Por Juan Manuel Urrutia. Especial para El Molino Online. BOGOTA — Este texto, es fundamentalmente pensamiento en construcción, lo que pasa es que yo como constructor poco.  El contexto, es que ya está, otra vez, lloviendo, mucho, más que el promedio de los últimos veinte años, pero menos que el año pasado, cuando las lluvias y sus efectos me llevaron por toda Colombia, o por mucha Colombia a ver la tragedia y tratar de ayudar. Es pensamiento en construcción porque en alguna reunión con los agentes regionales del Ministerio de Cultura, con quienes desarrollamos un proyecto llamado “tu tiempo es mi tiempo, Cultura en Albergues” se me ocurrió relacionar agua y patrimonio cultural, tal vez una estupidez, pero le pareció mucho menos estupidez a la audiencia.

Entonces algunos colegas de Colombia Humanitaria me impulsaron con el argumento de “dele que esa es una idea brillante”.  A ratos no sé si por burlarse de mí o porque la estupidez no salió tan estúpida.  El hecho es que me convencieron que siguiera pensando en el cuento de la Memoria del Agua y del Producto Interno Inteligente y me invitaron a dar una charla en un foro que conmemoraba el Día del Agua.

En esa ocasión pedía antemano excusas por llegar con un cuento en construcción a este auditorio de gente seria, excusas que hago extensivas a los lectores

Debo admitir que este cuento es poco original ya que la cuestión del Producto Interno Inteligente ha sido abordada por gente mucho más seria que yo como el investigador mexicano Guillermo José Agüelles que dio una conferencia llamada “El producto interno bruto no apoya el producto interno inteligente del país” en el año 2009 en un foro sobre investigación en Sao Paulo.

En cuanto al tema de agua y cultura, si alguien lo quiere ver con profundidad, la lectura recomendada es el maravilloso texto Colombia en el Planeta” de William Ospina. Otro texto que me ha ayudado en esta sentipensadera es “El Cuidado Esencial” de Leonardo Boff.  Esos si saben, yo tan solo interpreto.

Colombia es un país marcado por el agua.  En Colombia hay agua, mucha.  En Colombia cae agua, mucha la mayoría de las veces; y de cuando en cuando poca, muy poca.  Los niños nos dejan secos y las niñas inundados, no quisiera tener que relacionar estas observaciones con asuntos de género aunque confieso que podría ser interesante.

Rara vez pasa un año sin que tengamos que enfrentar una inundación o una sequía. Y nunca, ni la inundación, ni la sequía dejan de ser una tragedia de proporciones directamente relacionadas con la intensidad del fenómeno de turno.

¿Por qué? se pregunta uno.  Porque no hay memoria, porque año tras año se nos olvida la tragedia del año pasado, se nos olvida hasta donde llegó el agua o hasta donde no llegó el agua.  Porque en nuestro imaginario no parece existir la memoria del agua.  Se nos olvida todo.

Hace un par de semanas no más, funcionarios de la Corporación Autónoma Regional de la Sabana de Bogotá y los Valles de Ubaté y Chiquinquirá (CAR) denunciaban que algunos vecinos del río Bogotá habían roto los jarillones que se construyeron para protegerlos de la inundación, ya sea para sacar agua del río o para sacar agua de sus potreros.  Se les olvidó tan solo hace dieciocho y doce y seis meses el agua había causado estragos.  Antier la prensa anunciaba que seiscientos municipios de Colombia no están preparados para afrontar la nueva temporada de lluvias.  O sea que seiscientos municipios no se acuerdan que todos los años abril aguas mil y mayo hasta que se rompa el sayo.

¿Cómo hacer para que se acuerden?  En donde podemos crear el espacio para la memoria del agua.  ¿Qué es la memoria del agua?

Hace un  año cuando empezábamos a tratar de entender los efectos del fenómeno de la Niña en 2010  y 2011, en una noche de conversa con William Ospina, él nos decía el agua vino a visitarnos, vino a recordarnos que ocupamos sus territorios, no vino a usurpárnoslos como nosotros se los hemos ido usurpando, claro él lo decía mejor dicho.

