NEW YORK, Especial para El Molino. Al ver las escenas de las calles neoyorkinas cubiertas de nieve mientras me encontraba en Chicago incapaz de regresar, era claro que había caído una cantidad enorme de nieve en la ciudad. Pero no fue sino hasta que llegué al aeropuerto JFK, en el taxi por las calles de Queens que caí en cuenta que la ciudad había quedado incapacitada.

Cuatro días después, las calles seguían sin limpiarse y la presión del tráfico automotriz sobre la nieve iba creando una capa de hielo concentrado. A los lados, los vehículos estacionados estaban totalmente bloqueados por montañas de nieve de más de un metro de alto.

Sabía que esperar cerca de donde vivo. Es en Manhattan, por un lado, y cerca de una importante intersección: las calles ya habían sido limpiadas.

O sea que la indignación de los neoyorkinos no es únicamente de que no estaban recibiendo los servicios por los que pagan con sus impuestos, sino que hay una enorme discrepancia entre la calidad del servicio que se recibe en Manhattan, donde vive la mayoría de los políticos, y los otros condados.