Jeffrey Jarret salió con dos amigos a varios restaurantes y al famoso bar de striping Shotgun Willie’s en Denver, Colorado.
Jeffrey Jarret gastó esa noche unos US$400 sin que él pudiera realmente disfrutar.
No pudo, escribe Jessica Fender en el Denver Post, porque Jeffrey Jarret había muerto antes de que comenzara la fiesta.
Explica que Robert Young, a quien el difunto había abierto su casa temporalmente mientras superaba una mala situación económica, y Mark Robinson lo habían llevado a varios sitios. Solo que él ya estaba muerto.
Todos los gastos, dicen las autoridades, corrieron por cuenta del difunto.
Ahora los que se creyeron muy vivos enfrentan cargos criminales por abuso de un cadáver y robo de identidad.
Las autoridades no les acusan de haber causado la muerte de Jarrett: solo de no reportarlo, dice.
Según dijo al Denver Post un pariente del finado, cuando Young vio que Jarret no respondía, en vez de llamar al 911 de emergencia, fue a buscar a su amigo en un restaurante vecino.
Entre ambos metieron el muerto en un auto, y se fueron de fiesta.
Con la tarjeta de él.
Cenaron mexicano, luego a ver las niñas en Shotgun Willie’s, donde permanecieron hasta que cerró el establecimiento.
Después regresaron el cadáver a la casa y, llegando la madrugada, pararon a un policía para decirle que Jarret podría estar muerto.
Los familiares de Jarret se preguntan si en vez de irse de rumba los dos lo habrían podido salvar.