El agua vino a decirnos que hay que tener memoria, porque ella, el agua, tiene memoria.  Porque cuando el agua recuerda su curso y regresa, los ríos se salen, los cerros se deslizan, la tierra se traga pueblos enteros.  Nos damos entonces cuenta que no hemos respetado nuestro territorio, nuestra historia, nuestra realidad.

Entendemos que hemos invadido los espacios del agua, que hemos olvidado los riesgos que son parte de nuestra esencia geográfica, geológica.  En fin nos damos cuenta que hemos olvidado nuestra memoria, muchas veces por estar pensando en el Producto Interno Bruto sin inteligencia.

A raíz de las temporadas de lluvias, el país entero se sumió en una tragedia de proporciones desconocidas, incalculables.  Sin embargo vemos, con sorpresa, como los economistas nos cuentan historias de crecimiento, de buen momento, sustentadas en el crecimiento continuo del Producto Interno Bruto.

¿Cómo así? Nos preguntamos.  Sabemos que miles de familias lo perdieron todo, ¿no cuentan? No, no cuentan ¿Lo perdieron todo? No, no todo.  Todavía pueden cantar y contar cuentos, cocinar sancochos y pucheros, recordar, mucho.  Todavía les queda lo esencial, así ellas y ellos sientan que todo lo han perdido.  Así la imagen que nos dieron los medios es que todo lo perdieron.  Todavía cuentan, así quienes cuentan el Producto Interno Bruto no las cuenten. 

Hablar de patrimonio es hablar de posesiones, de activos, de cosas.  El Producto Interno Bruto mide posesiones, activos, cosas.  El patrimonio cultural son edificios, pinturas, esculturas, películas, museos, libros, cosas.

También son poemas, cumbias, boleros, mochilas y hamacas, sancochos y frijoles y cuentos e historias y partidos de fútbol y vueltas a Francia con Lucho Herrera vestido de pepas sangrando.

Los edificios, las pinturas y las esculturas, de pronto los libros se suman al Producto Interno Bruto.  ¿Y lo demás? Lo que tenemos en la memoria, en la caja de los recuerdos, en la receta arrugada de la abuela, en lo que nos evoca la guabina o el vallenato, ¿eso cómo se mide?  Algunos lo llaman el patrimonio cultural inmaterial pero ¿es acaso inmaterial un pan de bono, un sancocho?  ¿Y qué decir un grito de gol?

¿Cómo hacemos para explicarle a alguien que un sancocho de sábalo, o “la gota fría”  silbada de memoria o un poema de Pombo recitado en la noche a mi hija de cinco años, son tan materiales como el Museo Nacional o una gorda de Botero?  A eso podemos llamarlo el Producto Interno Inteligente.

Porque el Producto Interno Inteligente es memoria, recuerdo, anécdota, vivencia, el Agua tiene que ser memoria, recuerdo anécdota vivencia.  Así como sabemos que es un bambuco y un chocolate con queso, los habitantes de la Sabana de Bogotá tenemos que saber en donde están los humedales y sobre todo en donde estaban esos humedales que en nuestra soberbia que cree todo dominar fuimos secando para construir urbanizaciones, clubes de golf y universidades elitistas.

Así como en el Sur de Atlántico saben preparar el bollo, y saben quién es el Joe, tienen que saber que un sistema cenagoso ocupaba el triángulo que estaba entre la ciénaga del Guajaro y Calamar.  Ahí están Santa Lucía, Manatí, Campo de la Cruz y Suan, cuatro de los municipios más afectados las inundaciones causadas por la rotura del canal del dique.  Cuando esas comunidades, las de Chía y Soacha y las de Manatí y Santa Lucía conozcan y entiendan ese pasado estarán preparadas para reconstruirse con inteligencia.

Las comunidades, las familias, los individuos afectados, damnificados necesitan recuperarse.  Debemos propiciar procesos de reflexión de las comunidades y de sus dinámicas. EN la reconstrucción sus músicas, sus plásticas, sus danzas y sus sancochos serán como elementos centrales.  El restablecimiento del tejido social y el fortalecimiento del capital social requieren de procesos de reflexión de las comunidades sobre sí mismas y sus dinámicas en relación con el agua, es decir con su memoria del agua.  En esencia tenemos que restituir o más bien tenemos que ayudarles a restituir el Producto Interno Inteligente.

Tenemos que decidir, tenemos que escoger entre el desarrollo del Producto Interno Bruto, el de las locomotoras, o el mismo desarrollo pero contando con el Producto Interno Inteligente.

