¿Qué se puede decir sobre el manejo de la crisis de Egipto por parte de la Casa Blanca fuera de que no han logrado dar la talla?

La más reciente prueba de su garrafal falta de control sobre la situación se vio ayer jueves cuando Hosni Mubarak en su alocución televisada se negó a renunciar. A lo largo del día, miembros de la administración habían indicado que el presidente egipcio estaba preparando a anunciar su renuncia. Ese entusiasmo se había contagiado a través de los medios tanto a manifestantes en la plaza Tahrir como a observadores y analistas políticos.

Según Adam Entous y Jay Solomon del Wall Street Journal, tan convencidos estaban en la Casa Blanca de que Mubarak saldría, que no solo los sorprendió su discurso sino que los dejó frío. Avergonzados pero más aún: lelos. Peor aún, en la incómoda situación de mostrar claramente que al no saber lo que está pasando no tienen idea de cómo comenzar responder ante la crisis.

Continúa el Wall Street Journal, “Después del discurso de Mubarak, la Casa Blanca quedó consumida con un sentido de ‘incredulidad’… Aparentemente incapaz de afectar el curso de los acontecimientos, la Casa Blanca ha sido relegada a la posición de espectador”.

Para salvar cara, han intentado retraerse. Como hizo el director de la CIA Leon Penetta quien había dicho esa mañana ante el congreso que “hay una gran probabilidad de que esta noche se retire Mubarak”. Horas más tarde diría que había recibido informes de que “posiblemente” renunciaría pero que también existía un escenario bajo el cual el presidente egipcio transferiría su poder a Omar Suleiman, el vicepresidente que es lo que en realidad sucedió.

La frustración en la Casa Blanca, agrega el Wall Street Journal, esta “cediendo a una sensación de impotencia”.

“La mística del poder de EUA como superpoder se ha resquebrajado”, dijo Steve Clemons, director del Programa de Estrategia Estadounidense quien ha asistido a dos reuniones con el Concejo Nacional de Seguridad sobre Egipto.

Esta no fue la primera metida de pata de la Casa Blanca en la crisis que ha entrado en su 18 día.

Cuando se comenzaron a sentir en Egipto los efectos del movimiento que en Tunisía había derrocado el gobierno de Zine El Abidine Ben Ali , el secretario de prensa de la presidencia, Robert Gibbs, dijo que el régimen de Mubarak era “estable”. Por su parte, el vicepresidente Joe Biden dijo que Mubarak no era un dictador y que era muy pronto para que cediera el poder.

Luego, al quedar claro que el levantamiento popular no se calmaría con nada menos que la renuncia de Mubarak, en lo que se presentó como un intento de enseñarle elegamentemente la puerta, la administración envió a Frank Wisner antiguo embajador norteamericano ante Egipto a dialogar con él.

Acto seguido, Frank Wisner habló ante la prensa y afirmó que el cambio urgía en la nación. Pero, enfatizó, “el presidente debe permanecer en el cargo para dirigir esos cambios…La continuidad del liderazgo de Mubarak es decisiva”, como indicó Radio Francia Internacional.

La Casa Blanca se distanció rápidamente de las afirmaciones de su enviado especial. “Frank Wisner habló como simple ciudadano, como analista, y no como representante del gobierno estadounidense”, dijo un miembro de la delegación de la secretaria de Estado Hillary Clinton en una Conferencia sobre Seguridad en Múnich.

Convendría haber sabido que desde que dejó la presidencia, Wisner trabaja con un bufete de abogados que representa, entre otros, a Hosni Mubarak.

¿Errores en una situación altamente compleja y explosiva? Tal vez. Pero ante esta situación se necesita un equipo de la primera división.

Mientras tanto las protestas siguen por todo Egipto mientras que Mubarak, informa la AP está en un balneario del mar rojo desde anoche

Más información en inglés Wall Street Journal

Más información en español Radio Francia Internacional

Foto pantallazo AlJazeera English