Violencia en América LatinaPublica el New York Times en español una nota sobre las pandillas en San Pedro de Sula, en Honduras, uno de los sitios más violentos en el planeta. Es un magnífico artículo que sigue a través del tiempo, y en un espacio sumamente reducido, a un grupo de personas — pandilleros, vecinos, trabajadores. Te la recomendamos. Nos llama la atención, sin embargo, los datos sobre la violencia en nuestro continente, los cuales reproducimos.

La lucha para proteger ese barrio —unas cuatro manzanas de casas de concreto, lotes baldíos con maleza y unas cuantas tiendas que venden papas fritas y refrescos— simboliza la violencia que atrapa y expulsa a millones de personas en toda América Latina.

Desde el inicio de este siglo, más de 2.5 millones de personas han sido asesinadas como parte de la crisis de homicidios que aqueja a América Latina y el Caribe, según el Instituto Igarapé, un grupo de investigación que analiza la violencia en todo el mundo.

La región solo representa el ocho por ciento de la población global; sin embargo, ahí se produce el 38 por ciento de los homicidios de todo el mundo. En esta región se encuentran diecisiete de los veinte países con las tasas de mortalidad más altas del planeta.

Además, en tan solo siete países latinoamericanos —Brasil, Colombia, Honduras, El Salvador, Guatemala, México y Venezuela— la violencia ha cobrado las vidas de más personas que las guerras en Afganistán, Irak, Siria y Yemen juntas.

La violencia resulta todavía más sorprendente porque casi todas las brutales guerras civiles y dictaduras militares que en el pasado dominaron a Latinoamérica ya han terminado (hace décadas, en muchos casos). Gran parte de la región ha avanzado arduamente, a menudo con mucho éxito, por el camino hacia la democracia. No obstante, los asesinatos continúan alcanzando números asombrosos.

Se producen de varias maneras: muertes por exceso de fuerza a manos de los estrictos cuerpos de seguridad del Estado; feminicidios por violencia doméstica que son consecuencia de la desigualdad de género, y las víctimas mortales que produce el incesante tráfico de drogas y armas con Estados Unidos.

Casi todos los asesinatos se ven amparados por un clima de impunidad que, en algunos países, deja más del 95 por ciento de los homicidios sin resolver. Además, el Estado avala el fenómeno pues los gobiernos penetrados por la corrupción son incapaces o simplemente no tienen la voluntad política para defender el Estado de derecho, lo cual permite que las redes criminales determinen las vidas de millones de personas.

Para las masas que huyen de la violencia y la pobreza en Centroamérica, Estados Unidos es tanto una causa como una solución, lo ven como un país que genera innumerables males pero también es la oportunidad de escapar de esa situación.

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