La señora del video que compartió por Twitter Martín Santos, hijo del expresidente y Nobel de la Paz colombiano Juan Manuel Santos Calderón, bien podría ser el afiche que explica al mundo por qué la paz en Colombia (la única buena noticia del 2016) es una especie en vías de extinción.

Básicamente, esa señora que como muestran su ropa y accesorios proviene de un alto estrato social, reconoció al joven Santos en un Mall de Miami y lo agredió.

Violentamente.

Con un lenguaje venenoso. Rebalsante de bilis y odio, que se refleja en sus ademanes, sus palabras, iguales a las de un amplio segmento de la población colombiana que consideraron la paz nada menos que “la entrega de Colombia a la guerrilla”. La guerrilla narco-castrochavista, etc. etc.

El incidente tuvo lugar dos días después de que un grupo de ex dirigentes de las FARC anunciaran su regreso a las armas, en un video largo, en un lenguaje arquaico y confuso, en donde aparecían Iván Márquez y Jesús Santrich, dos líderes guerrilleros que jugaron un papel clave en las negociones de paz en Oslo, primero, y luego en La Habana, entre 2012 y 2016.

Ambos Márquez y Santrich habían recibido curules en el parlamento.

Márquez había desaparecido en agosto 2018 en la zona de reincorporación donde se encontraba en el Departamento de Caquetá, al suroriente del país. Santrich había sido detenido y acusado de narcotráfico después de la demovilización. Pasó año largo en la cárcel, fue puesto en libertad e inmediatamente detenido nuevamente, hasta que la Corte Suprema de Justicia ordenó su liberación.

El video no sorprendió.

Aún así ha sido un fuerte sacudón. Juan Manuel Santos se apresuró a asegurar por Twitter que la nueva agrupación es una minorías de los aproximadamente 12,000 guerrilleros que se desmovilizaron.

Otros líderes políticos han dicho básicamente lo mismo. Congresistas de la antigua guerrlla, ahora agrupados en el partido político FARC, se han comprometido a seguir con la paz y han denunciado a sus excompañeros.

Un video analisis publicado en Facebook por La Silla Vacía, sostiene que

  1. Los ex guerrilleros que abandonaron el proceso de paz fueron impulsados por el temor de ser extraditados a EUA, ya que ellos eran el lado más vinculado con el narcotráfico
  2. Les hacen falta recursos (tiempo, gente, dinero, logística) para alcanzar dimensiones similares a las de las FARC cuando firmaron el tratado de paz
  3. Los planes expuestos por Márquez de integrarse con en ELN son imposibles de realizar dada las diferencias estructurales e ideológicas de ambas agrupaciones
  4. Es parte de un plan del presidente Nicolás Maduro de Venezuela de presionar al gobierno de Colombia. (Desde que asumió Duque la presidencia en 2018, Colombia ha sido la punta de lanza contra el gobierno de Maduro y las fronteras entre ambas naciones son regiones explosivas.)

Por su parte, el presidente Iván Duque, quien llegó a la presidencia con el apoyo del expresidente Alvaro Uribe, puso una recompensa sobre la cabeza de los líderes de la nueva insurgencia. También denunció al gobierno de Venezuela por apoyar a los alzados en armas y pidió la ayuda de Juan Guaidó, auto proclamado presidente de Venezuela, en contra de la agrupación.

Partidarios políticos de Uribe han repetido por todos los medios a su disposición que las insurgentes regresaran a lo único que saben hacer: Narcotráfico, secuestros, asesinatos, todo ello bajo el amplio paraguas del castrochavismo, un movimiento comunista para imponer el dominio de Cuba en América Latina.

Esto lo repiten políticos, portales, noticieros, columnistas — es como tener a Fox News 24/7, con una escasez total de alternativas.

El 30 de agosto, se informó sobre un combate con guerrilleros disidentes en el amazónico departamento de Caquetá, que dejó un saldo de 9 presuntos guerrilleros muertos.

Ese fue el mensaje del actual Ministro de Defensa, quien recientemente había asegurado que Dimar Torres, un desmovilizado de las FARC se había asesinado a sí mismo.

Lo anterior resume la actual situación de la nación que por muchos años se distinguió por tener la guerra civil más larga del mundo — hasta noviembre 2016 cuando finalmente se firmó un tratado de paz.

