Con el reinicio del año escolar, gastados ya todo lo que permitieron los presupuestos para útiles y ropa (¡ojalá más escuelas exigieran uniforme!), cuadrados y establecidos los horarios (así que las levantadas sigan siendo un dolor), regresa a muchas madres trabajadoras la preocupación de ¿qué les empaco para el almuerzo a mis niños?

Algo que les alimente; que se lo coman sin quejarse; que les guste. (Y para los que intercambian entre sí — porque muchos lo hacen — les dé algo cotizado y canjeable).

Además, que lleve un poquito del cariño con que las madres del mundo preparamos en lunch todas las mañanas.

Escarbando por el rico mundo de internet, hemos visto muchas ideas. El concepto central es romper el molde.

Resumimos:

    • Colores son importantes y llamativos;
    • La variedad es clave (una fruta, un sandwich, un dulce)
    • Experimentar con diversas formas, como los moldes de galletas;
    • Pequeñas porciones para aumentar diversidad;
    • Usar lo que sobró de la noche anterior. Si quedó pollo, pues fajitas de pollo;
    • Involucrar a los niños tanto en el supermercado como en la preparación.

Otras madres, claro que es custión del tiempo disponible, combinan su creatividad para empacar obras maestras comestibles como las que presenta Heather Sitarzewski en esta magnífica serie que incluye los personajes de la vida cotidiana de los niños. LunchboxAwesome blog.

Gracias: Justin Page, Laughing Squid

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