Tenemos que pensar a la Mojana como tierra de aguas, tenemos que desarrollar a la Mojana con memoria del agua, la memoria de nuestros antepasados Sinúes que vivían con el agua.  Tenemos que re pensar nuestras laderas andinas con la memoria del agua, la de los deslizamientos, re sembrar los árboles que cortamos, devolverle su ronda a los ríos, recuperar los humedales y las reservas de agua que en su sabiduría la naturaleza, que es la vida misma, les había creado a los ríos para que pudieran salir y volver sin destruir. 

Tenemos que plantear un modelo que permita que la lucha contra la pobreza, la reparación y la ley de tierras se desarrollen y se implementen teniendo en cuenta la  memoria del agua, el cuidado del agua.  Tenemos que sacar a los más pobres de los lugares a donde los que conocemos el riesgo no queremos ir.  Tenemos que devolverle al agua los bosques que la protegen, los humedales que la reciben, los arroyos y canales que la dejan circular.

Tenemos que asegurar que en cada rincón de nuestra geografía la tradición, el patrimonio cultural inmaterial, el producto inteligente le dé la misma importancia a la memoria del agua que a la letra de la Cumbia Cienaguera, de la Casa en el Aire o de La Ruana.

Que nuestros pueblos sepan por donde va el agua, en donde está el agua, cómo se cuida el agua,  tan bien como saben a qué debe saber un sancocho trifásico o una empanada de huevo.

En Colombia cada cuatro años, antes del 31 de marzo, todos los alcaldes de los municipios deben presentar un Plan de Desarrollo, todos  los municipios deben tener un Plan de Ordenamiento Territorial.

Hoy en día esos planes no tienen, en su mayoría, la memoria del agua.

No dicen cuáles son los nacederos, las quebradas, los laguitos que hay que cuidar, no dicen cuáles son los árboles que no hay que talar,  y cuáles los que hay que sembrar para cuidar el agua, porque entre otras cosas esos planes de desarrollo se conciben desde la perspectiva del Producto Interno Bruto y son poco inteligentes.

Basta con mirar hacia Tocancipá, Cajicá Chía, Cota y Mosquera para ver como convirtieron en zonas industriales, en discutibles zonas francas y en  urbanizaciones e igualmente discutibles universidades a muchos humedales.

Para ver como invadieron desde el Planes de Ordenamiento Territorial (POT) la ronda del río Bogotá y de sus afluentes, como en fin crearon las condiciones para los desastres de que fuimos testigos entre Noviembre de 2010 y Noviembre de 2011.

Una de las peores tragedias de la pasada temporada de lluvias fue la ruptura del Canal de Dique y la inundación del Sur del departamento de Atlántico.  Ese episodio fue visto como un accidente causado por inescrupulosos finqueros que le abrían huecos a los jarillones.  Poco se dijo que la zona inundada era, en 1959, una zona cenagosa que se volvía una gran laguna cada invierno.  Que esa zona se convirtió en un productivo, desde la perspectiva del PIB, distrito de riego.  Pero el agua tenía memoria y encontró un huequito o una tronera por donde volver a su cauce.

Aún en Diciembre del año pasado no habían podido sacar toda esa agua.

Y la que pudieron sacar la sacaron por unos boquetes que abrieron en los jarillones con el apoyo de los campesinos que tuvieron memoria del agua y se acordaron por donde salía el agua cada vez que empezaba el verano, el seco.

Entonces la propuesta es más o menos que recuperemos la memoria del agua y que con una visión Inteligente re pensemos nuestro desarrollo para cuidar el agua con la firme convicción que el cuidado del agua planteado como un elemento de la cultura de las comunidades, del Producto Interno Inteligente, del patrimonio cultural nos permitirá como nación aprovechar las bondades de la abundancia de agua que la vida nos ha dado y evitar la consuetudinaria tragedia que nos trae la falta de memoria y de cuidado del agua.

Por ahí dicen que el agua es vida… trabajemos para que sea vida y no muerte y desolación.

Juan Manuel Urrutia V.

Abril “aguas  mil”, 2012

Fotos cortesía de: solrobayo, shelterbox, amanderson, Ministerio TIC Colombia todas via flickr