se va.

“Y todavía siguen pasando esas imágenes, para mí absolutamente lamentables” Olga Behar
La forma como entablaron los periodistas el dialogo con esta niña, en un principio parecía que era una misión loable, que era la de mantenerla despierta para que ella no perdiera el sentido y finalmente muriera antes de que pudiera ser rescatada. Pero con el paso de las horas, y cuando ya se sabía que no había nada que hacer por ella, en vez de dejar a esta pobre niña con unos socorristas que la ayudaran a bien morir, le encendieron todas las cámaras y se regodearon con su muerte. Y todavía siguen pasando esas imágenes, para mí absolutamente lamentables. Eso muestra una muy mala imagen del periodismo colombiano.

Si yo paso la imagen de Omaira cien veces, seguramente habrá dos o tres comerciales nuevos que me entren y habrá mucha más gente queriendo verla, pero el hecho de que la gente lo quiera ver no quiere decir que eso sea lo correcto.

J.C. Cómo compara Usted al niño de Siria, a quien le tomaron la foto –muerto- en una playa, con la imagen de Omaira?
O.B. Yo creo que el periodismo sensacionalista ayer, hoy y siempre será el mismo, nosotros podemos diferenciar el buen periodismo del periodismo escandaloso que lo que busca es audiencia, rating, ventas. O sea, si yo paso la imagen de Omaira cien veces, seguramente habrá dos o tres comerciales nuevos que me entren y habrá mucha más gente queriendo verla, pero el hecho de que la gente lo quiera ver no quiere decir que eso sea lo correcto. Entonces, así como el niño fue utilizado mediáticamente en tiempos recientes, en épocas anteriores sucedió con Omaira, y no debe ser.

J.C. Usted comentaba, en un conversatorio con el periodista Jorge Manrique, que había hecho un análisis con el director de su noticiero, para ver si publicaban o no la imagen de la niña. ¿Cómo es esa anécdota?
O.B. Precisamente, cuando a mí me llegaron esos casetes para elaborar la edición, vi el episodio de Omaira e inmediatamente llamé a mi jefe (el director de 24 horas, Mauricio Gómez).

Le dije: Mauricio, aquí no hay sino dos posibilidades, o nos ganamos un premio de periodismo o respetamos la muerte de esta niña. Él me pidió ver el video; entonces yo se lo mostré y le dije: yo no edito esto, si Usted da la orden de que se publique.

Mauricio terminó de ver la pieza, se paró y me dijo: Olga, acabamos de perder un premio de periodismo. Decidió respetar ese momento, la muerte de Omaira y su agonía, y en ese año Andrés Pastrana, con el Noticiero TV Hoy, se ganó el premio de periodismo y nosotros fuimos a esa ceremonia — porque nos ganamos reconocimientos por otros trabajos — y nos sentíamos tan felices de no habernos ganado ese premio, nos sentíamos felices de ser buenos periodistas.

Utópicos

 

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