Vivió solo 19 años y murió quemada en una hoguera acusada de herejía.
Hace seis siglos.
Aún así, a pocos años de su muerte en 1430 comenzaba a cumplirse su sueño libertario que la llevó a empuñar las armas: liberar a Francia del yugo inglés.
Luego, en 1456 sería exonerada de los cargos de brujería y, siglos después en 1920, canonizada por la iglesia católica.
Hoy día es la santa patrona de Francia.
Juana de Arco nació en Domrémy, pequeño poblado situado en el departamento de los Vosgos en la región de la Lorena, Francia un 6 de enero del 1412.
Humilde, piadosa, desde los 12 años dice haber “escuchado voces “; voces acompañadas de una luz que le llegaban del hombro derecho.
A los 16 años, escribe Kathryn Harrison en el New York Times,
“Juana se cortó el cabello, vistió ropa masculina, colocó una armadura y empuñó una espada siguiendo órdenes de Dios. La poseía una determinación febril de lograr el éxito en una misión que, en la opinión de cualquiera, no era más que una locura. La misma Juana protestaba contra sus voces, diciendo que ‘no sabía ni montar ni dirigir ejércitos’; aún así levantó un ejército exhausto, mal equipado e impotente, con un fervor que lo condujo de una improbable victoria a la otra”.
Así, las tropas francesas encabezadas por la joven levantan el asedio a Orléans, marcando el comienzo de una campaña que eventualmente retornaría Francia a los franceses, periodo que los historiadores conocen como la Guerra de los Cien Años.
Igual que muchos héroes, Juana no alcanzaría a ver con sus propios ojos su victoria realizarse. Capturada por los ingleses en 1430, pasa un año en la cárcel, luego es juzgada, declarada culpable de herejía y quemada en una hoguera en la plaza Vieux Marché de Rouen, en Normandía.
Desde aquél momento su memoria se empotró en la memoria colectiva.
Ha inspirado, dice Kathryn Harrison quien está preparando una biografía sobre la heroína, “Cristianos, feministas, nacionalistas franceses, revolucionarios mexicanos, e incluso peluqueros. Su manera de raparse inspiró el corte a lo paje (bob) que se usó como símbolo de independencia de las estructuras patriarcales”.
A lo largo de seis siglos, Juana de Arco ha sido musa de grandes autores, guionistas, cineastas, directores compositores, entre otros: Shakespeare, Voltaire, Schiller, Verdi, Tchaikovsky, Mark Twain, Arthur Honegger, Jean Anouilh, Bertolt Brecht, George Bernard Shaw y Maxwell Anderson.
Juana de Arco frustra cualquier intento de reducirla a proporciones mortales, no obstante los intentos científicos de atribuir las “voces” a causas como la esquizofrenia, la epilepsia, incluso la tuberculosis.
“No necesitamos narrativas que racionalicen la experiencia humana tanto como aquellas que la ensanchen con las dimensiones del misterio. Mientras que busquemos inspiración en héroes, y líderes cuya visión los eleve por encima de nuestra limitada perspectiva, que aprecien sus valores más que sus vidas terrenales, la historia de Juana de Arco seguirá siendo una que recordemos, y celebremos”.