Aunque el esfuerzo que impulsó el gobierno de Juan Manuel Santos fue diferente (en el sentido que gran parte del mundo le apostara a la paz y los países desarrollados invierteran dólares y euros para incorporar a los desemovilizados) a los previos y fracasados esfuerzos, algunos elementos han sido básicamente los mismos.

  • No hubo visión, ni tiempo, para intentar erradicar las causas de la violencia — las enormes injusticias sociales y políticas, siendo Colombia uno de los países más desiguales en el continente.
  • No se cumplieron las promesas de infraestructura para las áreas afectadas por la guerra  — este incumplimiento fue evidente desde el primer día, cuando del espesor de la selva colombiana comenzaron a salir las columnas guerrilleras, sin que estuvieran listos los centros de acogimiento.
  • No se protegió la integridad física de los líderes sociales y desmovilizados en las regiones más afectadas por la violencia. El saldo ya casi alcanza a 1000.
  • Se trató a los ex guerrilleros como una fuerza derrotada y no desmovilizada tras prolongadas negociaciones.

Además, las fuerzas armadas, donde en algunos sectores prevalece una cultura guerrerista que ve a la protesta ciudadana como un acto de guerra, siguen siendo una vaca sagrada en el país. ¡Ay de quién se atreva a cuestionarla, así hayan cometido enormes violaciones a los derechos humanos!

Siguió la corrupción generalizada, dineros sucios, faraónicos proyectos de contrucción a costos de miles y miles de millones de dólares, los cuales quedaron a medias, enriqueciendo a los de siempre. La destrucción del medio ambiente. Deforestación amazónica. Fracking.

Nadie rinde cuentas — muchos de los imputados tienen familiares en el congreso y en el gobierno. Todo concepto de ética para el servicio público es ajena a la cultura ciudadana en Colombia.

Allí tampoco se ha fomentado la libertad de información y de prensa. Es una nación donde no existen fronteras entre el periodismo, la opinión, las comunicaciones corportativas, la propaganda partidaria. Los y las periodistas atacan, denuncian, promueven, impulsan agendas, mienten, aceptan coimas. Ellos y ellas tampoco rinden cuentas.

También un personaje que la DEA en una época llamó el Narcotraficante 82, enfrenta por lo menos 186 procesos en la comisión de acusación de la Cámara de Representantes en su país, iniciará indagatoria en la Corte Suprema el 8 de octubre, ha sido presidente dos veces, hoy es senador y sigue con las riendas de la política nacional, denunciando por todos los medios el proceso de paz.

Sobre el presidente Duque, basta con decir que muchos se refieren a él como el “Subpresidente”. Sus promesas económicas no han despegado. El desempleo ha aumentado.

Así, nuevamente queda clarísimo que un amplio sector de Colombia no está listo para la paz. La nueva guerra, por limitada que sea, puede significar bonanza para los belicistas, el mercado milmillonario de las armas, el ejército, los latifundistas, las empresas que tendrán excusa para aplastar cualquier lucha por mejores condiciones, los medios, que venden más suscripciones, pautan más publicidad. Y, en última instancia, los de siempre, que llevan generaciones en el poder. La gente “divinamente”, los de los clubes, aquellos que se pasean por el mundo con toda facilidad, estudian en las mejores universidades. Los dueños del país.
Costo de la guerra en Colombia

¿Y quién pierde? El pueblo. Los de a pie. Los que serán desplazados, reprimidos, perseguidos. Publica Las2Orillas, “De los 100 mil colombianos que conforman el grupo de soldados campesinos y regulares, y policías bachilleres que están en servicio militar obligatorio, la abrumadora mayoría viene de familias con ingresos muy bajos. El 19.5 % son de clase media, mientras que de familias pudientes, no son más del 0.5 %.

Gracias a la magia de internet, la señora que agredió a Martín Santos ha adquirido fama mundial. Quizá lo único positivo que traiga este deplorable incidente es que el mundo podrá ver el odio que en Colombia mucha gente con mucha plata siente hacia la paz.

Con esa deprimente nota despedimos el verano de 2019.

CFT
Director El Molino Online
Pennsylvania, EUA, 9/1/2018